OJARASCA

Peces muertos, lago Cristo Rei, afluente del Amazonas, Brasil.  Foto: Daniel Beltrá (Greenpeace)

 

Cochabamba sí, REDD no

Cancún quedó atrás

 

Silvia Ribeiro

 

Desde muchas partes del México de abajo decenas de organizaciones sociales, campesinas, ambientalistas, sindicales, barriales, comunitarias, indígenas, de migrantes, confluyeron en Cancún a principios de diciembre 2010, al tiempo que los gobiernos de todo el mundo sesionaban en un hotel de lujo para discutir el “cambio” climático.

Las organizaciones partieron en caravanas desde diversos puntos de México, donde se encontraron con redes y activistas de otros países, para trazar colectivamente un mapa de la devastación ambiental y mostrar la verdadera política ambiental del gobierno, diametralmente opuesta a la que presentó de manera oficial. Desde San Luis Potosí, Guerrero, Oaxaca, Jalisco, Morelos, Estado de México, Tlaxcala, Puebla y otras entidades llegaron representantes de las luchas contra la minería, los grandes basureros, la contaminación industrial de ríos y aguas, las mega-represas, la urbanización salvaje, carreteras y “supervías”, la contaminación transgénica del maíz y los ataques contra la agricultura campesina, las mega-granjas industriales porcícolas y avícolas, las enormes plantaciones de monocultivos y para agrocombustibles, las explotaciones turísticas, la contaminación petrolera y química, la privatización de agua y territorio y otros casos de devastación y luchas frente a ellos.

No se trataba de hacer una lista de denuncias sino una construcción colectiva, que permanece más allá de la manifestación frente a una reunión internacional. Desde donde partieron y donde iban parando, las caravanas fueron recibidas con calidez y hospitalidad por las organizaciones y comunidades locales en lucha, que se sumaban. En cada lugar compartían, intercambiaban y acrecentaban conocimiento detallado y fundamentado de los problemas, mucho más rico que el de cualquier “experto” al ser construido colectivamente, además de presentar también muchas alternativas a los problemas.

Las caravanas, al modo de trabajo de la Asamblea Nacional de Afectados Ambientales (ANAA), uno de los convocantes que se sumó al llamado a movilizaciones de la Vía Campesina, permitieron a las luchas locales reafirmar que sus problemas no son “mala suerte” que le tocó a ellos, sino saber que muchos más sufren conflictos similares, y que son una consecuencia lógica de la devastación ambiental y social sistemática que es parte inherente del modelo industrial capitalista. En México en particular, afirma la ANAA, donde en la mesa del Tratado de Libre Comercio de América de Norte, el gobierno colocó como “ventaja comparativa” la desregulación y destrucción ambiental, con resultados terribles en todo el país.

Ya en Cancún, en el marco del Foro Global por la Vida, la Justicia Social y Ambiental que se realizó del 4 al 7 de diciembre, los testimonios y presentaciones de las caravanas y de organizaciones de otros países que se fueron sumando en el trayecto o en Cancún, dejaron en claro que no se trata de un “cambio climático” separado del resto del modelo de sociedad, sino que la grave crisis climática que vivimos es un producto inherente a la civilización petrolera, a las empresas transnacionales que lucran con ella y los gobiernos que protegen sus intereses, que están “quemando” el planeta para seguir manteniendo sus ganancias y privilegios. La crisis climática es parte de la devastación ambiental y social general, no un fenómeno separado.

Por el contrario, en el ámbito oficial, desde la forma de nombrar el problema hasta los supuestos “acuerdos” de la conferencia (COP 16 de la Convención de Cambio Climático), fueron una farsa. El propio lugar de reuniones, Cancún, hasta hace pocas décadas una zona indígena de gran biodiversidad y belleza natural, es ahora zona arrasada por empresas y gobierno, transformado en coto privado de turismo para ricos. Igualmente paradójicos fueron las decisiones de la conferencia: en lugar de ir a las causas del calentamiento global y obligar a las empresas y países que lo provocaron a cambiar sus patrones de producción y consumo, se los premió liberándolos de cualquier compromiso vinculante y abriendo nuevos mecanismos de mercado para que puedan seguir lucrando con los desastres que ellos mismos provocaron.

 

Pese a esto, y con la excepción de Bolivia, gobiernos y ONG como Greenpeace, Cemda y el Consejo Civil Mexicano de Silvicultura Sustentable (CCMSS), entre otras, dicen que hubo “progreso” en las negociaciones. Estados Unidos, principal contaminador climático histórico, coincide alegremente con ellos: se declaró muy satisfecho. Especuladores mundiales como George Soros afirmaron que la reunión fue muy positiva para los negocios, particularmente por la aprobación de los esquemas llamados REDD (Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación de Bosques). Este programa abre a la privatización y especulación financiera los bosques del mundo, afirmando una nueva ola de enajenación y expulsión de comunidades indígenas de sus territorios. Las tres organizaciones nombradas participan junto al gobierno mexicano para promoverlo, al igual que organizaciones transnacionales como Conservación Internacional, WWF, The Nature Conservancy y otras, ya conocidas por usar la supuesta “conservación” contra los derechos de las comunidades.

Entre las organizaciones y movimientos de abajo de todo el mundo, por el contrario, REDD fue uno de los puntos que más enérgicamente se denunció y rechazó. Al mismo tiempo se asumió y afirmó el apoyo a la plataforma que se elaboró en la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre Cambio Climático en Cochabamba en abril 2010, donde asistieron más de 35 mil participantes de 140 países. La reunión fue convocada por Bolivia como respuesta al fracaso de las negociaciones climáticas del año anterior.

En apenas tres días y con una fracción mínima de los recursos que se quemaron en la COP 16 de Cancún, se puso en papel un amplio espectro de propuestas básicas para enfrentar la crisis climática y defender a los pueblos y la madre tierra. Fueron presentadas ante la COP 16 por Bolivia. En la cumbre oficial se eliminaron autoritariamente todas, al tiempo que se aprobaba REDD y se abría la puerta para que en el futuro, además de privatizar los bosques, se introduzcan la agricultura y los suelos a los mercados especulativos de carbono.

Pese a este nuevo ataque y al ruido mediático, por abajo se siguen afirmando la resistencia y las redes por la justicia ambiental y social. Queda aún más claro quienes cuidan la vida, la de la gente y la Tierra toda, que sigue respirando porque campesinos, indígenas, comunidades locales y urbanas la siguen alimentando y cuidando.