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Cetro de cedro
D

esde hace días quiero hablar de AHA, mi primer editor. No recuerdo haberlo conocido nunca, aunque sí a sus hermanas y otros miembros de su familia, algunos llegaron incluso a medio emparentar con la mía, o fueron grandes amigos y por periodos colaboradores o socios en negocios o empresas, todos emigrantes, o descendientes de emigrantes libaneses, y todos, de primera o última intención, finalmente emigrados a México. La mayoría de ellos, dedicados al comercio, y la minoría con órdenes de interés distintos en el mundo del arte, que es el caso de AHA.

Y no conocí a AHA porque yo no le llevé personalmente el cuento que me publicó, que le entregó por mí uno de mis maestros de sicología en la universidad, a la que un par de semestres antes yo había ingresado. Me publicó en el mes de julio de 1970, AHA moriría dos años más tarde. Por cierto, el maestro mío sicólogo que hizo las veces de mi primer agente literario había querido ser escritor, lo que justificaría que yo le hubiera confiado que ese sueño en mí todavía estaba vigente. Lo cierto es que entresaqué de mis cuadernos un texto con el cual probar mi inclinación y él ofreció llevárselo a AHA, que tenía una página en el suplemento cultural de Novedades. AHA escribió unas líneas en las que me presentó como su autora invitada, y en las que, para asombro de mi ignorancia, no sólo clasificaba mi relato dentro del género de literatura fantástica, sino que informaba al lector que el tema del mismo era la transmutación de los cuerpos, lo que me preocupó, pues me sonó a científico, místico o sicológico, pero poco literario. No sé qué me tenía más sorprendida, si ser presentada por AHA, con esta inquietante información, o verme por primera vez en letra impresa.

La verdad es que de entonces para acá con frecuencia pienso en AHA, y a medida que recopilo más datos de su vida, más sé que me habría gustado conocerlo y comentar con él asuntos que me inquietan de la migración de nuestros antepasados, sus padres y mis abuelos maternos. Por ejemplo, que emigraron de un país que se sublevaba contra un imperio extranjero invasor, que lo tiranizaba y explotaba, para llegar a otro, México, que se encontraba a punto de levantarse en armas contra su propio tirano nacional que, si no lo tiranizaba, sí lo explotaba y tampoco le permitía ser realmente autónomo e independiente.

AHA nació en 1900 en San Luis Potosí, de modo que durante los años de lucha evidentemente no habrá podido hacer mayores comparaciones entre los desórdenes sociales en Líbano, de los que habían huido sus padres, y los que al llegar a México vinieron a encontrar aquí. Y quizás explícitamente nunca hizo ninguna comparación en este sentido. Pero estoy segura de que el sedimento que dejaron en él dichas comparaciones posibles, conscientes o no, fue orientando a AHA en el espíritu que infundió a los quehaceres en los que se entretuvo a lo largo de su existencia.

Como antecedentes, diré que creo que fue su papá quien trajo a México la primera imprenta de caracteres arábigos, y que con ella se fundó el periódico Al Jawater (Las ideas). Sé que alrededor de ella nació la Liga Literaria, y que ambas empresas, cercanas a AHA, contribuyeron a despertar en él su vocación hacia el periodismo, la literatura y el cine. Desde sus épocas de estudiante colaboró en revistas con Salvador Novo y Xavier Villaurrutia (que prologó uno de sus títulos), de los que fue amigo. Supongo que ya como universitario participó en la campaña de Vasconcelos por la presidencia de la República, y que dirigió el periódico del movimiento. Además, que a raíz de la derrota vivió en Los Ángeles, donde estudió cine.

Pero lo que me interesa es el espíritu con el que AHA se internó en todas estas manifestaciones de sus intereses, pues si algo lo caracteriza es que su impronta fuera el género policial. El detective protagonista de sus novelas se llamaba Roldán, nombre que es anagrama de ladrón y figura que sintetiza a dictadores como el último sultán que ocupó Líbano o el hombre fuerte que la Revolución Mexicana derrocó aquí, cuerpos transmutados, el de protector en el de vandálico, el de procurador de justicia confundido con el de corrupto. No en balde AHA usó el seudónimo Cagliostro al transformar en ficción la realidad. Cagliostro fue un aventurero, médico, farsante y alquimista italiano nacido en Palermo (la cuna de la Mafia) en 1743.