Opinión
Ver día anteriorSábado 12 de febrero de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La aviación en México, un retroceso más
U

na de las tesis centrales del liberalismo económico suscrito por los recientes gobiernos que ha padecido el país ha sido la privatización de las empresas públicas, supuestamente como medidas necesarias para la modernización y el avance de la economía. Ejemplos notables de esta política han sido las ventas que ha hecho el gobierno de las dos grandes empresas de aviación. Mexicana primero, durante el gobierno de Fox, y Aeroméxico en el sexenio actual, ambas entregadas a grupos particulares en condiciones envidiables y poco claras. Es interesante observar los resultados de estas operaciones en el actual sistema de transporte aéreo nacional y su impacto en el desarrollo nacional.

Hace 15 o 20 años las rutas aéreas con las que contaba nuestro país eran esencialmente de dos tipos: las que se originaban en la ciudad de México y usualmente regresaban a esta urbe (rutas centrales o troncales) y las rutas periféricas que conectaban entre ellas a las diversas ciudades de los estados, distinguiéndose principalmente otros dos centros de gran importancia nacional: Guadalajara y Monterrey. Algunas de esas rutas cubrían todo el norte de la República, interconectando Tampico, Monterrey y Saltillo con las ciudades de Chihuahua, Sonora y Baja California; mientras, otras daban servicio a las ciudades del Golfo de México, incluyendo Chetumal y Cancún, en Quintana Roo, y los estados de Yucatán, Campeche, Chiapas, Tabasco, Veracruz y Tamaulipas; una tercera familia de rutas conectaba los estados del Pacífico, desde Chiapas y Oaxaca, con Puebla, Michoacán, Jalisco, Colima, Nayarit, Sinaloa, Sonora y Baja California.

La aviación era vista como lo son las comunicaciones en cualquier nación moderna, es decir, como un instrumento necesario y fundamental para promover el desarrollo. Las facilidades para el intercambio de bienes y el movimiento de personas entre unas ciudades y otras eran considerados elementos esenciales para el crecimiento equilibrado y el fortalecimiento de la economía. Para las compañías de aviación algunas de las rutas han sido y son más atractivas que otras, por los volúmenes de tráfico que manejan; ésta es parte de la problemática de las empresas de transporte de todos los países y ello es resuelto por las mismas empresas de dos maneras: utilizando vehículos pequeños en unas rutas y de mayor capacidad en otras, o realizando menos corridas (vuelos) a los destinos con menos tráfico. Una tercera opción que suele estar sujeta a regulación es la elevación de los precios de la rutas que implican costos mayores por los volúmenes reducidos. Por otra parte, la función reguladora del gobierno debe operar concesionando a las empresas de aviación mezclas de rutas de alto rendimiento con otras de menor volumen de tráfico.

Resulta que en México la estrategia seguida por los últimos gobiernos no sólo ha implicado la salida de operación de las líneas aéreas, sino también el abandono de su función reguladora, dejando que las empresas de aviación operen bajo una especie de patente de corso, de acuerdo con la cual pueden a su arbitrio eliminar o suspender temporalmente o por tiempo indefinido cualquiera de sus rutas, independientemente del volumen de demanda que tengan, con el simple argumento de que existen otras rutas que les son más atractivas económicamente. Como resultado se ha llegado a verdaderas aberraciones que atentan contra la economía nacional y las vías de comunicación. Para un pasajero que necesita volar, por ejemplo, de La Paz a Hermosillo o de Campeche a Veracruz, su única opción es trasbordar en la ciudad de México, aunque ello le represente el doble de tiempo y el doble de costo. ¿Quién le manda tener ese tipo de necesidades? El colmo de esto es un viaje de Mazatlán a Tijuana, pasando por el DF o alguno de sus aeropuertos alternos, como Puebla o Toluca.

Lo más curioso del caso es que este fenómeno se agudizó con la quiebra de Mexicana de Aviación, porque las rutas que dejaron de ser cubiertas fueron de inmediato ocupadas por las otras líneas, como Interjet, Volaris, Aeromar, Magnicharters y Global Aerobús, las cuales para atender a estas nuevas y jugosas rutas, anteriormente operadas por Mexicana, simplemente abandonaron muchas de las que servían con anterioridad, utilizando como único criterio la maximización de las utilidades, desquiciando todo el sistema de comunicación aérea establecido, y todo ello con la complacencia de la Secretaría de Comunicaciones.

¿Cómo ha sucedido todo esto? Seguramente ello responde a la misión que le fue encomendada al brillante secretario Molinar Horcasitas, como parte de la demolición de Mexicana, que desde luego debe haber incluido las jugosas ventas de las rutas concesionadas, como una operación silenciosa, realizada por quienes lograron obtener la propiedad de la empresa durante el sexenio de Fox, para proceder a desmantelarla con el pretexto de los enormes costos de operación representado por las excesivas prestaciones a sus trabajadores, no obstante que cuando se hizo la operación de compraventa los empresarios que las compraron no pusieron objeción alguna en ese sentido.

En resumen, es cada vez más claro que las políticas neoliberales impuestas desde el régimen de Miguel de la Madrid han estado orientadas no a lograr beneficios para la sociedad mexicana, sino a repartir los bienes y servicios que la nación ha venido creando para cimentar su desarrollo económico, como si se tratara de un botín que los presidentes en turno pueden usar para pagar los favores recibidos. Ello debe quedarnos claro para el caso de nuevas privatizaciones.

Con mi admiración y afecto a Carmen Aristegui