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El hombre ciudad fue recordado ayer por sus amigos, en el Palacio de Bellas Artes

“Monsi nos hace una gran falta, una falta horrible”: Poniatowska

Rememoraron el talento, sarcasmo y amor por el país del autor de Apocalipstick

Sergio Pitol compartió los inicios de su amistad con el cronista y nuestra capacidad para vivir gozosamente

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Imagen tomada en 2006, cuando Monsiváis presentó una de sus colecciones en el Museo del Estanquillo, adonde fueron trasladadas sus cenizas, en una urna elaborada por Francisco ToledoFoto Guillermo Sologuren
 
Periódico La Jornada
Lunes 20 de junio de 2011, p. 8

A un año de la desaparición física de Carlos Monsiváis, el hombre ciudad, el referente ético y político de brillante humor, el activista, Mr. Memory, la voz independiente, lúcida y crítica, el cronista, ensayista, periodista y escritor más querido y respetado de la literatura mexicana, fue recordado a través de su pensamiento y su obra, este domingo en la Sala Manuel M. Ponce, del Palacio de Bellas Artes.

Elena Poniatowska, Sergio Pitol, Javier Aranda, Marta Lamas y Jenaro Villamil se reunieron para hablar de las aportaciones, talento, habilidad sarcástica, influencia e inmensa capacidad de trabajo y compromiso social, ya que Monsiváis estuvo ligado a una amplia diversidad de causas sociales y culturales.

Entre los comentarios, anécdotas y reflexiones en torno a la figura de Monsiváis, Poniatowska, amiga entrañable del autor, compartió con los asistentes que sus dos traviesos gatitos, de nombre Monsi y Vais, son un conjuro contra la ausencia del escritor.

“Digo Monsi y Vais 10 o 20 veces al día”; con lo cual siempre tiene en mente la conducta traviesa y esquiva de los felinos, Poniatowska recordó que a Monsiváis amarlo era padecerlo.

Más allá del reproche en tono maternal y tras evocar la urna diseñada y realizada por el pintor Francisco Toledo, en la que reposan las cenizas del autor, Poniatowska recordó que Monsiváis era el hombre ciudad, como lo llamó Adolfo Castañón.

¿Qué tiene que nos jala?

“De tanto escribir sobre movimientos sociales –destacó la escritora– el propio Monsi se ha vuelto un movimiento social. Cada vez que nos reunimos, la conversación termina girando invariablemente en torno a Monsi. ¿Qué tiene él que nos jala como una centrífuga que nos hace picadillo con sus aforismos, sus sarcasmos, sus prodigiosas mentiras, sus prodigiosas verdades? Me atrevo a una respuesta –continuó Poniatowska–: Monsi iba directo a la esencia. Su gran entereza, su lucidez implacable, su inteligencia crítica, su falta de poder personal y su total ausencia de privilegios lo convirtieron en defensor de los derechos civiles. Fue el ciudadano que mejor denunció la inmensa codicia rampante de los políticos que nos gobiernan y una buena bofetada a la demagogia monolítica.”

Por ello, sus seguidores “somos en cierto modo un operativo a futuro, al que se unen todos aquellos (personajes y personalidades) sobre quienes escribió”.

Monsiváis, concluyó Poniatowska, nos hace una gran falta, una falta horrible.

Presente en el estrado, el maestro Sergio Pitol cedió su texto para su lectura a Javier Aranda. Como uno de los más antiguos amigos de Monsiváis, Pitol evocó el inicio de esa larga amistad, sus primeras lecturas y andanzas, así como nuestra capacidad para vivir gozosamente.

La diversidad de su cultura y su capacidad para la polémica, distinguen a Monsiváis, apuntó Pitol, pero sobre todo, agregó, “está presente su humor, un permanente chubasco que cae sobre el desierto de solemnidad.

Carlos se empecinaba en sus propósitos, explicó el maestro Pitol, quien recordó la lucha y el asesinato de Rubén Jaramillo y el interés de Monsiváis por esa causa.

Para concluir, destacó: “Carlos escribió libros iluminadores. Sus libros son testimonio del caos, de sus rituales, de sus grandezas, abyecciones, horrores, excesos y formas de liberación. Son nuestro esperpento.

Cultura y sociedad son sus dos grandes dominios. La inteligencia, el humor y la cólera han sido (para Monsiváis) sus mejores consejeros.

En un texto incluido en El arte de la fuga, Sergio Pitol se refiere a su amigp Carlos Monsiváis como Mr. Memory, agudo ensayista, cronista de nuestras desventuras y documentador de la fecundísima gama de nuestra imbecilidad nacional.

Recordando a Monsiváis, Pitol evocó sus primeros años de amistad y lecturas. “Ambos leímos en abundancia autores anglosajones; yo de preferencia ingleses y él estadunidenses; eso produjo una benéfica contaminación, declaramos que el lenguaje de Borges constituye el mayor milagro que le había ocurrido a nuestro idioma; Carlos añade que uno de los momentos más altos de la lengua castellana se debe a Casiodoro de Reyna y a su discípulo, Cipriano de Valera, y cuando le pregunté: ‘¿quiénes son?’, me respondió escandalizado: ‘Nada menos que son los primeros traductores de la Biblia en España, también el lenguaje de Faulkner, como el de Melville y Poe, profundamente marcados por la Biblia: es una derivación religiosa del Lenguaje Revelado’.

“Hablamos en todo momento de libros y reiteramos nuestras preferencias, y a los nombres habituales añadimos otros: Alejo Carpentier, Machado de Assis, Juan Carlos Onetti, y los poetas: Quevedo, Garcilaso, López Velarde, Neruda, Vallejo, Pellicer, Gorostiza, y los españoles de la Generación del 27.

“Luego hablamos de un libro fabuloso: La vida del doctor Johnson, escrito por James Boswell, donde el biógrafo y el biografiado, alternativamente, como los notables personajes que fueron, anticipan ya rasgos del buen señor Pickwick, o más hogareñamente, de don Reginito Burrón, lo que hacía aún más deleitosas nuestras lecturas.

“Carlos fue muchas cosas –abundó Pitol–, pero sobre todo nuestra conciencia común más lúcida y penetrante, su persona y su obra se convirtieron en una guía moral para moverse en este México del que tanto escribió y al que supo ver tan claramente. A su muerte, hay en el ambiente una suerte de desamparo. Nadie podrá tomar su lugar. Ya se extraña su prosa transparente y aguda, sus comentarios certeros y eficaces, así como su presencia universal. A través de sus libros sigo dialogando con él, como desde aquel 1954.

Todo eso fue y sigue siendo Carlos Monsiváis y además, ya lo habrán descubierto ustedes, mi más entrañable amigo.