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Bajo la Lupa

Tres barómetros de la revuelta árabe

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Manifestantes egipcios en la plaza Tahrir, ubicada en El CairoFoto Reuters
T

res declaraciones rimbombantes de diferentes personalidades políticas pueden servir de barómetro al devenir de la revuelta del mundo árabe.

La primera fue proferida al Wall Street Journal (8/3/11) por el ministro de Defensa de Israel, general Ehud Barack: Es un terremoto histórico (...) un movimiento en la dirección correcta. Es un movimiento de las sociedades árabes hacia la modernidad.

Resulta interesante la percepción sobre las revueltas juveniles en el mundo árabe de un miembro prominente del complejo militar-industrial israelí, como el general Barack, quien aprovecha la coyuntura para reclamar un apoyo a la seguridad de Israel de parte de Estados Unidos por un monto de 20 mil millones de dólares en la próxima generación, con el fin de manejar las amenazas potenciales que se deriven de las revueltas populares en el mundo árabe en el largo plazo.

Se desprende que Israel, en plena angustia geopolítica, se pertrecha en forma oportunista de las revueltas árabes que durarían una generación.

Antes de las revueltas árabes, Israel era ya uno de los países que más gastaba en el mundo en el ámbito militar: alrededor de 9 por ciento de su PIB, aproximadamente 17 mil millones de dólares al año, de los cuales el apoyo militar de Estados Unidos aporta 3 mil millones, según confesión del propio general Barack.

Nueve por ciento del PIB en gasto militar de Israel constituye el triple del promedio de la mayoría de los países del planeta.

El tiempo se detuvo en el mundo árabe desde la etapa poscolonial de la década de los 60 del siglo pasado y permaneció prácticamente inamovible debido a los imperativos geopolíticos de Estados Unidos, Gran Bretaña e Israel, a los que convino su atraso deliberado.

La compresión del tiempo en el mundo árabe durante medio siglo en promedio, en contraste con el avance democrático en otras latitudes, ha tenido el efecto del rebote de un resorte físico cuando la historia ha recuperado vengativamente desde hace tres meses su cronología reprimida (en el doble sentido de la palabra).

En una segunda declaración in crescendo, el prominente príncipe Alwaleed Bin Talal Bin Abdulaziz al-Saud, nieto del fundador de la dinastía real y jerarca de Kingdom Holding Company (conglomerado con fuertes inversiones en la cadena de hoteles Four Seasons y en Citigroup), diagnosticó sin tapujos, en un editorial asombroso que escribió hace tres semanas para The New York Times (24/2/11), que detrás de las revueltas del mundo árabe se encuentran los sistemas políticos caducos, mucho más que el fervor religioso.

El hombre más rico del mundo árabe y lugar 19 en el ranking muy controvertido de la revista Forbes (cuya clasificación, a nuestro juicio, es muy rudimentaria y no coloca las fortunas colosales de los banqueros esclavistas Rothschild ni la cleptomanía del sátrapa defenestrado Hosni Mubarak, que ascendería a 70 mil millones de dólares), advierte asombrosamente (proviniendo de un miembro prominente de la dinastía saudita) que los países del mundo árabe muy probablemente (¡súper sic!) experimentarán mayores disturbios políticos y civiles, al menos que sus gobiernos adopten políticas diferentes en forma radical (¡súper sic!).

Después de realizar un impecable diagnóstico estructural sobre la mayoría del mundo árabe, menor a los 25 años de edad, el príncipe saudita fulmina que los países árabes tienen el lastre de contar con sistemas políticos que se han vuelto caducos y frágiles, lo cual ha confinado a pequeños círculos la toma de decisiones con resultados que tienen ampliamente como objetivo servir intereses propios y especiales, que niegan la participación política y perpetuan el monopartidismo.

Considera imperativo abrir nuestros sistemas a una mayor participación política, al incremento de transparencia, a la rendición de cuentas con el empoderamiento de las mujeres (¡súper sic!) y los jóvenes.

El príncipe acaba de fustigar la polémica prohibición a las mujeres de conducir vehículos (Reuters, 9/3/11), crítica que ha sido alabada por el ex presidente Clinton (The Daily Beast, 3/11/11).

El sorprendente liberalismo reformista del príncipe ha llegado hasta exponer la patética situación de las mujeres que sufren un mayor desempleo y quienes son marginadas económica y socialmente. Concluye que los vientos de cambio azotan nuestra región con fuerza y sería una locura (sic) suponer que pronto se disiparán.

¿Es producto de la supervivencia ontológica de la dinastía de la casa reinante Saud el reformismo casi revolucionario del príncipe liberal para una sociedad tan tradicional y ultraconservadora?

¿Será aceptado por el resto de la dinastía?

En vísperas de la trascendental sucesión del rey Abdalá, de 88 años de edad, pareciera que los príncipes del reino wahabita se han dividido entre lúcidos reformistas ilustrados y quietistas conservadores medievales.

Por último, la tercera declaración de James Clappter, director de Inteligencia Nacional de EU (que aglutina a sus 16 entidades de espionaje), en un testimonio ante el Congreso, levantó un tornado de reacciones negativas, debido a las polémicas posturas nada diplomáticas sobre Rusia, China y Libia (ABC News, 10/3/11, y The Financial Times 11/3/11).

Según James Clappter, Rusia y China representan la mayor amenaza mortal (¡súper sic!) para EU. Rusia aún posee un arsenal nuclear terrífico, aunque considera que no tiene la intención de usarlo, mientras China “acrecienta sus capacidades militares.

Una cándida confesión sobre Irán y Norcorea de James Clappter seguramente indispuso a los súper halcones del Congreso: preocupan, pero no representan una amenaza a un país continental como EU.

James Clappter recalcó que ya existe un acuerdo de reducción de armas nucleares estratégicas entre EU y Rusia mientras no hay ninguno similar entre EU y China.

En fechas anteriores, James Clappter había causado revuelo al haber caracterizado a los Hermanos Musulmanes de Egipto como una organización laica (¡súper sic!). ¿Coquetea obscenamente EU con los Hermanos Musulmanes para compartir el poder con los golpistas subrepticios de Egipto?

No son infrecuentes las veces que declaraciones de altos funcionarios del espionaje estadunidense parecen tan ingenuas o hasta pretenden inducir en error a sus interlocutores con un metalenguaje que implica toda una hermenéutica desconstructivista que resguarda mensajes de seducciones crípticas o de amenazas decodificadas.

En este tenor, James Clappter considera que la superioridad de las fuerzas militares del coronel Kadafi significa que su régimen prevalecerá en el largo plazo, mientras nada menos que Tom Donilon, director del poderoso Consejo Nacional de Seguridad, se desmarca de la evaluación del súper espía que definió como estática y contrastó con el cambio dinámico en curso en todo el Medio Oriente.

¿Son conspicuamente esquizofrénicas o deliberadamente antagónicas las posturas de dos prominentes funcionarios del gabinete de Obama?

¿Se ajusta pérfidamente EU por dos vías diferentes –una en favor de Kadafi, quien controla la provincia de Tripolitania (capital Trípoli), y otra en apoyo a los rebeldes que dominan Cirenaica (capital de Bengazi)– como reflejo de la bipolaridad histórica de Libia, a punto de ser balcanizada para controlar mejor sus hidrocarburos?