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Alfonso García Robles + 100
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l pasado 20 de marzo se cumplió el centenario del natalicio de Alfonso García Robles (Zamora, Michoacán, 1911- México, DF, 1991). Su medio siglo en el servicio exterior (1939-1990) constituye uno de los capítulos más sobresalientes de la historia de la diplomacia mexicana en el siglo XX. Su éxito más notable fue la concertación del Tratado de Tlatelolco, que estableció la primera zona libre de armas nucleares en una región densamente poblada. En 1982 obtuvo el Premio Nobel de la Paz, mismo que compartió con la sueca Alva Myrdal.

Empero, a Alfonso García Robles se le conoce y reconoce poco en México. Se han publicado no pocos trabajos académicos y artículos sobre el Tratado de Tlatelolco, pero no existe una sola biografía a fondo de este distinguido internacionalista.

Es cierto que son contadas las biografías de diplomáticos mexicanos. Algunos, como Isidro Fabela, nos dejaron buena cantidad de libros y escritos. Es cierto también que García Robles publicó numerosos libros y ensayos sobre diversos temas, pero su valor para evaluar su pensamiento es muy reducido, ya que se trata más bien de recopilaciones de documentos. Así ocurrió en el caso de sus obras sobre desarme y el derecho del mar. Sus ponencias anuales como miembro de El Colegio Nacional son glosas de sus discursos en los foros multilaterales.

El archivo personal de García Robles tampoco contiene papeles o documentos que nos pudieran auxiliar en un intento de trazar su perfil como funcionario y como persona. Por cierto que ese archivo y su biblioteca fueron donados por su familia a la Universidad de Virginia en Estados Unidos, a raíz de las gestiones realizadas por un profesor de esa institución.

Por tanto, será una tarea difícil investigar la vida profesional del embajador García Robles. ¿Qué debemos intentar rescatar de esa vida?

Hay que empezar por subrayar que se trata de un individuo muy privado. No fue un comunicador natural. Tuve la suerte de trabajar con él desde que ingresé a la Secretaría de Relaciones Exteriores, en 1969. Veinte años después, en vísperas de su jubilación, me correspondió organizar los homenajes de despedida en Ginebra y en la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU), en Nueva York.

Alfonso García Robles fue un funcionario público fuera de serie y, a la vez, una persona muy complicada y difícil de catalogar, por no decir descifrar. Su vida profesional abarcó varios capítulos de particular interés y relevancia para la historia diplomática de nuestro país. Seguir sus pasos y reconstruir su aportación será tarea de los estudiosos de nuestro pasado.

Habrá que partir de un hecho incontrovertible: García Robles llegó siempre con cierto retraso a sus encuentros con la historia. Ingresó ya mayor al servicio exterior; se casó a los casi 40 años de edad; se asomó por primera vez a las cuestiones de desarme relativamente tarde, cuando ya había cumplido el medio siglo, y se dedicó de tiempo completo a esas cuestiones a partir de los 65 (cuando uno suele retirarse del servicio público).

Estudió derecho en la Universidad Nacional, en la ciudad de México, y luego en Europa (1934-1938), titulándose también en París y La Haya. En 1939 ingresó al servicio exterior y fue comisionado en Estocolmo poco antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial.

Son varios los aspectos de su vida profesional que sería útil aclarar: su participación en la explicación y defensa en Europa de la expropiación petrolera de 1938; su contribución al éxito de la Conferencia de Chapultepec, en vísperas de la creación de la ONU; su aportación a la definición del papel de la secretaría de la ONU desde su cargo como primer director de asuntos políticos de la nueva organización mundial (1946-1957), y su gestión como embajador en Brasil (1961-1964).

En la Secretaría de Relaciones Exteriores se le conoce como el arquitecto del Tratado de Tlatelolco durante su gestión como subsecretario (1964-1970). Pero, ¿cómo se puede aquilatar su papel en esa dependencia en los años 1957-1964, y luego como canciller (1975-1976)?

Sería conveniente conocer mejor su indudable vocación internacionalista. Se esmeró por defender el papel central de la ONU en la definición de las relaciones multilaterales a partir de 1946.

Cómo y cuándo se interesó en las cuestiones del desarme, sobre todo del desarme nuclear, es un tema que debería explorarse. Otro sería el alcance de su contribución a la conclusión exitosa tanto del Tratado de Tlatelolco como de la Asamblea General de 1978, dedicada a cuestiones de desarme. Debería conocerse quién se opuso a la negociación del Tratado de Tlatelolco y cómo le hizo García Robles para vencer la resistencia a dicho tratado tanto fuera como dentro de México. Aquí es importante averiguar cuál fue su relación con los dirigentes políticos mexicanos, sobre todo Gustavo Díaz Ordaz y Antonio Carrillo Flores, y posteriormente con Luis Echeverría.

¿Cuáles fueron los motivos del comité Nobel para otorgarle el premio de la paz en 1982? ¿Por qué lo compartió con la señora Myrdal? Ella lo acompañó en la lucha por el desarme en la ONU en los años 60 y 70, pero antes había sido también su colega en la ONU, cuando fue directora de asuntos sociales, a partir de 1949.

De Alva Myrdal tenemos sus obras sobre cuestiones sociales (en especial la reforma penitenciaria en Suecia y la condición jurídica de la mujer), el desarme nuclear y las armas nucleares en Europa. Contamos también con biografías de académicos y sendos libros de dos de sus hijos.

De Alfonso García Robles tenemos pocos trabajos de fondo y escasos esbozos biográficos. Será difícil, si no imposible, averiguar los detalles de mucho de lo que hizo. En este espacio hemos tratado de identificar algunas pistas que podrían seguirse para conocer y reconocer mejor a Alfonso García Robles.