19 de febrero de 2011     Número 41

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

El costo de los chicharrones de catán

Los chicharrones de catán, puede decirse, son alimento endémico del Bajo Bravo. Los catanes se quedaron a mitad de la evolución entre lagartos y peces; son una variante de los pejelagartos del sur, los cuales tienen lunares negros en la cola y crecen poco o no los dejan crecer los veracruzanos; en el Bravo, los catanes llegan a medir más de dos metros si se les deja vivir unos cuantos años. Son animales carroñeros por lo que pueden convivir en un simple charco con todos los demás peces de escama, tales como las múltiples variedades de mojarras del área y con matalotes, bagres, besugos, robalos, robaletas, así como con ajolotes, anguilas, cangrejos y ranas. El río Bravo crece con las grandes avenidas y los catanes acostumbran ir en la punta de la ola cuando se desborda; al bajar las aguas, los catanes quedan aprisionados en las lagunas, lagunetas o esteros que deja la inundación; como no son agresivos con el hombre, a pesar de estar bien armados con sus hileras de dientes, son presa fácil de los hambrientos agricultores del área en tiempo de tormentas. Por este motivo están hermanadas las actividades primarias de la pesca y la agricultura en el área. Durante la bajada del agua del huracán Alex en 2010, una enorme cantidad de catanes se pescaron en los escurrimientos de los drenes, arroyos y esteros; se vendían de nuevo, como en los viejos tiempos, los deliciosos chicharrones de catán en el Empalme (lugar intermedio entre Río Bravo y Matamoros, centro del área irrigada); incluso catanes vivos se vendían para crianza, sacrifi cio o devolución al Bravo. Por desgracia, como en los nuevos tiempos, las mañas cobraban una cuota por la pesca de catanes en los cuerpos de agua de Vallehermoso.

Tamaulipas

Agricultores del bajo río bravo: ¿amogotados por la violencia?

Jaime Peña Ramírez

En la frontera tamaulipeca tenemos alrededor de 250 mil hectáreas irrigadas sumando los distritos de riego del Bajo Río San Juan y del Bajo Río Bravo. Adheridos a la fuente vital compartida con el área del Valle de Texas, los agricultores han estado siempre en contacto con promotores de negocios ilícitos, propios de cualquier frontera entre países; sin embargo, hoy sufren los impactos de la guerra contra el narco y el trasiego de armas de norte a sur, así como la violencia que trae el intenso movimiento migratorio de trabajadores del sur del país y de América. Además, en estos tiempos han surgido los nuevos negocios de tráfico y venta de petróleo (gasolina robada a Pemex) y de cobro de derechos de piso y otras extorsiones (por ejemplo, venta de seguridad ante los mismos extorsionadores) comandados por unos personajes que la gente ha bautizado como las mañas.

Tal como se publica en los medios, los ilícitos mencionados se cometen en todo el país, pero lo particular es que aquí se han dado cita todos ellos, porque el área se ha transformado en espacio de conflicto territorial dada su condición estratégica de paso aéreo, marítimo o terrestre. Los medios, por lo demás, fallan cuando afirman que el grueso de las familias en este lugar se dedica a tales negocios. En las comunidades ejidales no invadidas físicamente por las actividades urbanas se pueden contar apenas los casos de familias dedicadas a lo ilegal. Tenemos, por el contrario, incontables viviendas-dormitorio de trabajadoras de las maquiladoras –un poco menos que conmuters (trabajadores de Estados Unidos que viven del lado sur)– y predominan las viviendas de productores sobrevivientes en la agricultura, tanto trabajadores como viejos o nuevos propietarios de los terrenos ejidales o de pequeña propiedad.

En el área se juega hoy, al parecer, el control único regional de tantas jugosas prohibiciones: de armas, estupefacientes y de libre paso de trabajadores centroamericanos hacia el norte. Cada negocio tiene raíces profundas si consideramos que el poderoso vecino del norte es líder mundial en producción y venta de armas y en consumo de estupefacientes y principal polo de atracción de fuerza de trabajo latinoamericana.

En tal entorno de negocios que prosperan por la prohibición y la ganancia, se desarrollan las maquiladoras y los comercios lícitos, así como la agricultura del área dedicada a la producción de sorgo y maíz y, en pequeña escala, a la ocra (bombó, en la lengua regional) u otras hortalizas en el Bajo San Juan.

En las dos décadas recientes se han extendido las ciudades (cabeceras municipales) a la zona agrícola (Reynosa, Matamoros, Valle Hermoso y Río Bravo), así como las nuevas zonas industriales, maquiladoras en su gran mayoría, y se ha transformado esto en una región que tiende a unirse espacialmente, tal como su contraparte en Estados Unidos en los condados de Cameron e Hidalgo (con las ciudades de McAllen y Brownsville, gemelas de Reynosa y Matamoros). Al norte se ha desarrollado una agricultura de importancia nacional (hortalizas, caña y frutales-cítricos) que va cambiando también los usos del suelo y el agua a actividades urbanas.


FOTOS: Colección Ralph Downey

Durante la cosecha del sorgo en el 2010, los agricultores sobrevivientes del sur del Bravo enfrentaron, amén de las inundaciones provocadas por el huracán Alex, el bloqueo regional de camiones de carga y trilladoras provenientes del centro del país que siempre atienden la convocatoria de cosecha: las mañas cobraban una mochada por dejarlos entrar en el área, a la altura de San Fernando. Esto, junto con las lluvias, generó grandes tensiones porque además se prohibió la trilla nocturna y a los camiones cargados les impidieron estorbar en las entradas a las bodegas (recibas) por órdenes de los narcos, porque les impedían la libre circulación de sus comandos en movimiento.

Los pobladores del área simpatizaron con pateros, pistoleros y contrabandistas de antaño; los glorificaron en los corridos que cantaban a hombres valientes enfrentados a policías, “defendiendo su derecho”. Las granadas, bazucas y armas de hoy matan a hombres valientes, calificados como daños colaterales. A partir de los 90s se acabaron los poquiteros (personajes que pasaban marihuana por el río en costales de poquitos kilos) y los héroes quedaron muy atrás: en aquellos tiempos cuando se liberó el alcohol en Estados Unidos y cuando las guerras mundial y de Corea demandaron estupefacientes para elevar la valentía y el placer del ejército de ese país.

Ahora la demanda es masiva y en el Bajo Bravo en lugar de héroes aparecieron los narcosatánicos en 1989 en el rancho Santa Elena, influidos ya por la globalización. Posteriormente, las mañas (del C del G o de los Zetas contratados y despedidos por aquél; no se sabe) involucran a la población civil en forma directa; pero todas las letras siembran adicciones entre los jóvenes porque la droga eventualmente se queda en frontera, como resultado del trastorno del comercio, derivado de los desacuerdos entre bandas. Los bárbaros de hoy están insertos materialmente en los aparatos de ambos Estados y comandados por organismos multinacionales del delito; de esto no cabe duda; pero del lado sur del Bravo no se han puesto de acuerdo. Cada área delictiva tiene comandos mayores específicos que no quieren ceder su parcela de poder.

El riesgo de que los agricultores del sur del Bravo se involucren en las actividades ilícitas es grande. En todo el período del neoliberalismo han estado al margen de las fuentes de financiamiento del Estado, y están expuestos a los vaivenes de los precios y de la naturaleza, así como a la demanda de fuerza de trabajo de las actividades industriales en uno y otro lado de la frontera. El mercado de tierras se ha desatado en los inicios del siglo y está distorsionado por la presencia de dinero fácil y por los rescoldos burocráticos de la Reforma Agraria, que dificultan cualquier trámite de regularización de la tenencia de la tierra. El cambio acelerado del uso del suelo rural a urbano constituye otro elemento especulativo de este mercado, tal vez el más importante.

En el arranque del nuevo ciclo agrícola en 2011, los agricultores vivieron algunas adversidades: la falta de mantenimiento oportuno de los canales y el robo de los discos de acero para manipular la distribución del agua en las compuertas de los canales de riego (se vendían como fierro viejo a 200 pesos a un señor de Matamoros). El agua corría con lentitud lo cual influyó para pagar más a los encarecidos regadores (mil pesos el turno de 24 horas); aumentó la friega de los agricultores que personalmente se animaron a regar, y provocó, como siempre, un gran tiradero de agua que se agudizó por la falta de nivelación de tierras.

Sin embargo, lo más grave es que el agricultor corre el riesgo de caer en situaciones del crimen organizado ante los nuevos negocios: pipas (tanques) con productos de Pemex en las parcelas; cárceles instaladas en los ejidos del área, en cuyo caso, las comunidades se transforman en hoteles de familiares de convictos; un tractorista se puede topar hasta con descabezados entre los surcos. En caso de comprar en Texas un tractor usado, equipos de siembra o trilla, los agricultores llegan a pagar dos veces los derechos: una vez legalmente y una más, a unos pasos del puente internacional, que exigen las mañas. Los pequeños negocios quedan así amenazados y la vida cotidiana se envenena día a día, mientras que los ilícitos siguen su marcha nocturna.

Los locos de San Fernando

Los habitantes de San Fernando, municipio límite sur de la región del Bajo Bravo, tienen fama de locos (tal como los de Cadereyta, Nuevo León), pero se trata de locos bastante simpáticos que la gente misma reivindica con los chistes; en contraste, los locos que mataron a 72 migrantes en este municipio ni son del área, ni tienen remedio al parecer. No hay manera de entenderlos puesto que las víctimas eran negocios vivientes; las razones del genocidio no han quedado claras y se deduce que la brutal masacre es resultado de dos factores combinados: conflictos entre bandas criminales, y mentes enfermas por adicción, con gran infl uencia de ultraderechistas de Arizona y Texas, capaces de sembrar, como amantes de la naturaleza, cocodrilos en el río Bravo para detener la inmigración.

Los productores están organizados ahora bajo la presión de la violencia, tal como la que sufren hasta los policías municipales que sustituyeron a las guardias rurales ejidales creadas por Lázaro Cárdenas. Éstas tenían disciplina y máuseres –que eran las armas de mayor calibre en su tiempo–, mientras que los municipales que hoy cuidan los ejidos están materialmente desarmados frente a la nueva tecnología del narco con sus camionetas y celulares. No hay manera de enfrentarlos. En cada ejido se habla, en voz baja, de zonas exclusivas de los narcos y de tienditas para los adictos a las drogas; en algunos resaltan construcciones elegantes y caprichosas que no corresponden a los pesos netos por hectárea que reciben los agricultores, ni a la cultura arquitectónica regional alejada de las columnas romanas o los estilos góticos.

Evidentemente la población vive atemorizada al presenciar el asesinato del candidato del partido oficial al gobierno estatal o del candidato a la presidencia municipal de Vallehermoso en las pasadas elecciones; o cuando se sabe que los poderosos llegan a cachetear públicamente a los presidentes municipales en funciones. Con todo ello, no sabemos qué pueda suceder cuando los campesinos sobrevivientes del área se decidan a declarar el alto a la violencia, hartos del asedio, la corrupción y el desamparo. Por lo pronto, siguen sembrando alimentos para el país: la violencia no ha logrado amogotarlos.



FOTOS: Cortesía de cochochi.com.mx

Rarámuris en el cine

Enrique Pérez Suárez

En 2005, el Valle de Okochochi, en el corazón de la Sierra Tarahumara, y dos niños casi adolescentes nacidos allí, Evaristo y Luis Antonio (Tony) Corpus Lerma, fueron filmados para algo que se convirtió luego en un largometraje de 87 minutos, Cochochi.

La película retrata el drama de los hermanos por la pérdida del caballo de su abuelo, el cual tomaron sin permiso para realizar el encargo de atravesar la sierra y entregar unas medicinas. El filme, de 2007, da testimonio de la belleza de este lugar, pero también de las difíciles condiciones de vida de la gente, que carece de infraestructura y enfrenta altos índices de analfabetismo. Los dos chicos expresan en la historia caminos diferentes en sus aspiraciones: Evaristo desea seguir estudiando y lleva una vida bicultural como rarámuri que habla, lee y escribe español, mientras que Tony prefiere seguir en el rancho ligado a sus tradiciones y rechaza continuar la escuela.

Título Cochochi

Dirección Laura Amelia Guzmán e Israel
Cárdenas

Producción Pablo Cruz y Donald Ranvaud.

Guión Laura A. Guzmán e Israel Cárdenas

Música Israel Cárdenas

Fotografía Laura A. Guzmán e Israel Cárdenas

Reparto Luis Antonio Lerma (Tony), Evaristo Corpus Lerma Torres (Evaristo), José Ignacio Torres Rodríguez (Nacho), José Ángel
Torres Rodríguez (José Ángel), Luis Alfredo
Villalobos Nevares (Luis), Cristóbal Nevares
(Cristóbal), Manuela Torres (Manuela),
Luis Marcial Bernardino Torres (Marcial
Bernardino), María Rosa Rodríguez (novia
de Tony) y Silverio Villalobos (Silverio)

País México Año 2007

Género Drama Duración 87 minutos

Cochochi (Cobija, en rarámuri) partió de una anécdota real de los niños, se filmó en rarámuri y se ha proyectado en muchos países de Europa, Asia y América; ha ganado varios premios, entre ellos los otorgados en el Festival de Toulouse, Francia, en el Providence Latin American Film Festival, el Festival de Toronto, el Festival de Valdivia, el Festival de Gijón, el Festival de Gramado y en el de Venecia. Los directores de la película, el mexicano Israel Cárdenas, y su pareja, la dominicana Laura Amelia Guzmán, contestaron un cuestionario preparado por La Jornada del Campo.

P. ¿Por qué surge la idea de filmar Cochochi?

R. Nos gusta mucho la manera en que nace Cochochi porque no fue un proyecto que lo planeáramos mucho, que ni siquiera lo visualizamos como un largo al principio. Creo que en el proceso de irnos acercando a la sierra fuimos aterrizando ideas que poco a poco se convirtieron en la película.

“Pero más específicamente, Cochochi nace cuando conocemos a Evaristo y a Tony, los protagonistas de la película, en un viaje a la Sierra Tarahumara. Ellos estaban buscando un caballo de la familia que ha bían perdido y una manera de relacionarnos fue por medio de esa historia. En esos momentos teníamos una cámara pequeña de fotos digitales y con esa grabamos algunas pequeñas escenas que más bien eran como juegos, y la cámara se convirtió en una especie de juguete que nos permitió relacionarnos y romper el hielo. Después de varios viajes y de enseñar lo que grabamos juntos, el proyecto fue creciendo hasta convertirse en lo que es Cochochi.”


Laura Amelia Guzmán / www.zimbio.com

P. ¿Cuál fue la experiencia de filmar Cochochi?

R. Fue nuestra primera película y nos ha dejado muchas cosas buenas, desde el hecho de conocer a los chicos y que nos permitieran conocer a sus familias y cultura, hasta la respuesta de alguna gente que nos motiva a seguir haciendo cosas.

“El rodaje fue lindo, creo que una experiencia difícil de olvidar, para nosotros los rodajes generalmente son muy intensos, uno comparte muchas cosas en un lapso relativamente corto, así que el trabajar con los chicos fue una experiencia especial, ya que por un lado estábamos trabajando pero por otro ellos nos recordaban que también todo podía ser un juego. Las relaciones del crew (equipo de filmación) con los chicos fue muy linda.

“Y profesionalmente ha sido un aprendizaje que nos ha dejado oportunidad de seguir trabajando en este tipo de proyectos que buscamos hacer.”

P. ¿Cochochi es una realidad desconocida por los mexicanos?

R. Suponemos que para muchos sí, incluso para nosotros mismos la película es una manera de acercarnos a conocer. Siento que a veces pensamos mucho antes de atrevernos a entablar una relación. Así que pensamos que la película es una manera de conocer, de tratar, de que no sea tan lejano todo este mundo. Ese fue el objetivo inicial del proyecto y esperamos que funcione con el paso del tiempo.

P. ¿Creen que Cochochi logró despertar conciencias en los mexicanos que vieron la película?

R. Cochochi es un granito de arena que contribuye a que ese espíritu y conciencia no se pierda tan rápido. Es un pequeño esfuerzo que se concreta cuando el espectador es receptivo y trata de entender el tiempo y el ambiente que trascurren en la sierra. La película se sigue proyectando en diversos lugares en diferentes formatos, en televisión, en festivales pequeños, universidades y proyectos culturales. Eso nos gusta mucho ya que la película sigue su camino propio y va encontrando a su público.

P. ¿Siguen teniendo comunicación con los protagonistas de la historia?

R. Durante tres años tuvimos una comunicación bastante regular, viajamos a algunos festivales juntos, y cualquier viaje por la zona era buen pretexto para vernos. También ellos estaban estudiando en una escuela con la que tenemos muy buena relación y así podíamos llamar y hablar por teléfono con ellos. Pero ahora ellos han crecido y han decidido trabajar y generalmente lejos. La comunicación a distancia y la falta de señal en la sierra es algo complicado. Aun así, sabemos por cuáles zonas andan y qué andan haciendo, así que esperamos cualquier momento para visitarlos de nuevo y verlos ya como unos jóvenes adultos.

P. ¿Cuál fue la impresión de la comunidad al ver Cochochi?

R. Fue una noche muy linda, con mucho frío y tamales, al aire libre. La gente allá no reacciona igual que una sala en algún festival. Son mucho más reservados, así que vieron la peli y al final muy discretamente se acercaban y nos decía que si queríamos filmar de nuevo que usáramos su rancho o que nos prestaban a su burrita. ¡Vaya!, nos sentimos que éramos bienvenidos para regresar e incluso para filmar de nuevo. También tuvimos la oportunidad de proyectar la película en el festival de la radio en Guachochi, es un festival grandísimo, muy bello; ahí ha sido una de las mejores proyecciones que hemos tenido.

P. En la película se ve reflejado el lenguaje rarámuri, sus trajes típicos, sus paisajes. Pero llama la atención una imagen: Tony comiendo una sopa Maruchan, en un poblado alejado, con pocos caminos. ¿En realidad es lo que consume la gente por aquellos lugares? ¿Por qué filmar esa imagen?

R. Son cosas que están ahí muy presentes y también me intrigan; ¿cómo llegan las papitas, las sopas, los refrescos, las galletas, pero no llegan otras cosas más esenciales? Pero, bueno, tampoco lo pensamos mucho, son imágenes con las que uno estando allá, se va acostumbrando; ver desechos de ciudad en lugares tan remotos.


Israel Cárdenas / www.zimbio.com

P. ¿Por qué el cine está volteando de nuevo al campo mexicano?

R. Creemos que es una preocupación de muchos y se refleja de muchas maneras, una es el cine. Por otro lado, el campo mexicano es muy bello, y aun con todos sus problemas es muy digno de retratarse y registrarlo para tratar de conservarlo de todas la maneras posibles.

P. ¿En su próxima película tratarán el tema rural?

R. Nuestra segunda peli la filmamos en República Dominicana y trata la historia de un hombre que emigra de la ciudad al campo, a las zonas rurales. Yo creo que hay algo que nos atrae de estos lugares que van quedando abandonados por las migraciones a las ciudades.

Coordinador de Prensa y Comunicación ANEC