Opinión
Ver día anteriorMiércoles 12 de enero de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Sudán del Sur: a medio camino
J

uba. Algunas veces los fantasmas que un ideal pone en la mente se filtran por los parpados para tomar forma. Al enfrentar su realidad, en la luz del día adquieren defectos, inconveniencias, asimetrías. Es una forma violenta de experimentar las diferentes leyes que distinguen a la realidad de la expectativa.

El nuevo país del sur de Sudán no empezará de cero. Heredará un legado de negligencia y obscurantismo. Y el origen de sus peores problemas será la infraestructura, como lo es en la mayoría de África. Como ejemplo, el último cuarto de la carretera Jartum-Juba en Sudán es el único pedazo de vialidad pavimentada en todo el sur de Sudán. Las aldeas principales y menores están conectadas por una red de carreteras cuyas únicas direcciones están exclusivamente en la memoria de los nativos. Un GPS es inservible.

En las noches del referendo de independencia miles de ciudadanos en Juba aún esperan votar. Las calles se llenan de pequeños fuegos que iluminan las noches vagabundas. La gente canta, la gente baila, la gente grita por un futuro alterno a su perspectiva. Pocos duermen, pocos piensan en el trabajo que viene.

Yo nací en guerra. Yo crecí en guerra. No quiero que mis hijos vivan como yo viví. Por eso voto por la independencia. Para ser libre y vivir en paz. Estoy contenta. Estoy tan contenta, Samiya exhala y abraza a sus compatriotas. Paz: dormir sin temer despertar en medio de gritos y charcos de sangre.

Con una voz no eufórica, Jonathan Whittall, encargado de la misión de Médicos sin Fronteras (MSF) en Sudán del Sur, informa que 75 por ciento de la población no tiene acceso a sistemas de salud; 138 mil pacientes fueron admitidos por su misión el año pasado, un incremento de 20 por ciento en 2009 y 50 por ciento en 2008. Muchos de estos son pacientes con enfermedades crónicas y prevenibles que se vuelven letales con el mendigo estado de la infraestructura. Pero el incremento de los pacientes se debe más a los conflictos armados.

Ciento veinticinco mil personas fueron desplazadas internamente en 2010 solamente. Muchas de ellas huyeron en la noche cuando su aldea era invadida. Perdieron todo lo que las mantiene vivas. Marchan por días sin comer. Niños mueren. Gente cae enferma, dice Whittall. Los problemas de salud se pueden corregir al construir vialidades para llevar medicamentos a aldeas. Las otras dificultades son resultado de la inestabilidad que ha sido la norma por décadas en esta región.

Existen más de 3 mil urnas para los ciudadanos de Sudán del Sur. Desde El Cairo, Egipto, hasta Omaha, Estados Unidos. Pero ninguna está cerca de Abyei, ciudad fronteriza entre norte y sur, donde el referendo de independencia ha sido postergado. El norte no quiere perder el control que tiene en esta ciudad que conserva 25 por ciento del petróleo nacional. Aquí, en la noche del 9 de enero, mientras una Samiya eufórica celebraba su liberación, una tribu árabe penetró por el norte de Abyei. El enfrentamiento con los sureños fue inevitable.

Los conflictos se deben en gran parte a las reservas de petróleo en el sur. El sur posee casi 60 por ciento del petróleo exportado por Sudán. Futuras tensiones entre el norte y el sur son inevitables a menos de que un nuevo pacto bilateral, ahora entre estados soberanos, se redacte.

Sin la ambición de personificar una fantasía, por necesidad o por capricho, el ideal imaginado no se realizaría. Paz se quiere en todos lados, ya sea en el sur de Sudán o en la costa de México o en el centro de Bangkok. Pero para poder prestar vida a esta idea, los movimientos sociales deben satisfacer una meta mayor que su propia existencia. En Sudán del Sur, obtener paz implicará más que una noche de fiesta. Reconocer el origen de sus defectos y asimetrías es responsabilidad de cada ciudadano que votó por la independencia. Si este nuevo Estado cae en manos de tiranos y es secuestrado por un terror renovado, la ciudadanía tendrá tanta culpa por su indiferencia como los representantes que la gobiernan.