19 de febrero de 2011     Número 41

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Chihuahua

Sociedades rancheras

  • Individualismo y liderazgos desgastados

Esperanza Penagos B.

Las sociedades rancheras, nacidas al amparo de los gobiernos coloniales, fueron producto de la ocupación espontánea de áreas del territorio nacional por población española o de origen mestizo. Este poblamiento fue fomentado por los diversos gobiernos coloniales y tuvo para establecer población hispánica o mestiza en zonas apartadas, de escasa densidad demográfica y poco atractivas para los intereses dominantes de la época colonial y del naciente México independiente.

Así entonces, las sociedades rancheras fueron entendidas como avanzadas de la colonización hispánica en regiones apartadas y se constituyeron en “puntos medulares de una civilización ladina, española y católica establecida en los confines de las haciendas, las misiones, encomiendas, presidios, minas y plantaciones” (Esteban Barragán, 1997).

Dichas poblaciones se instalaron –como señala Barragán–, en las franjas pioneras de “un territorio en construcción”, donde tuvieron que arreglárselas para vivir y construir paulatinamente su derecho de posesión de la tierra. Esa ubicación territorial periférica se transformaría posteriormente a escala nacional en el curso del siglo XIX, dado que muchas de las sociedades rancheras vieron la oportunidad de afianzarse al amparo de la venta de las antiguas haciendas y de los bienes expropiados a las corporaciones civiles y religiosas. En este contexto muchos de los rancheros con posesión precaria de la tierra pudieron adquirir terreno y ampliar lo que ya tenían bajo el amparo de la legislación liberal del siglo XIX, interesada en mejorar el estado de las arcas públicas.

Los estudiosos han intentado caracterizar a estas sociedades con base en estos grandes rasgos: aislamiento poblacional (dispersión poblacional), un acendrado individualismo y autonomía, por la configuración de su dinámica territorial y laboral propia basada en el cultivo del maíz y la producción de ganado mayor y por el intercambio comercial de los productos derivados de esta relación laboral. Esteban Barragán, estudioso de este tipo de sociedades, ha señalado como uno de sus pilares formativos más subrayados su organización productiva, basada en el cultivo de maíz para la cría de ganado mayor y su relación laboral derivada, fincada en “el trabajo al partido”, por ende en la relación patrón-mediero-arrendatario.

En el noroeste de Chihuahua esta relación patrón-arrendatario-mediero es añeja y se afianzó desde la época colonial, en fechas posteriores a las reformas borbónicas que coadyuvaron en la constitución de formas embrionarias de propiedad privada junto al uso comunal de la tierra. En ese sentido, otra estudiosa de las sociedades rancheras del noroeste de Chihuahua, Jane Dale Loyd (2001), ha manifestado cómo la mediería se institucionalizó muy tempranamente en la región, como una forma de auxilio y colaboración hacia los parientes menos afortunados. Así pues, el “trabajo al partido” en sus diversas modalidades, a medias, a la cuarta, etcétera, ha existido en la agricultura chihuahuense desde tiempos inmemoriales no sólo para el trabajo agrícola, sino para la reproducción de ganado mayor y menor, o en la cosecha de maíz, papa u otros productos.

Por otra parte, las peculiaridades que señalará Esteban Barragán como rasgos incontrastables de las sociedades rancheras, debemos de “relativizarlas” en el caso de las sociedades del noroeste chihuahuense, dado que el “problema apache”, persistente por lo menos durante todo el siglo XIX, impidió que la marginalidad, la ausencia de comunidad y el aislamiento poblacional existieran como señales características de este tipo de sociedad. Por el contrario, en las regiones norte y noroeste del estado las necesidades apremiantes de autodefensa frente a las numerosas incursiones apaches provocaron la ruptura de esos rasgos de aislamiento e impusieron la obligación de la comunicación y organización de los rancheros como sus propios defensores: ellos tuvieron que asumir necesariamente el peso de la guerra y la seguridad de sus pueblos, familias y propiedades. Son numerosos los ejemplos de formas de cooperación y la formación de milicias entre los labradores y dueños de los ranchos y comunidades que cabalgaban juntos en las praderas desde Casas Grandes, Temósachic, la Babicora, Namiquipa, Galeana, hasta regiones del centro del estado.

Cabe señalar incluso que algunas de estas sociedades no sólo no desaparecieron bajo la amenaza apache, sino que se consolidaron bajo el gobierno de Benito Juárez, quien, a cambio de la prestación de servicios militares en contra de la apachería, pagó con tierras y con excepciones fiscales a gente sin tierra o con posesión precaria de la misma.

Estas experiencias fueron sin duda muy importantes en la configuración cultural de las sociedades rancheras del noroeste chihuahuense, y muy probablemente el agudo sentido de propiedad de la tierra que persiste en nuestros días, proceda fragmentariamente de ahí.

Por otra parte, estas sociedades rancheras fueron observadas en el “imaginario” del discurso político postrevolucionario nacional, como el modelo de productor agropecuario a seguir: una especie de pequeño y mediano propietario autónomo, con iniciativa en el manejo productivo de sus recursos; un agricultor mecanizado y abierto a la tecnología cuando se trata de producción cerealera pero no para la actividad ganadera. Este modelo de productor agropecuario, hoy también ha sido golpeado por la adopción de las políticas de ajuste en la agricultura mexicana. Salvo excepciones, tratándose de luchas de carácter episódico o de participación minoritaria en organizaciones campesinas y de productores rurales, la respuesta de este tipo de rancheros ha sido débil, culturalmente individualista, con escaso o nulo compromiso comunitario, y con una frágil y dividida capacidad organizativa por parte de sus asociaciones ganaderas. Así encontramos hoy a estas sociedades rancheras en el noroeste de Chihuahua, con poca organización, sin respuesta colectiva y con liderazgos desgastados.

Antropóloga del INAH, delegación Chihuahua


Chihuahua


FOTO: Guillermo Sologuren / La Jornada

Problemas de la ganadería

Benjamín Carrera Chávez

Puede afirmarse que Chihuahua es el estado norteño con las mejores ventajas comparativas y competitivas para la producción pecuaria, o por lo menos está entre los más privilegiados: cuenta con una importante extensión con vocación ganadera, de 17.8 millones de hectáreas, esto es 72 por ciento de la superficie total de la entidad y equivalente a 16.2 por ciento del agostadero nacional. Asimismo, con 12, es el estado con más puentes y/o cruces fronterizos hacia Estados Unidos, y es de los estados mexicanos que han logrado mantener el estatus zoosanitario requerido por el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA).

Es del dominio público que Chihuahua se especializa en la producción de carne bovina, pero de acuerdo con la Secretaría de Agricultura (Sagarpa), en 2009 la producción de leche bovina representó 57 por ciento del total del valor de la producción pecuaria del estado, en comparación con la participación de 34.1 por ciento de la ganadería bovina de carne: ese año la porcicultura representó 2.2 por ciento; la ovinocultura, 1.1; las aves, 1.6, y el guajolote, 1.9 por ciento.

En conjunto, el valor de la producción de las actividades pecuarias chihuahuenses representa 3.4 por ciento de valor de la producción pecuaria nacional. En leche bovina, con un aporte de 8.8 por ciento del total, y en carne bovina, con 5.4 por ciento del total, el estado ocupa el cuarto lugar en la producción nacional. Destaca la producción de guajolote, que con 16.6 por ciento del total, se encuentra en el segundo lugar nacional.

En 2008, de acuerdo con los datos disponibles de la Sagarpa, Chihuahua tenía un hato bovino para carne de 1.54 millones de cabezas, esto es 5.2 por ciento del total nacional, con una tasa de crecimiento medio anual (TMCA) de 1999 a 2008 de 3.06 por ciento. En cuanto a bovinos para leche, se reportaban 246 mil cabezas, 10.5 por ciento del total nacional, y el rebaño ovino ascendía a 198 mil cabezas, apenas 2.6 por ciento del nacional, pero con una notable TMCA de 1999 a 2008 de 26.4 por ciento.

Chihuahua es el número uno en la exportación de becerros en pie; aportó en promedio 40.1 por ciento del total de las ventas al exterior entre 2000 y 2009; incluso en 2008 llegó a 51.9 y en 2009 a 49.7 por ciento. No obstante, esta actividad presentó de 2000 a 2009 una TCMA de menos 1.73 por ciento, es decir año con año se exportaron menos becerros en pie, lo que es una señal de que las cosas no están del todo bien.

Actualmente la producción pecuaria chihuahuense, como casi todas las agropecuarias a lo largo y ancho de México, atraviesa una problemática que afecta seriamente su competitividad y rentabilidad.

Los precios al productor se han desplomado significativamente: de 1981 a 2009 el precio real de la carne bovina en pie perdió 26.3 por ciento de su valor; es decir, los ganaderos han visto menguar su ingreso en más de una cuarta parte en este período. El precio de los porcinos cayó 28.9 por ciento y el de aves 29.5. Destaca el caso de la carne de borrego, la única que en este lapso aumentó, en un nada despreciable 15.3 por ciento. Además ha habido un encarecimiento significativo de los insumos. Por ejemplo, de 1993 a 2010, el precio del alimento balanceado para bovinos subió 491.2 por ciento; el del sorgo, 409.7; el de maíz, 390.9, y la alfalfa, 304 por ciento.

Estos factores explican el porqué de la pérdida de rentabilidad y competitividad de la ganadería bovina de carne en el estado. Datos de Fideicomisos Instituidos en Relación con la Agricultura (FIRA) indican que esta actividad representaba en 1998 un relación beneficiocosto de 1.70, (apenas debajo de 1.73 que se tenía para este sistema ganadero en Texas), pero en 2008 disminuyó a 1.32. Esto es, en sólo diez años la rentabilidad de la ganadería bovina de carne en Chihuahua declinó en 28.8 por ciento.

Otro indicador de la realidad de los ganaderos chihuahuenses está en el más reciente Censo Agrícola, Pecuario y Forestal, que muestra la pérdida de empleos en la actividad: en 1991, en el estado se contabilizaron 52 mil 880 unidades de producción con ganadería de carne, mientras que para 2007 la cifra fue 10.2 por ciento menor, de 47 mil 986.

Es innegable la ganadería es una actividad estratégica para el desarrollo de Chihuahua, por lo que es urgente diseñar un política pública que le permita recuperar la competitividad y rentabilidad.

Doctor en economía agrícola por el Colegio de Posgraduados, e investigador-docente de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez