Opinión
Ver día anteriorJueves 20 de enero de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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American Mouse
E

l Teatro de la Paz de la Universidad Autónoma Metropolitana es uno de los espacios institucionales que tienen mayor difusión gracias, probablemente, a que Jaime Chabaud como hombre de teatro debe haber sufrido por la falta de publicidad de sus propias obras en otras instituciones, de lo que se lamentan otros creadores escénicos. Además, en el escenario se diversifican las artes escénicas y los precios de taquilla se corresponden con la realidad de su público. Ahora presenta en breve temporada una escenificación del grupo argentino Rara Avis Escena formado por Lautaro Vilo como dramaturgo y actor y Pablo Gershanik en la dirección, y si bien ambos sostienen que su espectáculo conjuga el teatro físico con las artes plásticas, esto puede ser muy discutible, ya que el teatro con objetos es de vieja data en las artes escénicas sin que sea tomado en el contexto de las artes plásticas, a no ser por la elaboración de los pequeños objetos, que incluye la entrada a la Disneylandia de Orlando y alguna proyección, lo que a mi parecer resulta excesivo. Habría que recordar, aunque otra sea la idea y otra cosa lo narrado, el montaje que hiciera la recordada Perla Szumascher de Malas palabras en donde la niña incorporada en alternancia por Haydeé Boetto y Micaela Gramajo cuentan su historia humanizando a objetos cotidianos de su entorno. Quizás sea ésta la diferencia con la pretensión de hablar de artes plásticas a partir de pequeños objetos creados ex profeso.

De cualquier modo, es bueno ver en un escenario nacional a estos creadores escénicos que son tenidos por parte del renuevo generacional en el teatro argentino. Pablo Gershanik vivió tempranamente en México, exiliado por la brutal dictadura de su país y se graduó en el desaparecido Núcleo de Estudios Teatrales, el famoso NET, aunque no hizo larga carrera entre nosotros y estudió en otros centros y otras tierras. Lautaro Vilo es dramaturgo reconocido y premiado y a él se debe esta American Mouse al parecer autobiográfica, si el recóndito recuerdo de un niño de siete años, por mucho que lo haya perseguido toda la vida, puede ser confiable. Quizás para hacer más verosímil este sentido autobiográfico, Vilo hace un larguísimo prólogo en el que trata de contextualizar su historia, lo que a mi ver resulta contraproducente porque el resultado es un desbalance dramatúrgico entre la historia mundial, con hincapié en la argentina, y la historia de la muerte –real o imaginada– de Bill Tale.

Resulta curioso que los espectadores reaccionen más, por conocerla bien, ante la muerte de Kennedy (por cierto, muy bien sintetizada en unas líneas del famoso Happy birthay Mr. President cantado por Marilyn Monroe y un supuesto disparo a la cabeza), que ante las escenas de la dictadura en el país sudamericano que tanta de su buena gente atrajo exiliada hacia nuestras tierras. Felizmente, la caricatura de un negro, con graves tintes racistas, no es celebrada por el público a pesar de su excelente realización, misma que caracteriza el montaje en su parte escénica. Cuando por fin se llega al núcleo de este “thriller cómico”, es decir, al intercambio escolar que permite convivir un poco de tiempo con la familia estadunidense al niño Lautaro, los personajes son representados por diversas figurillas no muy reconocibles, excepto la entrada a Disneylandia, y sin hacer mayor hincapié en ellas, fuera de algún señalamiento humorístico. El idioma verbal se cambia al inglés y es con parlamentos en este idioma en donde se representa la muerte del actor dentro de su botarga de Mickey Mouse –lo que da lugar a una disquisición acerca del actor y su personaje con una tesis poco creíble– y los intentos del niño por narrar lo sucedido ante el silencio y la negativa a aceptarlo de diferentes instancias de mando del parque de diversiones por no perder un día de entradas.

Hizo muy bien el actor y dramaturgo en no intentar autodirigirse, porque el entrenamiento en teatro físico de su director le permite muy buenos momentos. El grupo se complementa con Azul Borenstein como escenógrafa y vestuarista, la creación escenotécnica (sea eso lo que sea) de Jorge Crowe, la iluminación de Gonzalo Berdes y la asesoría en objetos de Javier Swedzky.