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Mineros
 
Periódico La Jornada
Sábado 4 de junio de 2011, p. 3

Cuando se derrota la causa justa, cuando se humilla a los valientes, cuando hombres puestos a prueba al fondo y en la boca de los tiros de las minas son tratados como basura, cuando se cagan sobre el noble y los jueces en la corte creen mentiras y a los calumniadores se les paga por calumniar con salarios que podrían mantener con vida a las familias de una docena de mineros en huelga, cuando los policías gorilas, con sus macanas ensangrentadas, se encuentran no en el banquillo de los acusados, sino en la Lista de Honor,1 cuando se deshonra nuestro pasado y se desdeñan sus promesas y sacrificios con sonrisas de ignorancia y maldad, cuando familias enteras llegan a sospechar que aquellos que ejercen el poder son sordos a la razón y a toda súplica y que no hay recurso de apelación en ninguna parte, cuando poco a poco uno se da cuenta de que pese a las palabras que pueda haber en el diccionario, pese a lo que diga la reina o informen los corresponsales parlamentarios, pese a la manera en que el sistema se autodenomine para enmascarar su desvergüenza y egoísmo, cuando poco a poco uno se da cuenta de que Ellos se han propuesto quebrarte, se han propuesto quebrar tu herencia, tus destrezas, tus comunidades, tu poesía, tus círculos, tu hogar y, en lo posible, también tus huesos, cuando finalmente la gente se da cuenta de eso, también puede oír, sonando dentro de su cabeza, la hora de los asesinatos, de la venganza justificada. En los últimos años, durante noches sin dormir, en Escocia y Gales del sur, en Derbyshire y Kent, en Yorkshire, Northumberland y Lancashire, muchos oyeron, estoy seguro, al yacer reflexivos en su cama, el sonar de esa hora. Y nada podría ser más humano, más tierno, que semejante visión: los inmisericordes ejecutados sumariamente por los misericordiosos. La palabra ternura es la que nos es entrañable y la que Ellos nunca pueden entender, pues no saben a qué se refiere. Esa visión está surgiendo en todo el mundo. Los héroes vengadores ahora son imaginados y esperados. Ya son temidos por los inmisericordes y bendecidos por mí y quizá por ti.

Yo haría todo lo posible para proteger a ese héroe. Sin embargo, si durante el tiempo que estuviese dándole refugio me dijera que le gustaba dibujar o, suponiendo que fuese una mujer, me dijera que siempre había querido pintar, pero nunca había tenido la oportunidad o el tiempo para hacerlo, si eso ocurriese, creo que le diría: Mira, si quieres, es posible que puedas conseguir de otra manera lo que te propones, una manera con menores repercusiones en tus camaradas y que se preste menos a confusión. No puedo decirte lo que hace el arte ni cómo lo hace, pero sé que el arte a menudo ha juzgado a los jueces, exhortado a los inocentes a la venganza y mostrado al futuro el sufrimiento del pasado para que no fuera olvidado. Sé también que cuando el arte hace eso, cualquiera que sea su forma, los poderosos le temen, y que entre el pueblo ese arte corre a veces como un rumor y una leyenda porque le da sentido a lo que no pueden dárselo las brutalidades de la vida, un sentido que nos une, pues al fin y al cabo es inseparable de un acto de justicia. Cuando funciona así, el arte se convierte en el lugar de encuentro de lo invisible, lo irreductible, lo perdurable, las agallas y el honor.

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Imagen tomada del libro Cumplir una citaFoto Solwei Stampe y Knud Stampe
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John BergerFoto Jean Mohr
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Imagen tomada del libro Cumplir una citaFoto Solwei Stampe y Knud Stampe

El nuevo libro del poeta, novelista, dramaturgo y ensayista John Berger (Londres, 1926), colaborador de La Jornada, es una coedición de la Universidad del Claustro de Sor Juana y Ediciones Era, con cuyo consentimiento ofrecemos a los lectores un capítulo de este volumen, a manera de adelanto, pues empezará a circular en breve en librerías mexicanas.

Cumplir con una cita, anotan los editores, es una recopilación de ensayos sobre encuentros luminosos, algunos productos del azar, otros de la voluntad de conocimiento. En ellos se reúne la mirada del observador con la superficie pintada del lienzo, el tiempo presente de la percepción con el pasado irremontable del momento creativo, la indagación del sujeto con aquello que no acaba de revelársele más allá de la apariencia.

Ya sea en la sala del museo o en el zoológico, al pie del lecho de muerte de su madre o sobre el territorio desdibujado del sueño, frente al Esopo de Velázquez o ante una maternidad de Henry Moore, John Berger acepta el misterio profundo de las cosas como único punto de partida para su comprensión, y pone en evidencia la fragilidad de nuestras respuestas. A cambion, nos invita siempre a compartir su asombro.

1 Lista anual emitida por la reina de Inglaterra con los nombres de las personas distinguidas por sus servicios a la sociedad [T.].