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Desde 2009 ha recogido datos sobre los objetos más fríos del universo

El satélite Planck permite detectar 30 nuevas nebulosas de galaxias

Ya ha escrutado varias veces la bóveda celeste y lo seguirá haciendo un año más, informan

Es una máquina que nos facilita hacer estadística, resaltan científicos reunidos en París

 
Periódico La Jornada
Miércoles 12 de enero de 2011, p. 2

París, 11 de enero. El satélite Planck, lanzado en busca de las señales de la primera luz que surgió en el universo tras el Big Bang, también recogió datos sobre los objetos más fríos del cielo, una mina de oro para los científicos cuyos resultados fueron presentados el lunes.

Lanzado el 14 de mayo de 2009 para analizar el resplandor fósil, huella ahora fría que el universo dejó de su juventud, el satélite Planck está idealmente concebido para detectar también otros objetos muy fríos, subrayó el martes ante la prensa Jan Tauber, científico de la Agencia Espacial Europea.

Un catálogo de 15 mil fuentes compactas muy frías pudo ser establecido a partir del mapa del cielo realizado en continuo por Planck desde mediados de 2009, un verdadero baúl de tesoros para los astrónomos, que van a poder dedicarse al estudio de esos objetos celestes, entre ellos 30 nuevas nebulosas de galaxias. Podremos hacer mucha ciencia con eso, aseguró.

Para los científicos de la colaboración Planck, reunidos del 10 al 14 de enero en París, es un gran día, aunque pueda ser difícil para nosotros transmitir la excitación que sentimos, dijo.

Un total de 25 estudios científicos son publicados paralelamente en la revista científica Astronomy and Astrophysics.

A diferencia de otros instrumentos de observación que escrutan una estrecha región del cielo, Planck barrió ya varias veces la totalidad de la bóveda celeste y debe seguir haciéndolo durante un año más, lo que debe permitir establecer mapas completos.

Es una máquina para todo el cielo, lo que nos da la posibilidad de hacer estadística, dijo Tauber, recordando que el satélite Planck, fruto de cerca de 20 años de trabajo científico, está ante todo destinado a descubrir los secretos del origen y la formación de las grandes estructuras del universo.

En busca de evidencias

Para comprender cómo se formaron la estrellas y las galaxias después del Big Bang, los astrónomos tratan de encontrar en la radiación fósil las huellas de los primeros gérmenes de materia que permitieron su creación.

Unos 380 mil años después del Big Bang, el universo, que era hasta entonces una hoguera tan opaca como el interior del sol, se enfrió suficientemente para que se formaran los primeros átomos de hidrógeno neutro: los primeros fotones (granos de luz) pudieron entonces escaparse, la luz surgió por primera vez en ese universo que se volvió transparente.

Emitida a una temperatura de aproximadamente 3 mil grados, esa primera luz fósil que baña todo el espacio es ahora un resplandor cosmológico ultrafrío (menos 270 grados centígrados), cuyas ínfimas fluctuaciones pueden informar sobre la infancia del universo. Invisible al ojo humano, se detecta en las longitudes de onda milimétrica.