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Implica dejar de ser lo que somos y así ser lo que debemos ser

Es peculiar la guerra zapatista, si perdemos, ganamos: Marcos

La estupidez del capital es tan grande como su ambición, advierte

 
Periódico La Jornada
Domingo 13 de marzo de 2011, p. 18

La guerra es inherente al capitalismo, sostiene el subcomandante Marcos en un escrito dirigido al filósofo Luis Villoro sobre ética, política y guerra. En cambio, la lucha por la paz es anticapitalista, argumenta.

“¿Es posible traer la ética a la guerra? ¿Es posible hacerla irrumpir por entre desfiles castrenses, grados militares, retenes, operativos, combates, muertes? ¿Es posible traerla a cuestionar la validez de las reglas y comportamientos militares?” Aventura la posibilidad de una derrota de la guerra misma. “No me refiero a la derrota como ‘destrucción’ o ‘abandono’, sino a la negación de la existencia como fuerza beligerante”, haciendo una guerra que, si la gana, significará su desaparición como fuerza, y si la pierde, igual, pero nadie hace una guerra para perderla (bueno, Felipe Calderón Hinojosa sí).

Cita a su interlocutor: “Usted, don Luis, ha dicho: ‘La moralidad social constituye sólo un primer nivel, precrítico, de la ética. La ética crítica empieza cuando el sujeto se distancia de las formas de moralidad existentes y se pregunta por la validez de sus reglas y comportamientos. Puede percatarse de que la moralidad social no cumple las virtudes que proclama’”.

Apunta a la peculiaridad de la guerra zapatista: Si perdemos, ganamos; y si ganamos, ganamos. La clave está en que la nuestra no pretende destruir al contrario en el sentido clásico, pues trata de anular el terreno de su realización y las posibilidades de los contrincantes (nosotros incluidos). Ello implica dejar de ser lo que ahora somos y así ser lo que debemos ser.

La construcción de una experiencia como la de los zapatistas de Chiapas ha sido posible porque reconocemos al otro, a la otra, a lo otro, que, en otras tierras de México y del mundo, y sin ser iguales a nosotros, sufren los mismos dolores, sostienen resistencias semejantes, que luchan por una identidad múltiple que no anule, avasalle ni conquiste, y que anhelan un mundo sin ejércitos.

Un primer fragmento de esta reflexión pública entre el jefe zapatista y el filósofo mexicano sobre los alcances y las limitaciones de la guerra había sido divulgado semanas atrás (La Jornada, 15/02/11). Ahora se ha dado a conocer el texto completo, al cual se espera una réplica de Villoro.

Marcos llama la atención sobre el binomio destrucción/reconstrucción. Y respecto a la presunta victoria bushiana tras la invasión de Irak, recuerda que el informe que recibió Washington y le permitió dar por terminada la guerra (que por cierto no termina aún), llegó de los consultores de las grandes trasnacionales: el negocio de la destrucción puede dar paso al de la reconstrucción.

La clave del actual periodo histórico ha sido democracia pacífica internacional y guerras regionales y nacionales. Tras la llamada guerra fría “no hubo guerra nuclear (al menos todavía no, aunque la estupidez del capital es tan grande como su ambición), pero en su lugar hubo innumerables conflictos de todos los niveles que arrojaron millones de muertos, millones de desplazados, de toneladas métricas de material destruido, economías arrasadas, naciones destruidas, sistemas políticos hechos añicos… y millones de dólares de ganancia”.

Foto
El subcomandante Marcos en imagem de archivoFoto Marco Peláez

Mas la sentencia estaba dada para las guerras más modernas o posmodernas, escribe Marcos: son posibles conflictos militares que, por su naturaleza, sean irresolubles en términos de fuerza física. Estas guerras posmodernas no ponen armas más sofisticadas, sino que son llevadas a terrenos donde no es determinante la calidad y cantidad del poder militar. Con siglos de retraso, la teoría militar de arriba descubría que serían posibles conflictos en los que un contrincante abrumadoramente superior en términos militares fuera incapaz de imponer su voluntad a un rival débil.

Sobran ejemplos en la historia moderna, y menciona las derrotas de la mayor potencia bélica en el mundo en Vietnam y Playa Girón. Aunque se podrían agregar las del ejército realista español por las fuerzas insurgentes en México hace 200 años.

En la etapa actual del capitalismo, escribe Marcos, la voluntad que trata de imponer éste es destruir/despoblar y reconstruir/reordenar el territorio conquistado. Para ello es preciso destruir el territorio conquistado y despoblarlo, anulando todo lo que da cohesión a una sociedad.

Ahora bien, el primero de enero de 1994, cuando se hizo visible la guerra contra los pueblos originarios de México, señala el Sub, ¿no éramos nosotros, los zapatistas, los violentos? ¿No se nos acusó de pretender partir el territorio nacional? ¿No se dijo que nuestro objetivo era destruir la paz social, minar las instituciones, sembrar el caos, promover el terror y acabar con el bienestar de una nación libre, independiente y soberana? ¿No se señaló hasta el hartazgo que nuestra demanda de reconocimiento a los derechos y la cultura indígenas socavaba el orden social?.

Destaca la movilización civil del 12 de enero de 1994, que sin pertenencia política definida, nos demandó intentar el camino del diálogo para resolver nuestras demandas. Desde entonces, el EZLN ha insistido, una y otra vez, a pesar de la guerra en contra nuestra, sólo en iniciativas pacíficas, aunque durante años hemos resistido ataques militares, ideológicos y económicos, y ahora el silencio sobre lo que acá ocurre.

Respecto a la experiencia de los indígenas rebeldes subraya: En las condiciones más difíciles no sólo no nos rendimos, ni nos vendimos, ni claudicamos, también construimos mejores condiciones de vida. Manteniendo la independencia de su propuesta, nos relacionamos con equidad con lo otro que, como nosotros, no sólo resiste, también se ha ido construyendo una identidad propia que le da pertenencia social y ahora le representa la única oportunidad sólida de supervivencia al desastre. Admite: Somos pocos, nuestra geografía es limitada, somos nadie, pero también somos otra cosa. En nuestro calendario no manda la zozobra. Sólo nos tenemos a nosotros mismos. Tal vez es poco lo que tenemos, pero no tenemos miedo.