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En 2007, decenas murieron ahí en atentado

Resurge la vida intelectual en calle librera de Bagdad
 
Periódico La Jornada
Lunes 11 de abril de 2011, p. a14

Bagdad, 10 de abril. Tenemos un dicho: El Cairo escribe, Beirut imprime, Bagdad lee, comenta Abdul-Waag Mizher al-Radi, dueño de la Casa de Libros Científicos, una de las innumerables librerías apiñadas a lo largo de la calle Mutanabi, en la capital iraquí.

Leer, comprar y hablar sobre libros son los placeres que definen a un intelectual de Bagdad; durante generaciones la vida literaria ha girado en torno a esta calle.

Hace cuatro años, un coche bomba mató a 26 personas en el lugar, profundo golpe a la intelectualidad de Irak. Ahora, la calle de nuevo está abierta, vigilada y aparentemente a salvo, repleta cada viernes de estudiantes, profesores y profesionales.

La calle comienza con una estatua de Mutanabi, poeta del siglo X y una de las más destacadas figuras de la literatura árabe. Se extiende hasta más allá de edificios gubernamentales de la era otomana llegando hasta el corazón de la ciudad antigua de Bagdad.

“La calle Mutanabi es el punto de catarsis cultural para los iraquíes. Mutanabi es un lugar adonde vienen los intelectuales de Irak no sólo para comprar libros, sino para ver el nuevo lugar, para encontrarse con amigos un viernes“, señala al-Razdi.

La industria del libro, que se redujo hasta quedar en la nada durante el punto crítico de la violencia sectaria de Irak (2006-2007), está mejor que nunca, dice el librero. Hubo un salto en la demanda de libros, por parte de estudiantes, intelectuales y jóvenes, añade.

Bagdad sigue sin ser normal: todos los días explota una bomba en algún lugar, usualmente al amanecer. Pero los militantes de hace tres o cuatro años con máscaras negras ya no controlan los barrios y las caravanas de vehículos blindados estadunidenses ya no están en las calles.

Ahora las familias pasean por sus parques junto al río. Las multitudes se congregan para la noche de bingo en el club social. Pero tal vez no hay mejor señal del ansia de la ciudad por regresar a lo que alguna vez fue, que la reconstrucción de la calle Mutanabi.

En el café Shabandar, famoso lugar al final de la calle, ancianos fuman de pipas de agua, beben té espeso y hojean periódicos bajo retratos de la antigua ciudad real de Irak.

Cintas negras sobre retratos en la pared conmemoran a los muertos en la explosión, pero más allá de eso, dice Hussein Ali Ismail, es igual a como lo recuerda de su juventud, antes de que Saddam Hussein y las guerras de Irak minaran la vida intelectual de la ciudad.

Este no es un lugar de encuentro. Aquí, el lugar te encuentra a ti, explica Ismail en un inglés con tenue acento texano adquirido después de trabajar años como ingeniero petrolero.

A uno le da felicidad ver a un reportero. Te gusta su columna. Y a uno lo pone feliz hablar con él, intercambiar ideas. Ver a tus amigos. Ver el más reciente libro editado, cuenta.

Assan Abbas, de 61 años, quien trabajó en el café durante tres décadas, había salido a realizar una diligencia cuando ocurrió el atentado. Volvió corriendo y halló a los hijos del dueño del café muertos en la calle.

Hoy, el café está nuevamente tan atareado como antes, aunque cierra a las 15 horas en vez de a las 22, como antes.

En el café, el doctor Nabeel azl-Qaisi, cardiólogo que ahora vive en Austria, regresó para empaparse de la vida que recuerda de joven, en medio de imágenes de la antigua familia real colgadas en la pared.

Siento que estoy en la antigua Bagdad, como antes, cuando había paz. Tengo muchos amigos. Muchos murieron. Me entristece pensar que algún día vendré aquí y estaré solo, lamenta Al-Quaisi.