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Muchos en el mundo se interesan por ustedes, dijo el director de orquesta a los palestinos

Barenboim burla el cerco israelí para llevar un concierto de paz a Gaza

El público lo ovacionó cuando expresó: no se puede esperar que un pueblo viva bajo ocupación

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Aspecto del concierto que dirigió Daniel Barenboim, ayer, en la franja de GazaFoto Ap
The Independent
Periódico La Jornada
Miércoles 4 de mayo de 2011, p. 4

Ciudad de Gaza, 3 de mayo. Para un hombre que se define como apolítico, fue un comentario de profundo sentido político. “Soy palestino –expresó el director de orquesta israelí Daniel Barenboim al auditorio que escuchó su primera presentación en la sitiada Gaza–. También soy israelí. Así que ya ven: es posible ser las dos cosas.”

Fue una declaración de solidaridad con un pueblo ocupado, pero con un contenido de verdad. Barenboim, judío nacido en Argentina, recibió la ciudadanía palestina honoraria en 2008, por sus servicios a los palestinos.

Como sus solicitudes de visitar Gaza fueron rechazadas por Is-rael, Barenboim dio la vuelta a los canales normales para traer a este enclave costero, a través de Egipto, un ensamble internacional, integrado por 25 músicos de las principales orquestas euro-peas, con el fin de interpretar un concierto de paz. Fue la primera vez que un grupo de músicos destacados ha tocado en Gaza desde que Israel impuso su bloqueo por tierra y mar a este minúsculo bastión, hace cuatro años, y lo aisló del mundo.

Bajo estrictas medidas de seguridad en un espectacular centro cultural de la línea costera de Gaza, los músicos ejecutaron obras de Mozart, incluida la Pequeña serenata nocturna, a un público formado por varios cientos de palestinos, muchos de ellos niños de escuela. Para algunos fue su introducción a la música clásica y aplaudían después de cada movimiento. Pero cuando la orquesta comenzó a tocar la Sinfonía en sol menor de Mozart, hubo algo que muchos en el auditorio pudieron evocar: Fairuz, la afamada cantante libanesa, adaptó esa melodía a una de sus más famosas canciones de amor. Mágico, exclamó entusiasmado Abdel Jader, estudiante de 15 años, después del concierto. Una experiencia que se da una sola vez en la vida.

Barenboim, quien se crió apenas a 45 minutos de allí, en Tel Aviv, donde los relucientes rascacielos y los ajetreados restaurantes ofrecen un rudo contraste con los edificios de la ciudad de Gaza, devastados por la guerra, dirigió palabras conmovedoras al público al abrir el concierto.

“Ustedes llevan muchos años de bloqueo –dijo–, y por eso vinimos hoy… no sólo para darles solaz y quizás placer al escuchar, sino para que entiendan que mucha gente en todo el mundo se interesa por ustedes.”

Por muy elogiado que sea por los palestinos, en Israel Barenboim despierta emociones divididas a causa de su abierta oposición a la política del gobierno hacia los territorios ocupados. En el momento más intenso de la segunda intifada, acusó a Tel Aviv de cometer una abominación moral.

El director musical de la Staatskapelle de Berlín, que estuvo casado con la célebre chelista Jaqueline du Pre, quien tuvo una muerte prematura a causa de la esclerosis múltiple, también ha despertado controversia con sus esfuerzos por ejecutar en Israel obras de Richard Wagner, el compositor favorito de Hitler, con gran repulsión de sobrevivientes del holocausto y sus familias.

Uniéndose a un llamado cada vez más numeroso a levantar el sitio con el cual Israel pretende debilitar a Hamas, organización que domina el enclave costero, Barenboim señaló: La gente tiene que aprender a vivir lado a lado, no espalda con espalda.

El bloqueo terrestre y naval impuesto por Israel en 2007, después que Hamas ganó el control de Gaza, ha diezmado la alguna vez floreciente economía de la franja y encarcelado de hecho a la mayoría del millón y medio de personas que viven aquí.

Organismos de derechos humanos lo consideran un castigo colectivo y han apremiado a Israel a levantarlo. Bajo presión internacional, Tel Aviv lo ha aligerado un poco, pero persisten las restricciones a la exportación –esencial para la recuperación económica– y a la libertad de viajar para los palestinos. Barenboim, nombrado mensajero de la ONU para la paz, señaló que había perdido algunos valores de su infancia en Israel y que estaba dolido y triste por la forma en que ha evolucionado este conflicto que se ha prolongado por décadas.

Éste es un conflicto de dos pueblos que están convencidos de tener el derecho a vivir en el mismo pequeño pedazo de tierra; por tanto, nuestros destinos están vinculados, dijo el director. No se puede esperar que ningún pueblo viva bajo ocupación, añadió, y el público se puso de pie para ovacionarlo.

Barenboim, quien ganó fama como pianista de clase mundial, ha intentado promover el entendimiento mutuo entre israelíes y palestinos por medio de la música. Junto con su amigo Edward Said, el intelectual palestino, formó la Orquesta Diván Oeste-Este, integrada por jóvenes músicos israelíes y palestinos.

Pero también ha creado divisiones. Cuando preguntó, hace una década, a un público israelí si quería escuchar una pieza de Wagner, cuyos escritos antisemitas le acarrearon la admiración de Hitler, desencadenó un furioso debate de 30 minutos durante el cual varios en el auditorio le lanzaron insultos, tildándolo de fascista y de ser una desgracia para su pueblo. Cuando comenzó a dirigir la obra, varios salieron del auditorio.

Su visita a Gaza, a invitación de la ONU y de ONG palestinas, podría atraerle un oprobio semejante en algunos sectores. Israel se negó a concederle el acceso a Gaza por el cruce de Erez el año pasado, con el argumento de que Hamas aún retenía a Gilad Shalit, el soldado israelí capturado en una incursión al otro lado de la frontera, hace cinco años.

Terminado el concierto, Barenboim y su ensamble se dirigieron a la frontera egipcia para abordar un vuelo chárter de regreso a Berlín.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya