Opinión
Ver día anteriorDomingo 23 de enero de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
A la Mitad del Foro

Medios, remedios y mediocres

E

l año electoral se estrena con los comicios para gobernador de Guerrero. La serpiente que muerde su cola. El eco infinito de la violencia serrana y los duelos costeños distorsionados por la distancia y la ausencia de ideologías, de compromiso personal; de pasión por la tierra y por la memoria histórica del sitio de donde partió la Nao de la China, donde Morelos resistió el sitio del virreinato moribundo; donde la audacia abrazó a la lealtad y produjo el lábaro tricolor y las tres garantías para tranquilizar a los ricos y a la clerigalla. Cuna de la Patria. Tumba del sistema político que se proclamó heredero de la Revolución y la traicionó; de la guerrilla y de la lucha de los maestros que rechazaron la desmemoria.

Y ahora, la dicha inicua de perder el tiempo. La alternancia que sigue a la que hizo gobernador a Zeferino Torreblanca y vistió de traje, camisa y corbata de seda a las izquierdas unidas por el gesto de dignidad de Cuauhtémoc Cárdenas: crear un partido, hacer permanente la lucha y seguir los cauces legales que, guste o no, abrió el huasteco Jesús Reyes Heroles en la hora del último presidente de la Revolución, del coma que precede a la agonía. Después de 1988 la reforma política se redujo a electoral. Carlos Salinas y Ernesto Zedillo compartieron la paternidad. Y el conflicto derivado de una sucesión truncada por el asesinato de Luis Donaldo Colosio y marcada por la vergüenza indeleble del destape espiritista, con voz e imagen del video reproducido por un monitor instalado en Los Pinos.

La alternancia de 2000 y el pasmo del sexenio de la incontinencia verbal de Vicente Fox, y la sucesión de los malabarismos, del desafuero en el vacío y la campaña sucia en la que el Macabeo abajeño metió las manos. Y entre uno y otro rompieron la frágil confianza de los mexicanos en la instituciones electorales. Y la pluralidad desmembrada por la fuerzas centrífugas de las ambiciones personales, las tentaciones oligárquicas y el viejo vicio de la empleomanía, del cambio de chaquetas y la farsa obscena de la deslealtad. Vueltas a la noria. Los mismos usos, los mismos abusos, con nuevo envoltorio y sello de garantía de la democracia sin adjetivos.

Peor es chile y el agua lejos, dicen los campiranos. Hoy, en el Senado de la República, preside la Comisión de la Reforma Agraria el panista Eduardo Nava, cuyo escaño está al servicio del gobierno al que no hay que culpar de los males del campo: se deben a la flojera de los campesinos, dice el Solón de pacotilla. Viejo hábito de hacendados y de sus capataces. En Guerrero se fueron a la montaña los hijos del campo que vieron el recambio de patrones sin que cambiaran los usos y abusos. Empezando por el estulto desprecio de los que se levantan tarde y se ponen crema para asolearse sin riesgo. Mientras los flojos campesinos sudan el surco y cosechan el maíz del que se harán las tortillas con las que los elegantes y hacendosos señoritos harán sus tacos y enchiladas. Ah, la comida mexicana en los salones dorados de los curros y polkos de hoy y de siempre.

Pero este mes eligen gobernador los de Guerrero y los adversarios, uno del PRI, otro del PRD, son primos, pero no mancos; creen en las encuestas, pero confían en los viejos modos de hacer campaña y deshacer lo que haga el contrincante: Manuel Añorve es un delincuente; Ángel Aguirre es un delincuente. Acusan al ex alcalde de Acapulco de la publicación de un libelo, fraudulento uso del cabezal de La Jornada Guerrero con victorioso informe en debate de candidatos. Del ex gobernador interino hacen pública una conversación telefónica con senadora zacatecana: exhibición de cinismo, burda conjura al aire. Si no pueden aportar pruebas del delito. Si no pueden refutar la respuesta del acusado que declara simulador, víctima de sí mismo, al acusador, siempre queda el recurso de culpar al mensajero.

O esperar que el gobernante de turno saque las castañas del fuego. Zeferino Torreblanca resistió el embate de los radicales de su partido y de la oposición plural; de ambientalistas resueltos a impedir, por ejemplo, la construcción de la presa La Parota, aunque resolviera el problema de dotar de agua potable a Acapulco y de riego a las tierras secas. Y faltaba el envión de la disputa territorial de los narcotraficantes, las cabezas colgadas en las jefaturas de policía, las balaceras en la Costera; los muertos de la guerra que Calderón dice nunca dijo que lo fuera Y el agarrón de los primos. Torreblanca no juega ajedrez: culpó a los periodistas, a los medios, a la prensa y a la televisión, ágora electrónica en la era del espectáculo.

Perdió Zeferino Torreblanca. Televisa es poder de esos que los académicos llaman fácticos, pero que ejerce poderes cedidos por quienes debieran preservarlos porque provienen de una concesión. Del uso de un bien público, les recordó burlonamente Pablo Gómez, marxista de cepa, converso al rito del infantilismo democrático, pero siempre leal al Estado, a la seguridad de que su ausencia nos hundiría en una vida bestial. Tal como lo dijo Hobbes. Tal como la padecen esos vastos espacios donde, ausente el Estado, ha impuesto su imperio el crimen organizado. El gobernador Torreblanca parece haber olvidado la máxima clásica: ¡Maten al mensajero!, dice. Palabras mayores en Guerrero.

Y en todo México. Suman más de seis decenas los periodistas asesinados en lo que va del sexenio de Felipe Calderón. Y no hay procesos judiciales en curso. Lo que hay es muertos y desaparecidos. Y la presión de la ONU, cuyo representante en México pide al gobierno de Calderón investigar la desaparición de 40 migrantes centroamericanos y resolver si hubo complicidad de militares y policías. Presión del exterior por las incumplidas promesas de proteger a los migrantes de ladrones, secuestradores, extorsionistas y tratantes de personas.

Primera elección del año. Primera lección a la que, infortunadamente, nadie parece atender; ni uno solo de los pretensos aspirantes o candidatos, de partido o de alianzas cuyo fruto es híbrido, infértil como la de caballo y burra, burro y yegua. En Guerrero, Manuel Añorve parecía ir en caballo de hacienda. Cuentan los columnistas que hoy pasea solitario y triste por las cafeterías y lobbies de hoteles capitalinos donde van los que hacen como que hacen política. No lo creo. Su primo ha andado la legua y sabe de qué lado masca la iguana. Tras una balacera que duró unos minutos y cobró muchas vidas, Ángel Aguirre pasó de priísta al lado de Rubén Figueroa, hijo del de Huitzuco, a gobernador suplente, relevo del compadre del no tan ingenuo Ernesto Zedillo.

En una semana se disiparán los miedos. Sigue Baja California Sur. Tierra que fuera refugio de sinarquistas, de cristeros. Portento del Otro México que narrara magistralmente Fernando Jordán; con samovares rusos, ballenas, lobos y elefantes marinos; restos de antiquísimos naufragios y la riqueza del Mar Bermejo. Y la disolución del poder de las izquierdas que se jugaron el futuro a las patas de un caballo y a la obsesión nepotista.

Dentro y fuera la desunión de la izquierda que no se remedia ni con un milagro. Y el fatalismo de la ultraderecha, tentación golpista de Felipe Calderón, decidido a no devolver la Presidencia al PRI. Y en el tricolor la mediocridad de los enconchados, alentados por los cargos lanzados contra Enrique Peña, culpable de permanecer al frente en las encuestas y augurios de tirios y troyanos.