Opinión
Ver día anteriorLunes 4 de abril de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Melón

Notas para una tesis

M

e llegó un emilio de una criatura del Señor con el nombre de Daymí Alegría Alujas, de nacionalidad cubana, musicóloga y pianista, quien investiga sobre la música de su país en México para elaborar su tesis. Así que tuve la oportunidad de encontrarme con ella y pasarme horas deliciosas, platicando de pasión. Me sorprendió que, a pesar de sus pocos años, tenga conocimiento de los figurones de su patria.

Éste, su enkobio, ha sido afortunado en ese aspecto y coincidimos con la jevita en cuanto a gustos. Así, fueron apareciendo los que han dejado huella a través del tiempo en este México de mis amores. Sin restarle mérito a la Sonora Matancera, la admirable institución no fue la única que impresionó el ambiente sonero en mis principios.

También lo hicieron Arsenio Rodríguez, el Conjunto Casino, Nelo Sosa, los Jóvenes del Cayo, Gloria Matancera y, por supuesto, las orquestas de Julio Cueva, los Hermanos Palau y, sobre todo, la del Casino de la Playa, con Pérez Prado al piano, con su singular estilo y sus magníficos arreglos arropando a Orlando Guerra, el popular Cascarita, que fue toda una sensación, con un estilo que levantó ámpula.

El caballo y la montura se hicieron populares en grado superlativo, pero hubo otros como El figurín y Pancho el ripiao, que estaban por la maceta y fueron constancia de la calidad de Cascarita y, sin duda, lo que dejó el Cara’e foca en la isla bella –en esa época de oro del son cubano en México– estará presente en público y soneros de entonces por la calidad del personal y porque la vida nocturna que había en el Distrito Federal lo permitía, así como porque el valor adquisitivo de nuestro peso nos ponía a gozar.

Los soneros cubanos eran, como diría Lalo Tréllez, de primer nivel, y los mexicanos iban en ascenso. Los grupos y las orquestas sonaban de maravilla, abundaba el trabajo y era una delicia, pero todo esto ahora brilla por su ausencia. Vale decir que la niña se quedó sorprendida y admirada nada más de imaginarse lo que se escuchaba.

Siete tardes en los salones de baile y allá van: lunes en el Unión, también llamado Overol y después, Fénix; martes en Los Ángeles; La Playa, los miércoles; Oaxaqueño –más tarde el Swing Club–, los jueves; el viernes El Amanecer; sábado por doquier, y el domingo igual, así que todo era gozar.

Por las noches había para todos los gustos y todos los bolsillos. Créame, asere, el jícamo estaba a sus órdenes por toda la ciudad. Así, pude ser testigo de los cambios que fueron apareciendo en la música cubana, empezando con el bolero mambo como fue un Poquito de tu amor, y varios más antes de la llegada a nuestro país de Pérez Prado, cuya primera grabación fue con la sección rítmica de Los Diablos del Trópico y la paila de Yeyo Tamayo.

Los números que se grabaron fueron El manicero, Tacuba, José y Maupomé. En los bongós estaba Galo Almazán; al tumbador, Carioca; al bajo, Felipe Chía, y en las maracas, Rovirosa. Más tarde se grabó Qué rico el mambo, y lo demás es historia, pero debo decir que esto fue en 1949, porque el chachachá llegó en 1953 y trajo a consecuencia la aparición a cuentagotas del mal llamado chúa-chúa. Para mí debe ser son scat, estilo nacido en el país por músicos mexicanos en un lugar llamado Pigalito, en llamadas misas negras, oficiadas por el sumo sacerdote Pepe Bustos, y perdóneme, mi enkobio, ya me fui muy adelante y aún hay mucho que contar.

Había también programas de radio para escuchar lo novedoso de la orquesta de Chucho Rodríguez, Son Clave de Oro, la Conga de Alvarito, Son Veracruz de Raúl de la Rosa, que contribuyeron a que poco a poco la música cubana se fuera afianzando en el gusto del público chilango.

En Puebla hubo un grupo extraordinario, mientras en Veracruz el Anacaona de Federico Sánchez y el Son Veracruz de Valeque se encargaban de que el saoco no faltara en el puerto. Puedo pensar que la idea que tenía Daymí Alegría de la música cubana en mi querido DF ha cambiado y le sirva para su tesis. Por mi parte lo que hay actualmente, con toda sinceridad, no me gusta y deseo fervientemente que mejore a la brevedad posible y se acerque a lo que hubo en el pasado, aunque creo que eso va a estar difícil. ¡Vale!