18 de junio de 2011     Número 45

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Estados Unidos

Juventud, migración e identidad:
un mosaico de experiencias


FOTO: Lucas Ninno

Óscar Chacón

Las migraciones desde México, los países de América Central, el Caribe y el resto de América Latina hacia Estados Unidos (EU) siempre han sido procesos protagonizados en buena medida por gente joven (de 18 a 35 años). Esta característica hace de las personas migrantes un bastión de aportes económicos a la economía del vecino del norte.

El Buró del Censo de EU estima que la mayoría de la población inmigrante latinoamericana en este país se ubica principalmente entre 20 y 44 años de edad. Pero más allá de ser gente joven y de hablar español como su primera lengua, estos migrantes representan un bloque muy heterogéneo de población en muchos sentidos.

La experiencia de la juventud migrante en EU, en lo referente a su identidad cultural y la evolución de la misma, no ha sido un tema de enfoque de estudios académicos ampliamente conocidos. Las opiniones expresadas en este breve ensayo parten de mi experiencia trabajando con poblaciones migrantes durante las tres décadas recientes, habiendo sido yo mismo un joven migrante cuando llegué a EU a principios de los 80s.

En estas tres décadas, y de manera más pronunciada desde principios de los 90s, la población migrante en EU ha vivido bajo un asalto político sistemático, caracterizado por el rechazo práctico a su cultura, a pesar de las celebraciones de alta visibilidad que ocurren en torno al 5 de mayo o en el Mes de la Hispanidad (octubre). El rechazo que desde la cultura dominante sufren la juventud mexicana y el resto de la población inmigrante de México y del resto de América Latina ha propiciado que busquen en la afirmación y celebración de sus propias culturas el aliciente emocional que todas las personas necesitamos para sentirnos bien con nosotros mismos.

En ese contexto, se podría afirmar que las profecías hechas por intelectuales como Samuel Huntington –que parten de la idea de que las poblaciones migrantes latinoamericanas no son grupos sociales interesados en asimilarse a la cultura estadounidense (anglosajona y protestante) y por tanto representan una amenaza para EU– se están cumpliendo de alguna manera, debido a lo inhóspito del ambiente sociocultural generado por las actitudes y las políticas antiinmigrantes, las cuales son dirigidas por sectores políticos inspirados por la visión racista y xenófoba promovida precisamente por Huntington y otros de la misma línea.

Si al ambiente hostil se le añade el viejo paradigma del redescubrimiento de la identidad nacional cuando uno se encuentra fuera de su territorio, el resultado es uno que se puede resumir para el caso mexicano con la afirmación de que nadie es más mexicano que un mexicano en el extranjero.


FOTO: Fernando Rosales

Así, precisamente por estar fuera del territorio nacional, y además ser despreciado por la cultura dominante del país de residencia, buena parte de la población mexicana que reside en EU, incluyendo a la juventud, gravita hacia un redescubrimiento y una afirmación de su propia identidad y cultura, lo cual tiene múltiples significados específicos.

No se puede hablar de “la” experiencia de la juventud migrante en EU, pues se trata de una gama de experiencias diversas, dependiendo del lugar de asentamiento geográfico de la población, del grado de concentración que se da en cada lugar específico, de la condición migratoria (con visas o sin autorización), grado de educación formal, extracción socioeconómica original (ya sea urbana o rural), identidad o apariencia étnico-racial, etcétera.

En el caso de la juventud migrante mexicana de origen rural, el grado de arraigo de su identidad propia previo a la experiencia migratoria influye mucho en la manera en que su cultura e identidad se irán expresando: si el grado de afirmación cultural en el lugar de origen era elevado, es muy probable que en la experiencia migratoria este factor esté presente; por el contrario, si no existía un sentido de afirmación y celebración de la identidad cultural propia, es muy probable que el joven migrante, aunque sea de una extracción rural, vaya siendo fácilmente absorbido por la corriente política que empuja hacia la asimilación de la identidad estadounidense.

Pero más allá de todo esto, una condición que hace una diferencia decisiva es si las comunidades migrantes se organizan como tales. En la medida que la juventud migrante se organiza, ya sea como subgrupo social o como parte del colectivo migrante en general, los temas de identidad y cultura pasan a ser elementos centrales en sus procesos de inserción política, social y económica en EU. La posibilidad que los migrantes, y particularmente los jóvenes, identifiquen, afirmen y celebren su identidad y su cultura desde su individualidad en la sociedad es muy remota. Pero si las comunidades migrantes son capaces de auto-organizarse, la promoción de su identidad y cultura se convierte en un elemento central.

En las grandes ciudades de EU (Los Ángeles, San José, Houston, Chicago, New York, etcétera) que han sido lugares históricos de concentración de población migrante mexicana y demás latinoamericanos, como también en los lugares nuevos de asentamiento, la juventud migrante está expuesta a los procesos antes descritos. En todo caso, esta juventud está sujeta a una transformación gradual en cuanto a su identidad y cultura. Independientemente de si los jóvenes gravitan hacia el redescubrimiento de su identidad propia, o hacia la idea de la asimilación, el resultado específico es algo nuevo y sujeto a una dinámica constante de cambio con el correr del tiempo.

Finalmente, es importante notar que el cambio en cuanto a cómo se entiende y cómo se practican la identidad y la cultura de la población migrante es un proceso que se transmite también al lugar de origen de las poblaciones migrantes. En otras palabras, la transformación ocurre en los nuevos lugares de residencia de las personas migrantes, como también en sus ranchos y lugares de origen. En los casos donde la interacción entre el lugar de origen y la población residente en el extranjero es personal y muy dinámica, esta transformación tiende a ser más notable. Pero este proceso ocurre aun en los casos donde no hay mucha interacción física directa, sino por medio del incremento en la comunicación entre quienes permanecen en el lugar de origen y aquellos que viven en el extranjero. Estas dinámicas de interacción y retroalimentación tienden a fortalecer la propensión hacia más flujos migratorios, lo cual refuerza el ciclo descrito entre juventud, migración, identidad y cultura.

Si la experiencia migrante en EU fuese a experimentar un cambio fundamental en cuanto al trato que se da a las personas migrantes, como también a la orientación de la política de inmigración de EU, es concebible imaginar un cambio en la manera en que estas dinámicas se podrían expresar en el futuro. Sin embargo, hoy por hoy esos cambios no parecen inminentes.

Inmigrante salvadoreño en EU y director ejecutivo de la Alianza Nacional de Comunidades Caribeñas y Latino Americanas (NALACC, por sus siglas en inglés)


DECLARACIÓN JÓVENES AGRICULTORES

Nosotros, jóvenes agricultores, no estamos a favor de una liberalización del sector agrícola desprovista de mecanismos de regulación, que tendría como resultado la baja de precios para los agricultores, una desestabilización de los mercados internos de los países y una reducción del acceso a la tierra para los campesinos que lleve a la desaparición muchas familias campesinas.

Nosotros, jóvenes agricultores del mundo, nos comprometemos a presentar y a defender esta posición ante nuestros ciudadanos y nuestros gobiernos y exhortamos a la Organización Mundial de Comercio y a sus países miembros a incluir, en el ámbito de las negociaciones agrícolas internacionales actuales, los principios y prioridades expresados en esta declaración para que los agricultores puedan vivir de su oficio.

Para vencer el hambre y la pobreza en el mundo, se debe fortalecer el poder de los agricultores en los mercados con respecto a los demás actores de la cadena agroalimentaria.

En efecto, en muchos casos, la desreglamentación y la liberalización condujeron a una fuerte presión hacia la baja de los precios de producción y al aumento de los márgenes comerciales

París, 11 – 15 de junio de 2003

Unión Europea

Políticas europeas para
jóvenes rurales

  • Sólo 7% de los agricultores tiene menos de
    35 años en la UE

Diego Balduzzi

Después de la Segunda Guerra Mundial, la economía y la sociedad europeas han experimentado un fuerte desarrollo que ha transformado el rostro del viejo continente y de su medio rural. En Italia, en los años 50s poco menos de la mitad de la población trabajaba en el sector agrícola, y hoy está allí menos del cinco por ciento. Con este impetuoso cambio, la población rural, especialmente la que aún trabaja en el campo, es de edades avanzadas.

En la Unión Europea sólo siete por ciento de los agricultores tiene menos de 35 años; ese es el promedio pero hay países donde la situación es todavía más crítica. De los 12 millones de agricultores europeos, 4.5 millones tienen más de 65 años.

¿Por qué no hay más jóvenes en el campo? Las razones son muchas. Lo que vivimos es claramente el resultado de un complejo proceso histórico y socio-económico, pero también hay barreras que limitan e impiden la renovación generacional de los agricultores. El alto costo de la tierra (considerando que una hectárea de riego en las zonas de agricultura más desarrolladas de Italia vale más o menos 90 mil euros, o sea alrededor de un millón 538 mil pesos mexicanos); las dificultades para acceder a préstamos; la baja renta agrícola, y la falta de servicios sociales en las zonas rurales son las principales barreras que encuentran los jóvenes que quieren montar sus explotaciones agrarias.

En este marco, la Política Agrícola Común (PAC) tiene entre sus objetivos apoyar la incorporación de jóvenes como titulares de unidades productivas. Desde la reforma de Agenda 2000, la PAC tiene dos pilares: el primero, que es mantener los apoyos directos a los agricultores –hoy sin relación con la producción, con un esquema llamado “ayudas desvinculadas”–, y los apoyos relacionados con el respeto a una serie de normas medioambientales, de inocuidad de los alimentos y de bienestar de los animales, que entran en el rubro de “condicionalidad”.

El segundo pilar es el de la política de desarrollo rural, que fomenta todas las iniciativas rurales. Ésta ha sido reforzada para ayudar al campo a responder a las demandas económicas, sociales y medioambientales que plantea la sociedad europea. El Fondo Europeo Agrícola de Desarrollo Rural tiene en su presupuesto2007- 2013 más recursos para fomentar los tres ejes de esa política: la competitividad en el sector agrícola, el medio ambiente y la calidad de vida en las zonas rurales.

Cada Estado europeo tiene, bajo la supervisión de la Comisión Europea, su propio Plan de Desarrollo Rural, y en muchos países hay Planes distintos por región, con medidas específicas para los jóvenes.

Los beneficiarios de estas ayudas son jóvenes, menores de 40 años, y son para que accedan a la titularidad, exclusiva o compartida, de una explotación agraria, o para que se incorporen como socios de una entidad asociativa titular de una explotación, con la generación al menos de un puesto de trabajo estable. La legislación de la Unión Europea establece que las ayudas máximas, como subvención directa, por la primera instalación en una explotación pueden llegar a 70 mil euros (un millón 196 mil pesos mexicanos). Pero en Italia, así como en muchos otros países, los pagos no superan los 40mil euros (683 mil 600 pesos).

En el presupuesto 2007-2013 se ha destacado mucho el tema del “plan de desarrollo de empresa”, conocido también como “paquete jóvenes”. Con éste, y por medio de un plan de desarrollo de empresa, el joven puede beneficiarse de ayudas para realizar inversiones en su granja, a efecto de modernizar construcciones y maquinaria agrícola, crear instalaciones de trasformación alimentaria y otras medidas, con una asistencia formativa y técnica. En este caso las ayudas pueden ser directas o como bonificación de los intereses del préstamo necesario para ejecutar estas inversiones y llegan a representar 50 por ciento de los gastos.

Hacer un balance de estas medidas no es fácil. El Consejo Europeo de los Jóvenes Agricultores (CEJA), que reúne a las asociaciones juveniles europeas de las organizaciones empresariales agrícolas, ya ha pedido a la Comisión Europea un compromiso más fuerte para la renovación generacional en este sector. Le pide fortalecer el “paquete jóvenes agricultores” con más recursos para fomentar la instalación de explotaciones agrarias. Los jóvenes no piden sólo más ayudas, sino medidas para la formación y la educación con miras a que el agro sea cada vez más competitivo.

Hay ejemplos que demuestran que la innovación ha sido la clave del éxito de muchas experiencias empresariales puestas en marcha por los jóvenes: el turismo rural en todas sus formas, la venta directa a los consumidores de productos alimentarios de calidad, los nuevos servicios medioambientales que las explotaciones agrarias pueden ofrecer a la comunidad. Todas éstas son vías innovadoras para mantenerse en el medio rural y para persistir en la agricultura que los jóvenes están persiguiendo con éxito.

Ingeniero agrónomo y periodista; trabaja para la Confederación Italiana de Agricultores

Guatemala

Los Ixcán Boys

Pablo Sigüenza Ramírez

Ixcán significa, en idioma q’anjob’al, tierra de muchos relámpagos y muchas lluvias; en kaqchikel significa mujer o madre serpiente. Este municipio del norte de Guatemala fue territorio selvático inexplorado hasta que la colonización inició en los años 60s del siglo pasado. Los colonizadores, campesinos pobres, llegaron del altiplano central y occidental del país en busca de tierra para producir, recurso que en sus lugares de origen era escaso, ubicado en pendientes y de poca profundidad cultivable. Encontrar tierras en la selva les permitió no verse obligados a trabajar en las grandes fincas de los terratenientes explotadores de la Costa Sur y la Boca Costa. La lejanía de estos nuevos asentamientos y cooperativas respecto de los centros urbanos hizo que los primeros colonos pudieran sobrevivir apartados de la relación con el Estado y ya en los 70s el grado de desarrollo comunitario en el medio de la selva era considerable.

A finales de los 70s e inicios de los 80s el Ixcán fue golpeado duramente por la política contrainsurgente del Estado guatemalteco; la región fue militarizada, y la violencia fue política de gobierno (persecución a líderes comunitarios y cooperativistas, asesinatos y aldeas arrasadas, prácticamente desaparecidas del mapa). La población, que unos años atrás había arriesgado la vida en el proceso de colonizar, tuvo que escapar de la violencia; muchos se refugiaron en territorio mexicano, otros huyeron a las ciudades y otros quedaron escondidos dentro de la selva en lo que se conoce como las Comunidades de Población en Resistencia (CPR). Mujeres ancianas, jóvenes, embarazadas, cargando cinco o seis hijos también formaban parte de la población que corrió para salvar su vida. Niños y niñas dejaron sus juguetes, sus animales de patio y su alegría en las aldeas que estaban siendo quemadas por columnas militares.

En 1998 cuatro de aquellos niños que salvaron su vida y vivieron en el sur de México por 13 años como parte de las familias de refugiados, entraron a la facultad de agronomía de la universidad estatal en Ciudad de Guatemala. A diferencia de otros estudiantes indígenas, estos cuatro compañeros no escondieron su historia ni su lengua: en los pasillos se les oía platicar en k’iche’, su idioma materno, mismo en el que desarrollaban las discusiones que la práctica de laboratorio de química orgánica exigía. Su fuerte y explícita identidad maya, además de su solidaridad como estudiantes y compañeros de clase, les valió el respeto y admiración en aquellos años de universidad. Eran conocidos como los Ixcán boys.

Estos jóvenes tenían, a sus 20 años, una larga y dura historia que contar. Con el retorno de miles de refugiados guatemaltecos ubicados en México, ellos también regresaron al Ixcán de donde salieron huyendo con sus padres. Y con la fuerza de la juventud y con su identidad comunitaria aportaron a la reconstrucción de su aldea Santa María del Tzejá. También en 1998 los jóvenes retornados se organizaron en la Asociación de Estudiantes y Profesionales de Santa María del Tzejá y aldeas circunvecinas (Aesmac Kemb’al N’oj). Hoy son 60 miembros, entre mujeres y hombres que estudian a nivel preuniversitario y universitario o que ejercen ya su profesión.

Esta juventud es motor de desarrollo e identidad comunitaria. Tiene un trabajo importante de recuperación de la memoria histórica para recordar a los familiares y amigos que cayeron en manos de la violencia militar. Sus conocimientos en las ciencias y la academia los ponen al servicio de la comunidad y de los más jóvenes: cada profesional que sale de las aulas del magisterio o la universidad dona un año completo de servicio comunitario trabajando duramente educación en los institutos de nivel básico o en el desarrollo de proyectos productivos. Es bueno saber que a pesar de la guerra fraticida que desangró al país, hay grupos de jóvenes que, nacidos y nacidas en la guerra, hoy son constructores de resistencia y de un nuevo destino. Jóvenes formando jóvenes. Identidad maya como semilla y cosecha de futuro.

Investigador del Colectivo de Estudios Rurales IXIM [email protected]

Para más información sobre el Ixcán visite: http://www.youtube.com/cantabal Contacto con la asociación AESMAC Kenb’al N’oj: [email protected] Foto-reportajes sobre el campo en Guatemala: www.entrelamilpa.blogspot.com

Debe gobierno transparentar presupuestos públicos del campo: de Schutter

  • Critica los privilegios que reciben productores del norte vs abandono de campesinos pobres

FOTO: Enrique Pérez S. / ANEC

Lourdes Edith Rudiño

El relator especial de Naciones Unidas para la Alimentación, Olivier de Schutter, criticó la falta de equidad de los programas públicos destinados al agro; advirtió que la dependencia alimentaria de México, equivalente a más de 40 por ciento del consumo, es peligrosa y podría llegar a 80 por ciento en 2030, y dijo que espera que el gobierno mexicano explique con detalle y transparencia qué ha hecho para apoyar a los productores de pequeña escala, qué recursos públicos les ha destinado, y en particular de qué política fueron objeto durante el periodo de desgravación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), cuando México vio declinar su capacidad de auto proveerse de alimentos.

El belga –quien está iniciando este 2011 su segundo periodo de tres años en este cargo de relator de la Organización de las Naciones Unidas (ONU)– se reunió con 11 organizaciones campesinas en el Foro El Hambre no Espera, el 13 de junio, en el marco de la visita oficial que realiza a México del 13 al 20 de junio, y allí afirmó: “tendré muchas preguntas que hacer al gobierno en cuanto a los apoyos públicos a los agricultores mexicanos ya que me he quedado muy impactado porque programas como Ingreso Objetivo o Procampo en vez de prevenir mayor desigualdad la provocan y hacen que los grandes productores del norte sean los beneficiarios y no me queda claro qué es lo que ha hecho el gobierno para ayudar a los campesinos más pobres (…)”.

En el mismo marco, pero en comentarios a la prensa, consideró que el encarecimiento y volatilidad de los precios internacionales de los productos agrícolas continuarán, dados los persistentes fenómenos de especulación, cambio climático y uso de materias primas del campo para generar agrocombustibles. Dijo: si bien el programa Oportunidades es un buen instrumento de apoyo a la población pobre ante esta situación, también es indispensable una decisión más firme: alinear el salario mínimo con los precios de la canasta básica. “Esto es algo fundamental para el derecho a la alimentación”.

Previamente, en nombre de las organizaciones participantes en el Foro, Max Correa, secretario general de la Central Campesina Cardenista (CCC), le dijo que en México hay 19.5 millones de personas que sufren pobreza alimentaria, predominantemente indígenas, y muchas de ellas niños, y que el problema se presenta con más agudeza en los territorios rurales, que son los que deberían recibir impulso para producir alimentos. Max Correa entregó al relator un documento donde se le pide que exprese al mundo que México vive una situación de emergencia alimentaria. Suscribieron el texto las 11 organizaciones (ANEC, CCC, CIOAC, CNC, CCI, CNPA, Cocyp, Coduc, FDCCChih, Unorca y UNTA).

Olivier de Schutter comentó una observación de Víctor Suárez, director de la Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores del Campo (ANEC), en el sentido de que es injusta y absurda la forma que tiene el gobierno de medir la dependencia alimentaria.

De Schutter señaló que ese indicador es deficiente pues debería considerar el poder adquisitivo de la gente pobre y también tomar en cuenta que la inundación de los mercados por productos extranjeros afecta mucho a los pobres.

Confió en que el derecho a la alimentación –cuya inserción en la Constitución Mexicana fue aprobado recientemente por el Congreso y está en proceso de validación de Congresos estatales– “va a hacer la diferencia para las políticas públicas del gobierno; sobre todo deberá hacerlas más transparentes, con una mayor rendición de cuentas. Además este derecho permitirá al país revisar su política de importación y exportación; hoy la dependencia alimentaria que tiene México es muy fuerte, y creo que podría tener un mejor balance para lograr la soberanía alimentaria”.

Ante el Foro, recordó cómo en enero de 2007 la población mexicana salió a las calles a manifestarse contra el encarecimiento de 50 por ciento de la tortilla, fenómeno que, dijo, ocurrió fundamentalmente por la especulación de grandes consorcios comercializadores e industrializadores, como Maseca, Cargill y Arancia Corn Production.

Habló del dumping que ha sufrido el agro mexicano y los efectos en pérdida de soberanía alimentaria y de daño al empleo e ingreso de la población. “Desde entonces (de 2007), las cosas no han mejorado tanto (…) Hemos visto que a partir del TLCAN, del periodo de 1997 a 2005, los agricultores han perdido mil millones de dólares anuales y los más afectados han sido los pequeños agricultores, los más pobres. Lo que sucede es muy sencillo: México fue bajando sus aranceles hasta eliminarlos en 2008, y mientras Estados Unidos no se mostró muy disciplinado y utilizó subsidios para sus productos agrícolas. En ese periodo las importaciones de soya aumentaron 159 por ciento, las de carne de cerdo 707 por ciento y las de maíz 430 por ciento (…)

“La primera consecuencia de esto fue que 2.3 millones de campesinos a partir del TLCAN dejaron la agricultura para emigrar a Estados Unidos y a las ciudades, y otros cinco millones buscaron su ingreso en fuentes ajenas al campo. Esto ha afectado a la agricultura campesina en su mayor parte. La segunda consecuencia es la dependencia alimentaria presentada por México en este periodo. Se calcula que el país importa unos 25 mil millones de dólares de alimentos para su consumo. Las importaciones ya representan 43 por ciento del consumo total. Y los investigadores identifican que si sigue esta tendencia para el 2030 llegará a 80 por ciento”.

De Schutter, quien en su estancia en nuestro país se reuniría con legisladores, con los titulares de Agricultura y Desarrollo Social, así como con gobernadores, como el de Chiapas, y con organizaciones civiles y de derechos humanos, dijo que México ha hecho que su campo se oriente más a las exportaciones, lo cual beneficia sólo a los agricultores de gran escala. Así, la agricultura se ha dirigido más al monocultivo y a la agricultura industrial, lo cual afecta gravemente al medio ambiente y contribuye al cambio climático, ya que mucha de la agricultura industrial depende de la energía y del petróleo.

“Estoy de acuerdo con ustedes, el hambre no espera, y para eso tenemos que tomar tres direcciones: tenemos que readecuar las políticas del hambre, en donde no sólo se decida alimentar a los países, sino que el país pueda alimentarse a sí mismo. El derecho a la alimentación no es ser alimentado sino es el derecho a alimentarse. Y por eso tenemos que ayudar a los productores a que tengan una interacción mucho más estrecha con los consumidores urbanos y debemos protegerlos de los grandes compradores de insumos. Hay que ayudar a los agricultores a que establezcan cooperativas para que utilicen su poder de negociación en la cadena alimenticia.

“En segundo lugar, la transición que debemos ver es un cambio en que la agricultura se base no en los insumos sino en el conocimiento, y con esto me refiero a que tengamos más prácticas agroecológicas, que no dependamos tanto de los combustibles fósiles. Que podamos incrementar el ingreso de los agricultores al utilizar menos insumos y depender menos de las grandes corporaciones que compran sus productos. De esta manera podremos reducir el impacto ecológico de la agricultura.

“La tercera transición que tenemos que ver es pasar de políticas orientadas a combatir el hambre y ayudar a los más necesitados por medio de políticas donde se describa al beneficiario como una persona que tiene capacidades y derechos. La decisión de incorporar el derecho a la alimentación en la Constitución nos permite pasar de una necesidad de reconocimiento de derechos a una obligación, y de allí la importancia de una política que sea dirigida a auxiliar a los más vulnerables, sin discriminar y sin hacer prácticas clientelistas que favorezcan la corrupción”.

La participación de Olivier de Schutter, en inglés, concluyó con una frase que dijo en español: “Pero esa es una utopía, un sueño imposible. Y les leo esta cita de Eduardo Galeano: ‘La utopía está en el horizonte, me acerco dos pasos, se aleja d os pasos; me acerco diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. ¿Para qué sirve la utopía?, para caminar.”

Minimizan Fao y Sagarpa la crisis
agroalimentaria en México

Víctor Suárez Carrera

Luego de 17 años de iniciado el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), las importaciones de alimentos que realiza México equivalen a 40 por ciento del consumo nacional, con un valor de 22 mil 500 millones de dólares en 2010. Y proyecciones del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) dicen que si no cambia la tendencia, en 2030 este porcentaje llegará a 80.

Sufrimos así una grave dependencia alimentaria con enormes y negativas implicaciones en términos económicos, sociales, migratorios, nutricionales, medioambientales, de seguridad pública y de seguridad nacional, así como en los ámbitos de empleo, equidad, control inflacionario y derechos humanos que el gobierno mexicano se niega a reconocer y que sistemáticamente minimiza con la ayuda de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

En el reciente foro Expectativas del Sector Agroalimentario y Pesquero, el titular de la Secretaría de Agricultura (Sagarpa), Francisco Mayorga, declaró que México está muy lejos de ser un país con dependencia alimentaria puesto que la FAO determina que un país tiene tal dependencia cuando el valor de sus importaciones de alimentos supera el 25 por ciento del valor de sus exportaciones totales, y en México se incurre sólo en el 7.7 por ciento con base en esa ecuación (La Jornada, 19/05/11).

Esto fue ratificado, “fundamentado” y apoyado entusiastamente en el propio Foro por dos representantes de la oficina de la FAO en México (Nuria Urquía y Carmen Culebro). ¡Qué maravilla!

Bajo este criterio –que pareciera haber sido establecido por los países agroexportadores y las trasnacionales agroalimentarias y no por la FAO–, si México comprara en el exterior el ciento por ciento de sus alimentos, seguiría estando muy lejos de ser un país con dependencia alimentaria, puesto que las importaciones sólo signifi carían el 17.6 por ciento del valor de sus exportaciones totales.

Para qué preocuparnos entonces. ¿Cuál dependencia alimentaria? ¿Cuál crisis agroalimentaria y nutricional global y nacional? ¿Para qué cambiar de modelo? ¡Viva el criterio de la FAO, viva el libre mercado, vivan las importaciones, vivan las trasnacionales agroalimentarias!

No es posible seguir tapando el sol con un dedo. De nada sirve recurrir a artílugios y a criterios “de la FAO” para intentar justificar un modelo fracasado y evadir los problemas de la realidad. Es hora de encarar la necesidad de otro modelo agroalimentario y nutricional.

Director ejecutivo de la ANEC