Opinión
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Manuel Aguas: de cura a precursor del protestantismo
E

s un desatino histórico que varias de las denominaciones cristianas evangélicas de México hagan remontar sus orígenes al tiempo que llegaron los misioneros extranjeros al país. Con ello han marginado a nacionales que actuaron como precursores y determinantes en el establecimiento de iglesias protestantes.

Manuel Aguas nace en el norteño estado mexicano de Chihuahua, en 1830. A la edad de veinte años ingresa en la orden de los dominicos. En 1857, debido a un mandato del gobierno liberal, tiene lugar la exclaustración de monjas y frailes, por lo que Manuel Aguas se dedica a estudiar homeopatía. En 1863 las autoridades de su orden lo nombran para hacerse cargo del curato de Cuautla, Morelos, donde el templo se atiborra de feligreses para escuchar sus intensos sermones.

Alrededor de 1859-1860 retorna a la ciudad de México y abre el Colegio Guadalupano, que en poco tiempo alcanza alta reputación. Aguas predica en el templo de San José de Gracia, donde la muchedumbre llena el lugar para seguir las enseñanzas del dominico. Parece que es en 1867 cuando muda su ministerio al curato de Azcapotzalco, en aquel entonces un poblado aledaño a la ciudad de México y en nuestros días un barrio más de la misma.

En Azcapotzalco se presenta ante él una persona que dice ser protestante; después de varias horas de discusión entre ambos, el protestante acepta reconciliarse con la Iglesia católica. En una carta fechada en octubre de 1871, en la que Aguas da cuenta de su itinerario de lo que él llama del romanismo a la verdadera religión, escribe que entre sus tareas como párroco estaba enseñar sobre la pestilencia [del protestantismo] que vendría a hacernos en México más desafortunados que nunca.

De Azcapotzalco es promovido para ser el confesor oficial de los canónigos de la Catedral Metropolitana, en la capital del país. Entre sus deberes estaba predicar con cierta regularidad ante el arzobispo y el capítulo catedralicio. Al tiempo de realizar lo anterior, Aguas entra crecientemente en una crisis de fe. En el documento antes citado menciona que no tenía paz en el alma, dudaba de mi salvación, y nunca creía que estaba haciendo suficientes obras para obtenerla.

Por el tiempo de sus dudas llega a manos de Manuel Aguas un panfleto protestante titulado Verdadera libertad. Su primera reacción es combatir el tratado con lo que él llama su arsenal romanista. Pero la voz de su conciencia lo lleva a pensar que tal vez él estaba en el error. El todavía sacerdote decide ponerse a estudiar, dice, todos los libros y panfletos protestantes que pudiese conseguir.

En la misiva de 1871, enviada a las oficinas de la Iglesia episcopal en Estados Unidos con el fin de que apoye el trabajo evangélico que los mexicanos están realizando en el país, Manuel Aguas insiste en que, además de los libros protestantes, sobre todo se da a la tarea de estudiar la Biblia. Es entonces cuando comienza a ver la luz del Señor y queda totalmente convencido de la “la falsedad del sistema romano […] encontré la largamente deseada paz de mi alma”. Por lo que escribe después parece que decide dejar de practicar el sacerdocio católico pero no hacer pública en ese momento (¿1870?) su conversión, sino que se sostiene por su trabajo de médico y en las tardes leía la Santa Escritura a mi familia, y oraba con ella.

Una vez que tiene claro que él ya es protestante, Manuel Aguas comienza a reunirse en la que llama en su misiva Iglesia protestante provisional. En ésta ministraba el misionero Henry C. Riley, nacido en Chile en 1835, educado en Estados Unidos e Inglaterra y ordenado ministro de la Iglesia episcopal en 1866. Antes de llegar a México, en 1869, Riley pastoreaba una iglesia de habla castellana en Nueva York.

Dado que ya corre la versión de que Manuel Aguas es un protestante comprometido, en medios periodísticos como El Monitor Republicano el sacerdote católico Nicolás Arias le hace llegar una carta en la que lo impele a responder sobre cuál es su identidad confesional. Aguas responde el 16 de abril de 1871 con una extensa misiva en la que no deja lugar a dudas sobre sus creencias evangélicas; su escrito está lleno de citas bíblicas.

Su respuesta es un rotundo sí, a la pregunta de si se ha convertido al protestantismo. Pero antes de ello el ex sacerdote católico Manuel Aguas hace una relación a quien le pregunta, el cura Nicolás Arias, de dónde estaba en cuestiones de fe y su nueva creencia evangélica, cuyas características describirá a lo largo de la misiva, que es un manifiesto en el que rompe definitivamente con el catolicismo.

Quien fuera dominico empieza comentándole a su interlocutor que como sacerdote había seguido la religión tal como Roma la enseña; de manera que todavía hace tres años era cura de Azcapotzalco, combatía al protestantismo con todas mis fuerzas, y aun hice que algunos protestantes se reconciliaran con la Iglesia Romana. Creía entonces que profesaba la verdadera religión.

La conversión de Manuel Aguas fue tema de intensos debates en la prensa liberal y conservadora de entonces. Fue excomulgado por el obispo Antonio Pelagio de Labastida y Dávalos. El activismo del ex sacerdote católico resultó en la fundación de varias células evangélicas en la ciudad de México y sus alrededores. De todo ello nos ocuparemos en el próximo artículo.