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A cien años de su natalicio, las tesis del filósofo devienen imprescindibles

Cioran, un pensador crítico cuya obra refleja nuestra realidad

El país vive un periodo de incertidumbre, muerte y desazón con magnitudes distintas al impacto recibido por el intelectual rumano ante la guerra, el exilio y el genocidio, asevera Luis Ochoa Bilbao

 
Periódico La Jornada
Miércoles 12 de enero de 2011, p. 4

A cien años de su natalicio, el pensamiento de Émile Michel Cioran, un filósofo imprescindible en Europa, tiene el atractivo de seguir siendo un autor virgen del que se puede hablar y estudiar en México, consideran aquí especialistas.

En librerías nacionales se puede conseguir casi una veintena de títulos, entre ellos la redición que en noviembre pasado lanzó la editorial Tusquets de Conversaciones, el homenaje que su editor de toda la vida, Gallimard, publicó poco después de la muerte del pensador, ocurrida en 1995.

Conocer la obra de Cioran es necesario para comprender los temas más emotivamente extenuantes de la civilización europea y, por herencia, americana. Reflexiona sobre la vida y la muerte, sobre el suicidio, sobre la idea de Dios, temas que no dejan de ser inquietantes ni siquiera para sociedades embrutecidas por el vértigo del consumo, de la técnica, del espectáculo y del ocio, considera Luis Ochoa Bilbao, coordinador de la licenciatura de Relaciones Internacionales de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

Autor también del extenso ensayo Cioran y la ética de la instrospección (2005, publicado en la revista Andamios, de la Universidad Nacional Autónoma de México), Ochoa añade: ¿Es posible seguir preocupándose por Dios en el siglo de la biogenética, del universo elegante, del calentamiento global? Parece que sí, y Cioran nos recuerda que esos problemas siguen vigentes, aunque sea en la intimidad inconfesa de todos nosotros.

Un apátrida, siempre

En entrevista con La Jornada el investigador Luis Ochoa Bilbao señala que “México vive un periodo de incertidumbre, riesgo, muerte, desazón, con magnitudes distintas, todas esas emociones las experimentaron los europeos del siglo XX. Cioran escribió sobre ello, impactado por fenómenos como la guerra, el exilio y el genocidio.

Sus textos son ensayos y aforismos que retratan impresiones sobre la naturaleza humana, sobre la tristeza, el dolor, la melancolía (aunque también aborda la filosofía, la literatura y el arte). Sus obras son introspectivas, es como una consulta con el sicólogo. Más que pistas sobre México, Cioran aporta pistas sobre la vida, y eso ya es bastante como para tomarlo en cuenta.

Emil Mihai Cioran (Émile Michel Cioran, en francés) nació el 8 de abril de 1911 en Rasinari, en la Transilvania de la monarquía autrohúngara (hoy Rumania). Su padre, Emilian, fue miembro prominente de la comunidad ortodoxa de su pueblo; su madre, Elvirei, era originaria de Venetia de Jos.

Como explica Ochoa Bilbao en su texto, en diversos escritos Cioran reconoce que tuvo una infancia feliz, corriendo y jugando en lo que él denominó un paraíso, rodeado de la paz sublime que sólo los Cárpatos pueden inspirar.

En 1921 dejó Rasinari para irse a estudiar a Sibiu, lugar que también recuerda con cariño. Fue durante sus estudios de bachillerato cuando se entregó a la lectura. En 1928 ingresó a la Facultad de Literatura y Filosofía de la Universidad de Bucarest. En 1932 comenzó a colaborar con varias revistas.

Dos años después publicó su primera obra: En las cimas de la desesperación y, además de ser premiado como un joven valor de la literatura rumana, obtuvo una beca de la Fundación Humboldt para estudiar filosofía en Berlín, Alemania.

Regresó a Rumania en 1936 para salir de nuevo con rumbo definitivo a París, un año después, entonces con el apoyo del Instituto Francés de Bucarest. No se sabe con certeza, añade Luis Ochoa, si Cioran se quedó en París durante la guerra o si llegó a viajar hasta Rumania, lo definitivo es que será nuevamente, y siempre, un apátrida.

Después de su emblemático libro Breviario de podredumbre (1949) renunció a escribir en rumano, “recorrerá Francia en bicicleta, durmiendo en albergues juveniles, renovará su beca, pero nunca estudiará ni redactará tesis alguna, y vivirá de la ‘caridad pública’ frecuentando los comedores estudiantiles”.

Desde su perspectiva de hombre sin fe ni profesión, comenzó a escribir. Así, al margen de la academia, se convirtió en un autor de culto entre los jóvenes de la posguerra. Su espíritu desolado dio a luz libros con títulos como Silogismos de la amargura (1952), La tentación de existir (1956), La caída en el tiempo (1966), El aciago demiurgo (1969), Del inconveniente de haber nacido (1973) y Ese maldito yo (1987), entre otros.

“Creo que Cioran es marginal para el público mexicano –continúa Ochoa Bilbao– en Europa, Estados Unidos y Argentina se le conoce bastante. En México sus libros parecen venderse bien, pero seguramente entre los círculos académicos y literarios del país, es decir, para casi nadie.

“Quizá lo que le pasa a Cioran es que representa toda una mirada del mundo acuñada en el centro europeo (los Cárpatos) y purgada en París. México es un país con otras trivialidades, con otras preocupaciones y estrategias para enfrentarlas.

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Cioran, en su casa de París, en 1992Foto Verónica Flores Aguilar
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“No creo que Cioran impacte en la mentalidad mexicana porque es un hijo de la Transilvania austrohúngara, un habitante del París de la posguerra, un hombre melancólico y sarcástico cuyos paisajes son fríos y nublados. Todo esto nos es extraño en el México de la comida en la calle, la música de bandas del norte, el futbol, la televisión chatarra, el sol en invierno. México, si no es un país para que echen raíces Dostoievski o Mahler (salvo para los iniciados), Cioran tampoco verá en esta tierra su morada.

Los aforismos de Cioran son una estrategia de escritura extraordinaria: resúmenes de vida entera en un párrafo. Me gusta su estilo irónico. Es cierto que trata temas que quizá muchos espíritus vean como depresivos, por el contrario, puede generar un estado de ánimo agradable; impacta, favorablemente, con el sentido del humor.

Apenas lo descubrimos

–¿Qué tanto ha influido el pensamiento de Cioran en el quehacer de los filósofos en México?

–No es fácil de responder, pues apenas se está descubriendo a Cioran. Creo que falta tiempo para que en México haya aportaciones a partir de él. Si las hay recientemente, las desconozco. Lo atractivo de Cioran es que es un autor virgen del que se pueda hablar y estudiar en México.

–¿Se encuentra toda su obra en español?

–Salvo algún escrito perdido o extraviado, parece que todo está traducido. Eso se lo debemos a los españoles, que encontraron el gusto por Cioran desde finales de los años 80 del siglo pasado. También se lo debemos a que Cioran publicó todo lo que escribió (eso parece) en Gallimard y de ahí a la traducción al español no pasó mucho.

–¿Qué aspecto de la obra del autor de Breviario de los vencidos (1993) sería importante comenzar a analizar?

–Como proyecto personal me atraen sus impresiones acerca de Dios y de los dioses. Sus diálogos con la divinidad son los diálogos de un hombre con una idea acuñada por él mismo. El concepto de Dios es el gran mito vigente del pensamiento occidental. En la era de las neurociencias ya vendría siendo hora de ubicar en la geografía mental que el mismo proceso gracias al cual creemos en fantasmas es el que nos hace creer en Dios, que es la idea más acabada de la mediocridad humana.

Cuando Nietzsche dijo que Dios había muerto lo hizo por que previó el advenimiento de la cultura del agnosticismo, influenciada por la ciencia y el hedonismo posmodernos. Sin embargo, la idea de Dios sigue vigente. Y cuando Cioran escribe sobre él lo hace con sarcasmo, es decir, no dialoga con la divinidad, sino con él mismo, el único capaz de acuñar la idea de Dios. Por eso es introspectiva su obra, por que todos los dioses y demonios de la humanidad están en la mente de cada individuo.

No obstante ser poco afecto a las entrevistas, quienes tuvieron la oportunidad de charlar con Cioran, recuerdan la experiencia como un privilegio. Así lo narra la periodista colombiana Amparo Osorio, autora de libro Grandes entrevistas de común presencia (colección Los Conjurados, libro electrónico en Amazon), donde incluye su encuentro con el filósofo.

La también poeta dijo a La Jornada que durante aquellos momentos que compartió con Cioran, en 1991, conoció en verdad a un ser de una sencillez extraordinaria y de una lucidez envidiable, todo el tiempo tomó mis manos para besarlas y luego posaba muy serio para las fotografías. Me impactó su ternura y su sentido del humor, totalmente antagónico a sus postulados filosóficos.

Cioran murió el 20 de junio de 1995; lo enterraron tres días después en París luego de un pleito entre jerarcas de la Iglesia ortodoxa por decidir quién oficiaría los ritos fúnebres del autor que más de una vez se describió como un hombre sin fe.

Aforismos de Cioran tomados de su libro Ese maldito yo, con autorización de Tusquets

Se muere desde siempre y sin embargo la muerte no ha perdido su lozanía. Ahí reside el secreto de todos los secretos.

La jactancia es incompatible con el dolor físico. En cuanto nuestro cuerpo se hace notar, nos devuelve a nuestras dimensiones normales, a la certeza más mortificante, a la más devastadora.

“Mis libros, mi obra… El carácter grotesco de esos posesivos.

Todo se pervirtió el día que la literatura dejó de ser anónima. La decadencia se remonta al primer autor.

Una llama atraviesa la sangre. Pasar al otro lado, esquivando la muerte.

Existir es una desviación tan patente que adquiere por ello el prestigio de una enfermedad soñada.