Opinión
Ver día anteriorLunes 4 de abril de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El desafío de la mirada
L

a parábola es ridículamente imposible. ¿Cómo imaginar que el emperador anda desnudo y nadie percibe su condición? ¿Cómo creer que todos la ven cuando un cortesano se atreve a revelarla?

Su eficacia deriva de algo sorprendente: describe un fenómeno común, que ocurre todos los días en todas partes. No vemos realidades enteramente evidentes: el prejuicio es más fuerte que los hechos. Hasta que alguien desgarra nuestra ceguera…

La consagración universal de la democracia trajo universal desencanto. Están a la vista sus horrores y decepciones. Pero seguimos atrapados en el marco mental que le atribuyen a Churchill: “La democracia es el peor de todos los sistemas posibles… a excepción de todos los demás”. Este marco mental no considera auténticas alternativas. Si todos los demás son reyes, emperadores o déspotas como Hitler, Pinochet o Mubarak, lo que aún llamamos democracia parece claramente preferible.

Consideremos la situación inmediata, actual, que vivimos en México en estos días.

A la vista de todos está la lamentable situación de nuestros procedimientos electorales. No podrán evitarse las trácalas que se han cometido siempre en el país y se repetirían en 2012, a menos que impidiéramos esa desgracia, la realización misma de las elecciones.

Todo mundo conoce y reconoce el carácter de las campañas electorales, que formarían el juicio de los votantes. Todos sabemos que son un circo mediático, en que la manipulación de los poderes constituidos, apoyando ilegalmente a sus candidatos, es insignificante junto a la que practican los poderes fácticos, poniendo dinero en las campañas o a través de los medios masivos de comunicación.

Es un hecho público y ampliamente reconocido que este fenómeno que se ha vuelto habitual sería aún peor en 2012. Lo vemos desde ahora, porque el circo empezó hace tiempo. No hay forma de evitar el flujo de dineros sucios hacia partidos y candidatos, no importa cuántas vestiduras se rasguen quienes podrían hacer algo al respecto. Son sorprendentemente débiles los procedimientos para prevenir el desvío de recursos públicos a fines electorales. Finalmente, no puede ser más clara y evidente la injerencia ilegítima e ilegal de los poderes fácticos en el proceso electoral.

Todo esto se discute abierta y continuamente en ámbitos privados y públicos. Es enteramente evidente. Es como si todo mundo hubiera estado hablando de la desnudez del emperador, lo que según la parábola no ocurrió. Así podemos ver que el asunto es un poquito más complicado. Lo que no vemos es la opción, aunque esté cada vez más a la vista de todos. No nos atrevemos a verla. Preferimos cerrar los ojos, apretar los dientes y ponernos bajo la ducha fría. Concentramos el empeño en fabricar la ilusión de que todo eso que sabemos no ocurriría esta vez, que en 2012 sería mágica y sorprendentemente posible vencer el fraude y la manipulación y que así podría expresarse libremente una voluntad ciudadana consciente y lúcida que tomaría la mejor decisión para el país y garantizaría que el nuevo salvador de la patria hiciera los prodigios que deberíamos esperar de él.

Este fenómeno social tan descaradamente insensato tiene incluso explicación epistemológica. Los hechos no existen como tales. Todos los hechos son socialmente construidos. Pero un hecho no podrá ser reconocido como tal si no encaja en el marco mental que domina la percepción, por más evidente que sea. No, explicaban los primitivos a los antropólogos: ese hombre no murió porque se haya partido la cabeza al caer al precipicio; murió porque una fuerza oculta decidió su muerte. Veían las fuerzas ocultas, no las interpretaciones médicas. Dentro de su marco mental era imposible ver otra explicación de una muerte. Según Einstein, ningún problema puede ser resuelto dentro del mismo marco mental que lo creó.

Millones de mexicanos siguen atentos el canto de las sirenas, hasta cuando les disgusta profundamente. Construyen de nuevo las ilusiones que les prometen. Que esta vez sí se respetarán los votos, que se elegirá a un gran hombre y que él podrá arreglarlo todo… O bien, piensan que todo es una porquería, pero que no hay de otra.

El emperador está desnudo y su desnudez no es estética. Lo sabemos. Ya no hace falta que un cortesano lo revele. Ahora necesitamos enfrentar con entereza las consecuencias. Despejar la mirada. Darnos cuenta de que la ruta cada vez más repugnante hacia las elecciones de 2012 no es algo inevitable, fatal, el único camino a seguir. Se trata de des-cubrir la opción, darnos cuenta que está ahí, frente a nuestros ojos, que basta abrirlos. Y luego aguantar a pie firme lo que veamos.