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Jazz

Los homenajes a Eugenio Toussaint

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El grupo Sacbé, de los hermanos Toussaint (Eugenio, primero de izquierda a derecha), en una de sus actuaciones en 2007Foto Fernando Aceves
E

l quinto aniversario de Tónica –la heroica y obstinada asociación civil que ha logrado catalizar los quehaceres jazzísticos en Guadalajara, Zapopan y anexas– ha servido de contexto para la realización de un muy atractivo concierto con el bando de Tributo a Eugenio Toussaint.

Los atractivos se multiplicaban, desde el emblemático escenario del teatro Degollado hasta la consabida calidad de los músicos invitados; pero el interés aumentó más todavía cuando nos enteramos de la participación de Fernando Toussaint, hermano de Eugenio y baterista fundador del grupo Sacbé, quien previamente se había negado a intervenir en los homenajes que se organizan en el Lunario del Auditorio Nacional (La Jornada, 30/5/11) y que culminan el próximo miércoles.

Pero vámonos despacio. El Tributo a Eugenio Toussaint se realizará este martes 28 de junio, a partir de las ocho de la noche, en el Degollado, con la participación de Arturo O’Farrill y Jay Rodríguez, dos iconos del jazz latino (Arturo es digno heredero de Chico O’Farril y Jay –por mencionar sólo un dato– debutó a los 15 años como saxofonista principal de Tito Puente). Después de este dueto aparecerá el trío de Willy Zavala, pianista tapatío que estrenará una obra dedicada a Eugenio Toussaint.

Hay más. El tercer grupo en escena será Sacbé. Para que esto fuera posible, los hermanos Fernando y Enrique Toussaint (este último viaja desde Minneápolis) extrajeron las últimas grabaciones de piano que hizo Eugenio en Minneápolis, las reproducirán en Guadalajara y los dos tocarán encima de ese piano. Interesante. Emocionante.

El tributo cerrará con Arturo O’Farrill, Jay Rodríguez y los hermanos Toussaint tocando juntos temas de Eugenio y de Sacbé.

En plática con Fernando sobre el tributo en Guadalajara, comentó sin preámbulos: “Quiero decirte que la cuestión ésta de los homenajes a Eugenio en el Lunario… ellos dicen que no he podido ir, pero no es que no pueda; sí puedo, pero no quiero ir. En primer lugar, se me hace una enorme falta de respeto para su música y para su imagen. Todos esos organizadores que ahora se dicen muy amigos y muy cercanos de mi hermano no tuvieron nada o no tuvieron mucho que ver en su vida. Hacen todo esto como cochinito de alcancía”.

Apunta entonces este escribidor que entre los organizadores está Jan, el hijo de Eugenio, y Fernando revira: Jan no sabe ni lo que está haciendo. Moisés Palacios es patético. A Nicolás Alvarado lo respeto, pero se me hace que no se da cuenta de que todo esto es sólo para sacar lana. Y ya no hablo más, porque me va a salir lumbre. Pregunto si puedo publicar todo esto y de inmediato contesta que para eso me lo está diciendo.

Un teólogo salesiano, de cuyo nombre no puedo acordarme, afirmaba que cuando una persona muere, automáticamente se desconecta de la realidad de este mundo; decía que partiendo de la premisa del amor de Dios hacia el hombre, resultaba imposible que un alma en presencia divina se diera cuenta de las miserias y los conflictos que arrastraban sus seres queridos en este planeta. Palabras más, palabras menos.

En sus últimos años, Jorge Luis Borges espetaba que si existiera la justicia, al morir uno debía convertirse en nada.

Si el teólogo mexicano o el escritor argentino tienen razón, no debo preocuparme por la tranquilidad de mi cuate Eugenio, que por ahi entonces debe andar, feliz e indocumentado, haciendo música ciento por ciento celestial. De otra manera, creo que se pondría un tanto triste y suspiraría, preguntándose, entre la angustia y la lucidez, por qué nunca en vida tuvo tantos reflectores encima.