Opinión
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Isocronías

Alrededor de Nandino

E

l suplemento cultural de nuestro periódico dio su primer paso del año con un número dedicado a Elías Nandino e incluyó el testimonio de sus dos talleres tapatíos, separados por algunos años, en voz de también dos de sus ex integrantes. No menos representativas de esos talleres son otras voces, algunas de las cuales también quisieron aportar su versión, su recuerdo, en homenaje al poeta. Entre éstas sobresalen las de Sergio Cordero y Dante Medina, polígrafos destacados ambos, de trayectorias y obras distantes, pero igualmente reconocidas. Dice Medina (primer taller):

Fue una presencia entrañable. Su portentoso amor a la poesía contagiaba. Militaba en un sacerdocio laico casi místico de contagio de la poesía. En la vejez, perdidas otras potencias vitales, el fervor a su obra y la fe en la de los demás, le daban una poderosa razón para conservarse febrilmente incólume. Dignidad es la palabra que le corresponde en mi recuerdo al Nandino que yo conocí. Era veloz para llegar a la confianza de uno, y lento en el despedirse: Antes de que me diera cuenta, él ya era mi amigo, mi instructor, mi guía: pródigamente, me llenaba de consejos. Así llegó. Para irse, emprendió una larga despedida de más de diez años: me daba, en repetidas ocasiones, sus últimas palabras, que luego se verían acompañadas de otras últimas palabras suyas; me heredó dos enormes cajas con sus papeles y cartas personales (que luego un pillo escritorzuelo me robó), urgentemente, y diez años después, volví a tener otras muy humanas últimas palabras de su anciana voz. Cuando murió, hubo un vacío en mí. Vacío que ahora lleno recordándolo, y escribo: no puedo permitirme desperdiciar sus enseñanzas.

Cordero (segundo taller): Lo conocí en 1979. Le mostré cinco poemas. Pese al metro y la rima, le gustaron. Muchos años después, me enteré de que dos de mis actuales compañeros de generación no estaban entonces muy de acuerdo con que el doctor me admitiera en el taller. Uno de ellos me dijo: Nandino quiso hacer de ti un escritor, pero te convirtió en un monstruo. Y otro sentenció: Sergio, eres el error más grave que el doctor pudo haber cometido. Es injusto que ambos traten a Nandino como una especie de doctor Frankenstein, si se toma en cuenta que apoyó a todos sus talleristas por igual. Nos conocía bien e incluso diagnosticó los males que amenazaban nuestro futuro. ¿Cuál es el mío?, le pregunté. El doc meneó la cabeza: tu insolencia. No se equivocó. Casi todos desvirtuamos nuestros proyectos literarios al no superar nuestras limitaciones. Ninguno cumplió con su propuesta original. Y aunque hay quien todavía gime por más, concluyo que obtuvimos lo que nos merecíamos. A estas alturas, no creo que a nadie le importe si nuestras obras van a perdurar. Lo consideran un poeta anacrónico porque escribió muchos sonetos. Mi memoria repite con agrado versos suyos: El azul es el verde que se aleja…, Nocturno amor, oscuro deletreo… Si hubieras sido tú…