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El maestro recibe un homenaje de la Filarmónica de la Ciudad por su cumpleaños 95

La música pertenece a otra dimensión: Herrera de la Fuente

Obras escritas por el director de orquesta integran el programa de este fin de semana

El conocimiento también acrecienta la ignorancia: revela lo inabarcable del mundo

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Luis Herrera de la Fuente durante el ensayo, ayer, con la Filarmónica de la Ciudad de MéxicoFoto Cristina Rodríguez
 
Periódico La Jornada
Viernes 27 de mayo de 2011, p. 4

Salvo escribir música y tratar de entender los enigmas de esta expresión, poco es lo que preocupa a Luis Herrera de la Fuente, quien el 25 de abril cumplió 95 años, motivo por el cual este fin de semana recibirá un concierto-homenaje de la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México (OFCM), con un programa integrado por obras de su autoría y en la que él será director huésped.

Me conformo con el presente, y vivo con la sensación de qué barbaridad, cómo es que he podido cumplir tantos años, señala el maestro en entrevista con La Jornada.

“A la hora que suena la música, para mí sigue siendo un misterio. Acumular experiencia, vivir, da como resultado que todas las dudas se hacen más grandes. El conocimiento es también una manera de acrecentar la ignorancia, porque uno se da cuenta de lo inabarcable que es el mundo.

“Eso me pasa ahora con la música; es un misterio del que no tengo la menor idea de por qué ocurre, por qué funciona y por qué rayos he estado tanto tiempo metido en esto, cuando podía haber hecho algo para ganar lana.

Sin embargo, la he pasado muy bien, porque es un fenómeno que me atrae: no es una cuestión de que me guste la música; también me gusta el espagueti y no por eso me he dedicado a hacerlo toda mi vida. No es una cuestión de gusto; es otra dimensión, no sé cuál ni la entiendo. No es por hacerle al Sócrates, pero en realidad lo único que sé ahora es que no sé nada.

Trabajo como un albañil

–¿Cómo se siente por volver a tomar la batuta?

–Si junto a ella hubiera una copa de champaña, preferiría tomar esa copa. En realidad no iba a dirigir este concierto, pero rodaron muchas circunstancias, y pues aquí estoy.

“Mi cardiólogo me dio permiso de dirigir siempre que lo haga sentado. Hace unos seis o siete años, en uno de los últimos conciertos que dirigí, en Guadalajara, me dio un infarto en plena actuación.

“Por fortuna había un doctor entre el público, el cual me llevó al hospital. Me quedé entonces con ese temor y por eso consulté ahora al cardiólogo, quien me hizo toda clase de pruebas y salí bien; me dijo que podía dirigir, pero que no lo hiciera de pie, porque es un esfuerzo extra para alguien de mi edad.

La verdad es que tomo el palito y lo muevo de aquí para allá y luego ya no sé a dónde ando. Jajaja.

–¿Qué significa para usted dirigir su propia obra?

–Sí es especial, pero no tanto. Mi música, como cualquier otra, se compone de notas, valores, entonaciones, etcétera; entonces lo que trato es de hacer eso bien hecho, nada más.

–Dice la pianista María Teresa Rodríguez que la experiencia es un peine que llega cuando uno está calvo. ¿Cuál es su relación hoy con la música, cómo la entiende, digamos en contraste con hace 50 años?

–La verdad ya no sé. Uno se va llenando la cabeza, el cuerpo y todo uno de tantísimas experiencias de toda índole, relacionadas con nuestra profesión, con el arte que, en este momento, en vez de tener una claridad mayor, tengo una menor.

Y señalo esto porque la experiencia quiere decir también duda. Nunca he funcionado en el sentido de que si tengo una experiencia creo que estoy en lo correcto. Por el contrario, crece la duda.

–Hace un par de años escribía apenas su primera sinfonía y ahora incluso estrenará la segunda. ¿Cómo las describe?

–Mi primera sinfonía sigue allí, no ha habido oportunidad de tocarla. En cambio, tengo ahora la posibilidad de hacer la segunda y escribo ya la tercera. Sobre ellas puedo decir que las trabajo como lo hace un albañil.

“Éste pone un tabique y se retira para ver si está bien, le pone la plomada, lo ve desde distintos ángulos, lo toca; en fin, usa todos sus recursos para cerciorarse de que esté bien colocado, en el lugar que le corresponde.

Eso hago con mis cosas. Ya cómo quede el edificio después, quién sabe. No conozco las obras que estoy dirigiendo ahora, nunca las he oído. Las puse en el papel, pero lo que cuenta en la música es el sonido. Puede estar muy bien hecha una obra en el papel, pero nomás no funciona en el sonido. Entonces, no sé si todo esto que he hecho funcionan bien o no en el sonido.

–Y de su gusto por escribir literatura, ¿qué cuenta?

–He dejado de escribir. Precisamente porque me he metido a escribir música, me he consagrado a eso. No podría decir que ya no me interesa escribir, pero tiene más fuerza lo otro.

–¿Se siente satisfecho de esta nueva época como compositor?

–No propiamente satisfecho, pero tengo la alegría de haberme dedicado a componer estos últimos años. Me produce mucha alegría hacer ese trabajo. Estudié música con el propósito de ser compositor y con ese mismo fin estudié piano, violín, toqué el órgano, estudié canto.

“Sin embargo, las circunstancias de estar viviendo dentro del oficio de la música me llevaron a la dirección de orquesta. Fue un accidente afortunado que debo a un director muy famoso en México y el mundo, Sergius Chelevidaque. Su personalidad me impresionó mucho y decidí hacerlo.

Tengo una carta de un músico italiano que fue muy famoso, Luigi Dallapiccola, quien después de oír una de mis obras me dijo que había cometido la mayor de las estupideces, que dejara la dirección y me dedicara a la composición. Me sentí como un perrito a la mitad de la calle, que lo llaman de las dos aceras y lo atropellan.