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La transparencia de Juan Brom
J

uan Brom es un hombre venturoso y envidiable. A los 84 años cumplidos se observa con buena salud y en su haber muestra una obra histórica escrita de primera categoría. Por su entrega total a darle un significado a su vida me recuerda mucho a Gregorio Selser, amigo y compañero entrañable, fallecido en 1991. La diferencia está en que Gregorio, habiendo realizado una considerable faena intelectual que habría merecido el otorgamiento de muchos doctorados, le pusieron obstáculos por su desapego a los títulos universitarios, mientras Juan se desempeñó en su trabajo sin descuidar del todo la necesidad de adquirir las constancias escolares. Pero ambos se asemejan en su concepción de izquierda y en que sus militancias en organizaciones políticas fueron cortas (la de Juan se reduce a nueve años), en comparación con una vida completa de trabajo que dejó un caudaloso aporte intelectual a las ciencias sociales latinoamericanas.

Aunque Juan debe ser presentado como un mexicano ejemplar no abrió los ojos en el país, sino en Fuerth, una pequeña ciudad de Alemania del Sur. De allá viajó para acá, junto con su familia, a los 14 años de edad, huyendo de la persecución que habían desatado los nazis en contra de los judíos. Y fue aquí en donde, tras superar los problemas obvios de adaptación, pasó muchos años, forjó su carácter y realizó su meritoria actividad intelectual.

De los trabajos históricos elaborados por Juan Brom destacan: Para comprender la historia, Esbozo de historia universal y Esbozo de historia de México (los tres escritos para la docencia en bachillerato), así como ¿Por qué desapareció la Unión Soviética?, libros de enormísimos tirajes, particularmente el tomo sobre historia mundial, que ya tiene 23 ediciones. Pero recientemente me ha sorprendido la aparición de un volumen suyo titulado De niño judío alemán a comunista mexicano (una autobiografía política), el cual permite entender la relación de su historia personal con su concepción de la historia de México y de la historia del mundo.

Lo peculiar de este último libro es la diafanidad con que está escrito. En sus páginas, Juan dice con transparencia y sin disimulos, todo lo que recuerda de su prolongada vida política. Por ello, estoy seguro, valga la suposición absurda, de que si wikileaks lo investigara buscando los hechos ocultos importantes que frecuentemente yacen en las apariencias, nada encontraría.

La formación de Brom

Antes de descubrir su vocación y su ideología Juan se labró una disciplina que lo impulsó siempre. En su vida de trabajo participó, con su hermano y su papá, en un taller mecánico de troqueles. Y en sus estudios iniciales mexicanos ingresó en 1942 en una Prevocacional del Instituto Politécnico. Con la terminación de la Segunda Guerra Mundial se le planteó la posibilidad de regresar a su tierra de nacimiento, pero ya se sentía identificado con México. Ya había arraigado en su cabeza y en su sensibilidad una ideología y con ella la disposición de estudiar historia, cambiando el rumbo de su instrucción. Se inscribió en la preparatoria de la UNAM, luego en la Facultad de Filosofía y Letras y terminó sus estudios de Maestría en Historia en 1954.

En esta etapa siente la necesidad de militar políticamente, pero como es tan ordenado, primero asegura sus derechos ciudadanos, obteniendo su carta de naturalización antes de ingresar a la Juventud Comunista y al Partido Comunista. En esta organización tiene discrepancias con algunos planteamientos de la dirección, por lo que entra en una lucha interna de renovación que termina con su separación de la organización, convirtiéndose desde entonces en un comunista sin partido, como él mismo se autodefine.

La formación intelectual de Juan Brom continúa después de la conclusión de sus estudios profesionales. Se dedica a la docencia y bajo la idea de enseñar aprendiendo amplía sus conocimientos mediante la preparación esmerada de sus clases y la elaboración de textos para facilitar el aprendizaje.

De su primera etapa como profesor es muy importante, luego de sus cursos en la capital, su estancia en Morelia, adonde viajó en 1962, invitado por el doctor Eli de Gortari, rector en aquel tiempo de la Universidad de Michoacán, para impartir clases en el Colegio de San Nicolás. Fue durante este periodo que se casó y nació su hija Rocío Citlali y cuando apareció la primera edición de su magnífica obra Esbozo de Historia Universal.

A su regreso al Distrito Federal prosigue con sus clases en preparatoria, nace su segunda y última hija, Yara Amelia, hasta 1964, fecha en que gana el concurso para ser profesor en la hoy Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, hace 46 años, en donde aún se mantiene sorprendentemente activo en la actualidad.

El comunista mexicano sin partido

En su último libro Juan se califica a sí mismo como comunista mexicano sin partido, aunque está implícito que puede agregarse que es un comunista mexicano sin partido que trabaja en la UNAM. En los 46 años seguidos de actividad en la UNAM, el centro escolar de más de 250 mil estudiantes, con 100 años de existencia y reconocimiento universal, Juan Brom, al par que se ha entregado a la enseñanza a sus alumnos y otros cargos, también ha terminado de tallar su propia personalidad. En la justa tradición libertaria de la UNAM, vertebrada por una comunidad diversa y autónoma, Juan enriquece su pensamiento, siempre pendiente de la marcha de la sociedad, concordando con el ambiente de convivencia, sin renunciar a su ideología.

Pero para hacerle justicia al Maestro es menester precisar qué significa para él ser comunista mexicano conforme a lo que se desprende de su libro reciente. En primer lugar salta a la vista que Brom no se siente como un comunista a secas, sino como un comunista con apellido, o sea un comunista mexicano.

Esto significa que su desacuerdo de los viejos tiempos con el Partido Comunista de México constituyó un desacuerdo de coyuntura, dejando intacta su ideología que sigue en pie, incluso ante el derrumbe de la Unión Soviética. Es el sueño sublime de que el hombre llegue a ser alguna vez el hermano del hombre y de que previamente los estados nacionales se relacionen con equidad.

Como soñador que investiga la realidad, Juan sabe que en el México de hoy no es posible plantear el socialismo como una tarea inmediata. Habrá que ocuparse de las metas preliminares posibles, sin echar al olvido el objetivo final a largo plazo.

En sus preocupaciones, Juan calibra los fracasos habidos y por eso piensa que un socialismo durable tiene que ser objeto de una convicción colectiva de la urgencia del cambio sustentado en una decisión mayoritaria. De ahí que repare en el valor de la conciencia y que haya dedicado su último libro, aparte de sus hijas, a todos los que no se resignan con el mundo como está y desean cambiarlo.