Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 3 de abril de 2011 Num: 839

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

El Estado nos debe
No nos ahorra los muertos; sí las explicaciones. No nos ahorra el dolor; sí la justicia
Francisco Segovia

Dos poemas
Tasos Livaditis

Arte, matemática y verdad
Antonio Martorell

Me llaman desde acá
Hjalmar Flax

Los caminos de Graham Greene
Rubén Moheno

Una cita con el general
Graham Greene

Viajero del éter
Iván Farías

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
Javier Sicilia

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Corporal
Manuel Stephens

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Luis Tovar
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Guadalajara 26 (I DE II)

La vigesimosexta edición del Festival Internacional de Cine en Guadalajara (FICG), que concluyó el pasado viernes 1 de abril –aunque estas líneas son pergeñadas el miércoles 30– presenta una serie de cambios y de constantes. Entre los primeros destaca el de la dirección general del propio festival, hoy a cargo de Iván Trujillo –ex titular de la Filmoteca de la UNAM–, cuyo equipo de trabajo ha de hallar pronto la cuadratura de su círculo. También hubo cambio de sede o, hablando con mayor propiedad, finalmente el FICG cuenta con una, pues hasta la pasada edición los asiduos solíamos improvisar como tal la recepción del hotel donde se hospedaba mayoritariamente a los invitados. Habiéndose mudado a las instalaciones de la Expo Guadalajara –misma casa de la Feria Internacional del Libro–, el FICG sale ganando al anular en parte la antigua dispersión, si bien queda pendiente, para el grueso de las exhibiciones, hacerse con los servicios de un complejo cinematográfico principal mucho más accesible y propicio que el dispuesto ahora, mismo que entre sus peculiaridades incluye la de ser pequeño, no demasiado fácilmente localizable, subterráneo y hallarse en un cuarto nivel de sótano; asunto sustancial de cara a la afluencia del público-de-a-deveras –es decir todo aquel que carece de un gafete proporcionado por el festival–, ya que se advierte una notable disminución en la asistencia.

Quienes osaron visitar los así rebautizados búnker o cinemas Atacama, optaron entre una enorme variedad de propuestas fílmicas, y aquí las constantes del FICG: las secciones tanto mexicana como iberoamericana de largometraje, documental y de ficción, así como los cortometrajes nacionales e iberoamericanos, y una más, de corto de animación –siete en total, todos premiables–, a las que se suma un país invitado, que ahora fue Israel, así como diversas secciones en competencia.

Constantes de las otras

Entre éstas persisten dos que qué más quisiera Uno que no verse obligado a comprobar cada año desde hace ya varios marzos, y ambas tienen que ver con el largo mexicano de ficción –vale recordar, la principal y al mismo tiempo más antigua de las secciones de la otrora Muestra de Cine Mexicano–: la primera de tales constantes es que el género documental sigue siendo, comparativamente, mucho más rico, más digno, más pertinente, más congruente y más propositivo –y de pilón, bastante menos costoso–, pero como siempre es incomparablemente menos visto y tomado en cuenta por Todomundo.

Siempre, a juzgar por lo exhibido en este FICG, la otra constante es que, cotejado con el largometraje iberoamericano de ficción, el que se realiza en estos lares queda bastante mal parado, específicamente por lo que hace a la generación y concepción de historias filmables, así como el modo concreto, formalmente hablando, de plasmarlas en celuloide. Coincidencia o no, dicho rezago narrativo, lo mismo temático que estilístico, ha venido siendo más acusado desde que la aplicación de los estímulos fiscales a la cinematografía –posibles gracias al famoso artículo 226 de la Ley de Impuesto sobre la Renta– potenció la cantidad de películas mexicanas producidas en el lapso de un año. Para decirlo rápido y fácil, ahora se filma más, es cierto, pero por infortunada consecuencia también se produce más cine que quizá hubiera hecho mejor si se quedaba en la mente de su hipotético realizador, por lo menos hasta que tanto éste como la historia que quiere contar estuvieran lo suficientemente preparados y no como ahora, que saltan a la película –llegar a la pantalla es otro cantar– tan pronto se juntan los bilimbiques, por cierto la mayoría de las veces obtenidos, si se trata de un filme apoyado por el 226, a cambio de una cada vez más enojosa –por inopinada, gratuita o de plano a güevo– presencia de marcas comerciales a cuadro.

De todo lo cual, por supuesto, el FICG no es de ningún modo responsable, como sí lo es de la selección de los largometrajes de ficción en competencia por el premio Mayahuel. Se ve y se siente bien que sean catorce los largometrajes de ficción en pos del trofeo, a diferencia de años tan magros como los vividos hace no demasiado tiempo, pero se siente bastante feo que solamente tres, quizá cuatro de ellos puedan mirar a la cara, sin sonrojo, las propuestas fílmicas provenientes de Argentina, España y Brasil, por mencionar tres que no hacen al respecto ninguna novedad, pero también las de naciones de la región con muchísima menos prosapia cinematográfica, verbigracia Venezuela o, créalo usted, la República Dominicana.

(Continuará)