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Penultimátum

Culto a Pedro Infante

S

egún las encuestas levantadas los recientes cinco decenios, el mejor actor de la historia mexicana es Pedro Infante. Por encima de los de la época de oro del cine nacional (como Pedro Armendáriz, Arturo de Córdova o Joaquín Pardavé) o de la actual (con Gael García, Diego Luna y Damián Alcázar a la cabeza de la lista). Si de cantantes se trata, también el nunca bien llorado carpintero de Guamúchil ocupa  las preferencias del respetable, por encima de Jorge Negrete, Javier Solís, José José, Juan Gabriel, Marco Antonio Muñiz, Luis Miguel o Agustín Lara. Sus películas e interpretaciones son las que el público recuerda aunque han pasado 54 años desde aquel fatídico 15 de abril en que Pedrito se desplomó en Mérida.

Durante la celebración del más reciente aniversario luctuoso en el Panteón Jardín, el músico Raymundo Castro (primera trompeta del Mariachi Internacional de Zapopan) pidió a los reporteros presentes su ayuda para localizar el sitio en que se encuentra el monumento que por tantos años resguardó los restos de Pedro. Hace seis años algunos familiares del ídolo denunciaron el robo de dicha pieza, lo que causó, como bien recordarán los lectores, consternación general.

Después se supo que no había sido sustraída ilegalmente, sino que algunos de sus descendientes resolvieron remplazarla por una nueva y moderna. Y que el monumento original lo venderían mediante subasta pública, contando para ello con el visto bueno de la familia Infante Cruz. Así fue, y dos meses después se supo que la casa Louis C. Morton se encargaría de realizarla y podría participar cualquier persona, grupo, empresa, institución y hasta extranjeros.

Finalmente el monumento funerario (elaborado en granito blanco y con 26 elementos estructurales entre los que destacan floreros, columnas y un par de cruces) que resguardó los restos del actor y cantante fue vendido en 85 mil pesos. La puja duró solamente tres minutos, ante la sorpresa de los presentes en la subasta, y mucho más de la familia del ídolo, que esperaba dieran cientos de miles por dicho monumento.

El afortunado comprador resultó ser el empresario Rafael Gutiérrez Arroyo, dueño de una recicladora de papel ubicada en Tláhuac. Se dijo que la exhibiría en dicho lugar, cosa que no ocurre hasta hoy. Según rumor insistente, por petición de las autoridades eclesiásticas, que no desean que el lugar se convierta  en sitio de peregrinación y culto público. Ahora los fieles al ídolo buscan afanosamente al secretario de Educación Pública, el maestro Alonso Lujambio, a fin de que, como parte de su campaña para obtener la candidatura del PAN a la Presidencia de la República, declare el citado mausoleo Monumento Nacional. De hacerlo, le prometen votación millonaria. Seguiremos informando.