“Nos dijeron que si ayudábamos, nos íbamos a meter en problemas”

De las cosas que más se enorgullece la señora Gloria Díaz Herrera es contar cómo salvó, junto con su esposo, a más de 20 estudiantes, quienes el 10 de junio de 1971 respondieron a la convocatoria para marchar de la Escuela Normal de Maestros (ENM) al Zócalo, sin saber lo que ocurriría.

Los recuerdos se remontan a aquella tarde de jueves: “Estaba bañando a mi niña cuando de repente oímos ruidos y gritos y salimos a asomarnos”.

Su casa estaba en la vecindad marcada con el número 87 de avenida de Los Maestros, exactamente frente a la ENM. Eran 21 casas. Hoy es un inmueble derruido, deshabitado, pero conserva las estructuras metálicas en las ventanas que sirvieron para que varios jóvenes treparan por ellas y escaparan del ataque de los militares, granaderos y los Halcones.


Concentración estudiantil en el Casco de Santo Tomás horas antes del ataque por fuerzas del gobierno federal, el jueves 10 de junio de 1971 FOTO: Archivo personal de Paco Ignacio Taibo II

Al pie de esa vetusta construcción, Gloria Díaz narra: “cuando me asomé a la puerta de la calle vi que corrían muchos jóvenes, alguien atrás de mi gritó: “cierren la puerta’. Así lo hice y fuimos rápido a la azotea, y desde ahí vimos todo lo que pasaba.

“Los chavos se brincaban la barda hacia el interior de la Normal y hacia la guardería, pero en esta acera también corrían más muchachos. Entonces mi esposo y otras dos personas comenzaron a llamarlos: “¡por aquí, por aquí!’, y rápido varios jóvenes comenzaron a alzar a las mujeres por las rejas de las ventanas de la vecindad y luego ellos se trepaban.

“Ya dentro de la vecindad los hacíamos pasar hacia atrás porque afuera era una cosa muy fea. ¿Que qué se veía? Pues les estaban pegando los halcones, que salieron de la calle Sor Juana, y ahí los acorralaron. Les pegaban con palos, como con toletes. Eso fue lo que pasó”.

–¿Hasta qué hora estuvieron los jóvenes en su casa?

–Hasta el anochecer los dejamos salir. Los acompañamos hasta la puerta porque tenían mucho miedo.

–Los estudiantes que brincaron hacia la vecindad estaban golpeados?

–No, lograron salvarse. Pero para los que se quedaron afuera no fue igual. Eran ríos de sangre. Era una cosa muy fuerte. En la calle Sor Juana, sobre esa acera, estaban los camiones de basura con los Halcones adentro, y en el cruce de avenida de Los Maestros y Sor Juana los emboscaron, por ésta y por Amado Nervo. Todo lo que es la México-Tacuba la situación estaba fea, horrible.

“Cuando se daban las agresiones nosotros salimos a buscar a un compadre; lo encontramos aquí adelante, todo lleno de sangre, creíamos que le habían pegado, y no, se metió bajo un carro para protegerse y la sangre que traía no era suya, sino la que corría por la calle.

En esos años Gloria Díaz y su esposo tenían un molino de nixtamal y tres tortillerías, por lo que eran muy conocidos en la zona.

Sus recuerdos también abarcan a algunas familias que vivían en la vecindad que “decían que no querían meterse en problemas y cerraron sus puertas y no dejaron entrar a nadie. Aquí afuera se paró un militar y nos dijo que no metiéramos a ninguna persona porque si no nos ibamos a meter en problemas. No le hicimos caso y pudimos ayudar a muchos jóvenes”, suelta orgullosa.

No sólo eso, “me acuerdo también que en el número 15 de esta calle (avenida de Los Maestros) vivía una vecinita que se llamaba Mari, que también resguardó en su casa a estudiantes.

–El viernes 11, ¿cómo amaneció la zona?

–Bueno, la tarde y noche del jueves aquí se veía mucha sangre, en varias partes se veía mucha sangre, zapatos, mochilas, chamarras... pero al otro día que nos levantamos ya estaba todo limpio. No había señales de nada.

Hoy día Gloria Díaz Herrera, de 64 años de edad, dice con orgullo tener 44 años de casada, cinco hijos y 10 nietos, “y no quisiera que les pase lo que a esos muchachos el 10 de junio de 1971”.