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Crisis alimentaria
Riesgo de nueva ola mundial de protestas por la carestía
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Campo de cultivo en IowaFoto Ap
 
Periódico La Jornada
Jueves 20 de enero de 2011, p. 3

Washington, 19 de enero. Casi estaban olvidadas las dramáticas escenas de hace poco menos de tres años, cuando saltaron a los titulares de los periódicos los saqueos en Haití, las mortales peleas por el pan en Egipto y las protestas en Bolivia o Vietnam.

En varias partes del mundo, los aumentos explosivos de los precios de los alimentos se habían convertido en una peligrosa bomba social.

Hoy, toda esa situación parece estar repitiéndose, aunque ahora los escenarios son Argelia, Túnez y Jordania. ¿Estamos en vísperas de una nueva oleada de protestas a escala planetaria? No faltan las señales de advertencia.

Ya en octubre pasado el Banco Mundial (BM) había reactivado su fondo de emergencia creado en respuesta a la crisis de 2008. También la Organización de las Naciones Unidas (ONU) dio la voz de alarma: el índice de precios de los alimentos básicos de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) subió en diciembre a un nivel récord.

Recientemente el Departamento de Agricultura de Estados Unidos revisó a la baja sus previsiones de las cosechas mundiales. Estamos llegando a una zona de peligro, advirtió en una entrevista el economista jefe de la FAO, Adbolreza Abbassian.

Las consecuencias van a ser importantes, trátese de protestas o de un aumento del número de personas que pasan hambre, aseguró Richard Henry, economista jefe especializado en agricultura de la Corporación Financiera Internacional (IFC, por sus siglas en inglés), institución afiliada del BM que invierte en empresas privadas en los países más pobres. Si miramos la cesta alimentaria de una familia, estamos más o menos en la misma situación que en 2008, apuntó.

El alza de los costos es vertiginosa: tan sólo en la segunda mitad del año pasado, el precio de los aceites y las grasas se disparó 57 por ciento, y el del azúcar se incrementó hasta 77 puntos porcentuales.

Por el momento las protestas no han llegado a Asia, lo que probablemente se debe a que el precio del arroz no ha seguido hasta ahora la fuerte tendencia alcista, a diferencia de lo que ocurrió hace tres años.

El aumento explosivo de los precios de los alimentos siempre afecta primero, y de manera más dura, a los pobres, ya que son los que tienen que gastar una parte proporcionalmente mucho mayor de su dinero en la compra de comida.

La trágica consecuencia es que si hace tres años había en todo el mundo 800 millones de personas que padecían hambre, la cantidad ha aumentado a mil millones, de acuerdo con datos del Banco Mundial.

El hecho de que el mundo esté ahora nuevamente al borde de una crisis alimentaria global se debe a la interacción de una serie de factores.

Según Henry, las reservas mundiales de alimentos básicos ya estaban disminuyendo a principios del nuevo milenio, para caer a sus niveles más bajos en 2007 y 2008.

Cuando en algún lugar se pierde la cosecha, hay inmediatamente un enorme impacto en los precios.

Hace tres años, la crisis se originó en Australia, y ahora ha sido provocada por las sequías en Rusia, Ucrania y Europa del este. Las reservas se han recuperado en cierta medida desde 2008, pero no lo suficientemente como para compensar las pérdidas del pasado verano boreal. Por el contrario, las inundaciones en Australia ya están teniendo efectos dramáticos sobre la cosecha de trigo, señaló Claire Schaffnit-Chatterjee, analista del banco alemán Deutsche Bank.

La sequía en América del Sur y en el oeste de las grandes llanuras, en Estados Unidos, podría empeorar aún más la situación, advirtió.

Los precios son impulsados al alza por tendencias de largo plazo, a las que se sobreponen luego efectos meteorológicos de corto plazo, explicó Atul Mehta, director del Departamento de Agricultura, Industria y Servicios de la IFC.

Los motivos son obvios: se calcula que la población mundial alcanzará antes de 2050 la marca de los 9 mil millones. Las clases medias que se expanden en países emergentes como China y la India se pueden permitir un mayor consumo de carne, lo que a su vez empuja al alza los precios de los alimentos para animales.

La tendencia a promover el uso de biocombustibles tiene como consecuencia que una parte de las cosechas de maíz se destine a la producción de gasolina ecológica.

A la actual escalada de los precios de las materias primas contribuyen también la presencia de especuladores en el mercado y la política monetaria flexible de la Reserva Federal, banco central de Estados Unidos.

Cabe mencionar, y no en último lugar, que los gobiernos y las empresas privadas han descuidado durante décadas, de manera imperdonable, las inversiones en el sector agrario.

Y eso que los estudios demuestran que el incremento de la agricultura puede reducir la pobreza con una eficacia tres veces mayor que el crecimiento en otros sectores.

Aunque el Banco Mundial prevé que las fuertes fluctuaciones de los precios continúen hasta 2015, también hay motivo para el optimismo, subraya Mehta. La receta, explica, es destinar más tierras a la agricultura.

En el África subsahariana y en América Latina existe ese potencial, asegura el experto de la IFC. Además, es necesario aumentar la productividad y evitar eventuales pérdidas, por ejemplo por la falta de cámaras frigoríficas. En India, un tercio de las cosechas se pudre antes de llegar a los consumidores.

La IFC incrementó sus inversiones en el sector agrícola el año pasado a casi 2 mil millones de dólares, cuando cuatro años antes sólo invertía 850 millones de dólares. Sin embargo, apunta Mehta, los principales imponderables son el cambio climático, si hay suficiente agua disponible para regar los campos o si sigue subiendo la demanda de biocombustible.

Henry también señala que hoy existe consenso en cuanto a que los recursos están disponibles, sea agua o tierra. No hay duda de que el mundo puede alimentarse por sí solo. Únicamente es necesario combinar tantos factores que esto no va a pasar de la noche a la mañana.