Opinión
Ver día anteriorViernes 14 de enero de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Wanted Assange
N

o es bueno decir todas las verdades. Este principio de la más ancestral sabiduría popular pertenece a todos los pueblos y a todos los países. Se le puede escuchar o leer en cada una de las innumerables lenguas, idiomas, dialectos, cenismos y hablas que circulan. Salvo, quizás, en Australia... Julian Assange es australiano. Es el fundador de Wikileaks. ¿Cómo es posible ser el inventor de semejante bomba, más peligrosa que el arma nuclear, sin estar persuadido que todas las verdades pueden decirse?

O acaso Assange, ciudadano modelo, benefició de una educación ejemplar y, desde su infancia, se le inculcó que no se debe mentir nunca, que mentir es un pecado muy feo y que, en el momento del juicio final, Dios decidirá con San Pedro si las puertas que se abrirán serán las del Paraíso o las del Infierno según el número de mentiras inscritas en el registro celeste. Assange, tan joven como se ve en las fotos, se ha vuelto más célebre que una estrella a la moda. Y tan buscado como Bin Laden. Los muros de Estados Unidos se verán, tal vez pronto, cubiertos por carteles con su retrato bien señalado con la palabra escrita en gigantescas letras capitales: WANTED.

Cabe preguntarse qué ha hecho para merecer semejante gloria... o indignidad. ¿Hacer circular en Internet documentos confidenciales que logró obtener a pesar de la vigilancia de servicios diplomáticos, policías de todo género encargados de guardar secreto lo que debe quedar secreto. Este joven no admite que acuerdos, tratados, informes, o incluso simples pláticas donde se juega el destino de los pueblos, deban ser ignorados por aquellos a quienes conciernen. ¡Qué ingenuidad! ¿Desde cuándo los pueblos, en qué país, en cuál momento de la historia, los habitantes de un país han sido invitados a discutir sobre su destino? Jamás, en ninguna parte, en momento alguno.

Así, el señor Assange debe callar. O desaparecer. Es más peligroso que el enemigo público número uno, más temible que Bin Laden. Para los poderes establecidos, en todo caso. El arma pacífica que utiliza el fundador de Wikileaks no la inventó él. El arma, imaginada e inventada por un grupo de científicos, es Internet. La vuelta al mundo no dura 80 días. A la velocidad de la luz, es instantánea. Jules Verne no lo imaginó.

¿No puede uno sentirse algo perturbado cuando una información da la vuelta al mundo y nos revela los verdaderos intercambios entre jefes de Estado, responsables militares, patrones de trasnacionales, cuando nos muestra que sus palabras son por completo diferentes de los discursos propagados por los medios de comunicación –a sus órdenes?

A los grandes de este mundo, según la expresión de una bajeza investida por quien la utiliza, no les agrada ser agarrados en flagrante delito de mentira. Los grandes correrían el riesgo de aparecer por lo que son: chiquitos. A ningún rey le gusta caer de su trono y verse en la ridícula posición del trasero como cima. El señor Assange, decididamente, no sabe lo que es el respeto hacia los superiores ni tiene idea alguna de lo que es el poder.

El poder debe envolverse de misterio, es decir, de ritos, liturgias, vestiduras, inciensos... y mantenerse lejos: alejado en esa distancia que da el secreto.

Por eso, motivo más que suficiente, ¿no ha atacado el poder?, Julian Assange merece una buena educación así se deba encarcelarlo, torturarlo y, en último caso, ejecutarlo. En fin, se le enseñarán las buenas maneras. Los poderes establecidos tienen el poder –que les escapa como la arena del tiempo entre los dedos.

Sí, este joven ha decidido desconocer las reglas de la política –y sobre todo de la política correcta. Pero Assange sabe que la mentira es el arma del poder. En la Casa Blanca como en familia. El poder se mantiene por el disimulo, la astucia, el doble lenguaje, el secreto. Ningún poder podría durar si es transparente. La transparencia, ¿no es la poesía?, perdón por la interrupción.