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Fundador del PRD, recientemente le mataron a un hermano y le plagiaron a un sobrino en NL

El narco ha suplantado al Estado; ya no espero justicia, afirma Lucas de la Garza

La mayoría de municipios rurales del país son controlados por el crimen y las policías están rebasadas

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Lucas de la Garza, en entrevista con La JornadaFoto Sanjuana Martínez
 
Periódico La Jornada
Domingo 20 de febrero de 2011, p. 10

Monterrey, NL. A Lucas de la Garza le mataron un hermano, le secuestraron un sobrino y le invadieron su rancho. No espera justicia porque dice que la mayor parte de los municipios rurales de México están controlados por el crimen organizado.

Tampoco desea reparación del daño, porque le consta que en este país el narco ha suplantado al Estado; mucho menos quiere protección, sabe muy bien que todas las policías están penetradas.

¿Qué hacer?, se pregunta quien es uno de los fundadores del Partido de la Revolución Democrática (PRD) e ideólogo de la izquierda mexicana. “No hay solución. El gobierno ha fracasado –responde–, las fuerzas policiacas y militares no han sabido desarrollar una labor de inteligencia que les permita afrontar el problema. El narco sabe dónde están todos los militares y los policías, y éstos no saben dónde están los criminales. Y se conforman capturando segundones y tercerones”.

Lucas está sentado en el salón de su casa. Guarda silencio unos minutos mientras mira al infinito. Es un día espléndido. Por el ventanal destaca su rosalera. La pasión por la política no se compara con su afición por el cultivo de las rosas, a las que mima con delicadeza. Acaba de regalar a su mujer un ramo de botones en flor del rosal de la paz que él mismo cortó con el rocío de la mañana.

Su rostro refleja secuelas de la tristeza producida por el asesinato de su hermano Arturo, el pasado 28 de enero. Un día antes, el político y empresario fue sacado de una junta con ganaderos. Lo mantuvieron secuestrado durante horas y luego arrojaron su cuerpo en una cuneta sobre la autopista a Reynosa, en el kilómetro 98, a unos 700 metros del entronque con el municipio de Los Herrera, donde solía ir a su rancho. El cadáver tenía un mensaje: “Esto les va a pasar a todos los que apoyen a Los Zetas. Atentamente: CdeG (cártel del Golfo).

Hijo del ex gobernador Arturo Bonifacio de la Garza

Fue una muerte inexplicable; “todavía no logro entenderlo. No tenía pleitos con nadie ni problemas por terrenos ni por sus ranchos, que ya se los había dejado a sus hijos. El gobernador Rodrigo Medina, quien nos invitó a platicar con él, tampoco se lo explica. Dejaron un narcomensaje extrañísimo. Si mi hermano hubiera sido alcalde o jefe de policía, pero ya ni ganadero era. El presidente de la unión es su hijo”.

Lucas y otros cuatro hermanos son hijos del ex gobernador Arturo Bonifacio de la Garza y Garza, cercano al general Lazaro Cárdenas del Río. Lucas fue secretario de Gobierno con Jorge Treviño, en 1985, y luego se distanció del PRI para fundar el PRD, partido por el que fue candidato a la gubernatura; su hermano Arturo permaneció en el PRI y fue dos veces diputado federal y una diputado local.

La cercanía extraña de la muerte hizo su presencia alrededor de la vida de Arturo. Escribió el libro sobre la historia de la Unión Ganadera y se encontraba haciendo un texto sobre las historias de ganaderos en el estado. Nuevo León no tuvo propiedad privada; hasta el siglo XIX, 90 por ciento de la tierra era comunal. Y las historias que iba contándole a Lucas resultaban interesantes: Él no tenía enemigos. Tomaba café con sus amigos de la vieja guardia política; fueron famosos en los años 80. Le he buscado por todos lados a quién pudo haber ofendido. Si fue, como se piensa, un crimen ordenado por alguien, ¿qué pudo haber hecho grave? Nada. No tenía pleitos con nadie.

A Arturo lo secuestraron a las 7:30 de la tarde y para las 3 de la madrugada ya lo habían asesinado: No lo amarraron. No tenía huellas de tortura ni mecates ni cinta, nada. Dos tiros en la cabeza, nada más.

Las hipótesis van y vienen. Algunos le han dicho que en el asesinato de su hermano están involucradas las autoridades, pero Lucas dice que esas autoridades están desbordadas: “No tienen elementos para investigar ni para juntar los cadáveres. Cuando matan 18 al día, quién los carga, a dónde los llevan. ¿Dónde meten tanto muerto? El Estado está rebasado. Estos bárbaros de los cárteles están igual en La Laguna, Michoacán, Chihuahua, Durango... están en todos lados”.

El México rural

Con 76 años, Lucas de la Garza es amigo de los amigos de su hermano, algunos de ellos los conserva desde la infancia y juventud. Siempre está rodeado de gente que lo aprecia y gusta de sus consejos. Son famosas sus cenas con intelectuales. Es generoso, leal y un voraz lector en busca de novedades literarias. Su mayor debilidad amorosa son sus nietos.

Está muy decepcionado del rumbo seguido por el PRD y lamenta su triste vocación suicida: ¿En lo que terminamos?, dice sin ambages. Mantiene una estrecha amistad con Cuauhtémoc Cárdenas y sigue siendo el referente más importante de la exigua izquierda de Nuevo León.

El asesinato de Arturo no fue un hecho aislado de la narcoviolencia que padece el país: Lo de mi hermano fue muy triste, pero en la familia ya habíamos sufrido algo más grave. A un sobrino lo tuvieron secuestrado 11 días

Lo plagiaron para robarle la camioneta. Se las entregó sin resistencia. Los delincuentes se iban contentos, pero uno de ellos le alcanzó a decir: No seas llorón, que al cabo tienes seguro. Otro se regresó y le preguntó: “¿A dónde ibas? Él respondió que al rancho de su padre, ubicado en una zona de influencia del cártel del Golfo en Nuevo León. En ese momento le preguntaron por teléfono a su comandante y éste les ordenó: tráiganselo. Los que lo secuestran son zetas. ¿Por qué lo secuestraron? Creyeron que era del cártel contrario. No pidieron rescate; fue una angustia terrible. Le hablamos a medio mundo, a ver a quién conocíamos, quién tenía contacto con esas gentes para que nos dijeran cuánto querían y dónde lo tenían. Finalmente lo liberó el Ejército en esos rescates de grupo. Fue por azar. Lo liberaron junto con otros rancheros”.

Los Zetas tenían 43 camionetas, de las cuales dejaron abandonadas 18 porque no pudieron subir por la montaña. A los secuestrados que estaban amarrados los dejaron abandonados en esos vehículos: Llegaron dos camioncitos del Ejército y no los enfrentaron. Para cuando llegaron, ya les habían avisado y corrieron.

La madre de Lucas nació en Los Herrera y el padre en General Bravo. Aún recuerda cómo esa zona cercana a la llamada frontera chica con Tamaulipas estaba llena de gente que vivía en sus ranchos, sembraba y criaba ganado. Rememora también el trasiego por las veredas los fines de semana en busca de bailes, que solían ser en Ciudad Mier, en el camino a la frontera con Texas.

No replegarse significa la liquidación física

Ahora esa zona está desierta. El éxodo de habitantes no ha parado; las matazones son cotidianas, las balaceras, secuestros y extorsiones son cosa diaria: “el dominio del narco en las zonas rurales de México es absoluto. ¿Quién se apoderó de todo? Pues el cártel que domina en cada región. La forma en que ejercitan el poder directo es replegando a las autoridades de cada municipio. No replegarse a lo que ellos desean sencillamente significa su liquidación física. Y no hay quien proteja a la gente. Esto que cuento no es un supuesto, es una realidad en el campo. En casi todo Tamaulipas y casi todo Nuevo León el poder del narco es más firme que el del Estado. Esto es gravísimo; es la desaparición del Estado como tal. En esta suplantación, el poder del narco es absoluto. Cobran impuestos hasta al comercio ambulante. En municipios no mayores de 5 mil habitantes cobran impuestos a todos: a las cantinas, tiendas, negocios. Y no hay quien se les oponga porque la gente sabe que meterse con ellos es la muerte”.

Y bien lo sabe Lucas, quien tiene un rancho en Altamira, Tamaulipas, otra zona controlada por el cártel del Golfo. Hace dos meses, un comando de 20 hombres ingresó a su propiedad y allí se quedaron dos semanas: A mi rancho han entrado varias veces. Rompen los candados y se vuelven a ir. No se roban nada, ni siquiera golpean al administrador.

Hace un mes llegó un convoy de dos docenas de camionetas a un restaurante de la zona. Uno de ellos preguntó: ¿tienen chocolate? Prepárame 20 litros. El dueño les dijo que no tenía tanta leche, pero que podía ir a buscarla: ¿cuánta gente traerán para que compren de a 20 litros de chocolate? Traen mucha gente. Es un ejército.

Catástrofe en el campo

La zona de Tampico, Altamira y Soto la Marina está peor. Los Zetas dominan Veracruz y la Huasteca potosina, Valles, Ebano, mientras en el sur de Tamaulipas es el cártel del Golfo: “Allí, mientras están los del Golfo la gente está tranquila. No se meten con la población civil. No cobran impuestos, no extorsionan. Los Zetas sí. Esos llegan y se apoderan de todo. Ya para cuando llega el Ejército ya no hay nadie. ¿Quién les avisa? Se va el Ejército y vuelven. Y andan en los pueblos como si nada”.

Si algo se ha demostrado en esta guerra fracasada –dice Lucas– es la ineficiencia del Ejército: “lo único que han demostrado los militares es su incompetencia, a pesar de todos los recursos que les han dado. El militarismo sería peligroso si dijeras que lo que no pudo hacer el Estado civil lo hacen los soldados. No es el caso de México. No veo ese peligro. La ineficacia del Ejército y de las fuerzas públicas policiacas es absoluta. Se ha incrementado el gasto, pero ¿hay alguna relación entre el excesivo gasto y los resultados? Ninguna. No hay resultados. Los cárteles siguen intactos y los organismos que con el aumento del presupuesto debían haber mejorado su eficiencia, no lo han hecho”.

La nueva realidad rural de México está produciendo una auténtica catástrofe, comenta Lucas: “aquí la vida está interrumpida. La marcha económica de la entidad está interrumpida y muy gravemente afectada. Hay una parálisis absoluta en el campo. Podrán decir que Nuevo Léon no es agrícola, pero gran parte del estado vivía de eso; y de la ganadería. Están afectando otros sectores industriales porque los artículos deben ser trasladados, y ahora el transporte está estacionado. Paga cuotas (extorsiones). No hay tránsito libre. Hay un poder real del narco”.

La Barbarie

Uno de los problemas actuales es precisamente el libre tránsito. Los retenes del cártel del Golfo y de Los Zetas en carreteras secundarias, autopistas o veredas son comunes. Después de la muerte de Arturo, detuvieron a otro hermano de Lucas en plena autopista a Reynosa: “Lo tuvieron unas horas. Lo soltaron. Les dijo que iba al rancho. Le pidieron que abriera la cajuela. Llevaba comida y sodas. Se vieron entre ellos. Se le acercó uno y le dijo: vete, tú no eres al que andamos buscando.

El estado no puede garantizar la seguridad en la carretera a Reynosa, que son 200 kilómetros: “nomás se van las fuerzas de seguridad, al ratito llegan las camionetas del cártel, como pasó en China después del asesinato de mi hermano”.

Los retenes del crimen organizado están muy bien estructurados y le han tocado a varios primos de Lucas: “hace unos días detuvieron a un primo llegando a Soto la Marina. Me dijo: había un retén de 20 camionetas. Yo pensé que era un choque. Nada, era un retén del Golfo. Pero si algo preocupa a los ciudadanos es el nivel de barbarie de la narcoviolencia: “el salvajismo no tiene explicación ni ningún paralelo. No creo que la lucha de los cárteles en otras partes del mundo tenga las características nuestras. De repente, una banda enemiga de otra llega a una colonia pobre en Apodaca, San Nicolás o Guadalupe y están cinco jóvenes narcomenudistas vendiendo grapas – ¿cuánto pueden vender en una colonia marginal?–, y llegan con una ráfaga de metralleta y matan a cinco, seis muchachos.

“En la narcofosa de Villa Juárez 80 por ciento de los 54 muertos habían sido asesinados a golpes. Matar más de 40 personas a golpes, torturarlos, mutilarlos, por vender drogas en colonias populares, ¿tiene sentido? ¿Ocurre en otra parte? No”, se contesta él mismo.

Supuestamente, la escalada de terror de no sólo matar, sino descuartizar, disolver en ácido o mutilar es para dar miedo: “dicen que es para que se den cuenta de lo que te puede pasar por andar vendiendo grapitas de cocaína. No entiendo. Que estén en un baile y maten a 16, que avienten una granada en un lugar público lleno de pobre gente inocente... No tiene sentido”.

En Nuevo León –dice Lucas–, el Estado quedó rebasado absolutamente: ¿Entonces, toda la inversión pública en materia de seguridad ha sido inútil? El fracaso no es sólo de Rodrigo Medina, sino también del presidente Felipe Calderón. Mientras que Medina anda en 30 por ciento de aceptación, Calderón está en 60. ¿Cómo explicamos esa paradoja?

Citando a José Saramago, Lucas se despide: La victoria y la derrota tienen una ventaja común, nunca son definitivas. Espero que el fracaso del Estado sea temporal.

–¿Cómo va a pasar a la historia Felipe Calderón?

–No, pues no va a pasar. No va a pasar.