Opinión
Ver día anteriorMartes 11 de enero de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Marabunta criminal
T

he naked jungle (filme de 1954) es una peculiar saga archigringa en la que el héroe Charlton Heston, junto con su mujer, enfrenta un aterrador ataque de marabunta, una migración –realmente existente pero considerablemente exagerada en el filme–, de una cierta especie de hormigas que, por millones, arrasan a su paso todo lo que les resulta comestible –casi todo–, y deja detrás de sí un páramo. La aventura ocurre en la selva peruana, en una hacienda de cacao, la que no está dispuesto a abandonar a ningún precio el gringo propietario, que cuenta con grandes huestes de trabajadores/esclavos lugareños que, desde luego, visten sólo con taparrabos y que son brutalmente diezmados por los poderosos ejércitos de las monstruosas hormigas.

La asociación con el recuerdo de esta vieja película no me resulta casual; estaba leyendo las crónicas de las decenas de los asesinados ayer en el país, y las declaraciones del alcalde de Monterrey, Fernando Larrazabal. Ante la capacidad, poca, que tiene el estado de enfrentar estas situaciones, voy a gestionar ante el gobierno federal mayor presencia de fuerzas federales para resguardar y garantizar la seguridad en todas las colonias del municipio y que los empleados que brindan un servicio lo puedan hacer de manera adecuada, afirmó.

Señaló que la capacidad que tienen los agentes de la policía regia y los oficiales de la Secretaría de Vialidad y Tránsito es limitada, porque su función es preventiva.

Quien tiene, o debería tener, capacidad de enfrentarlos, que es el gobierno del estado no está teniendo la capacidad para hacerlo, manifestó el edil, quien parecía hablar con la seguridad de quien tiene la solución en mano.

Las palabras del alcalde panista me arrancaron una sonrisa amarga: resguardar y garantizar en todo el municipio a la población, mediante el envío por el gobierno de fuerzas federales, ya que el gobierno local debería tener, pero no tiene, la capacidad para garantizar el resguardo del antiguamente pacífico Monterrey.

El alcalde parece tener necesidad de cerrar los ojos y no ver que el crimen organizado que opera con creciente número de tipos de delitos, comienza a parecerse a marabunta. Es evidente que el gobierno federal tampoco tiene la capacidad de resguardar y garantizar la seguridad de la población a lo largo y ancho del territorio nacional.

Las instituciones encargadas de la seguridad están siendo arrasadas, entre otras cosas, debido a que, en realidad, sus miembros, en proporciones que deben ser escalofriantes, forman parte de los ejércitos de la marabunta criminal.

Albert Einstein escribió: Locura es hacer lo mismo una vez tras otra y esperar resultados diferentes. Una descripción exacta de lo que hace el gobierno federal. Exacta, bajo un supuesto: que el gobierno federal efectivamente se ubicara en una trinchera y marabunta en otra. De modo que, en realidad, es locura para una parte del gobierno, pues muchas otras partes ya viven del estado de guerra entre bandas diversas, entre las cuales se encuentran algunas policías.

Es posible que estemos viviendo ya en un estado en que la terminación de la guerra no le conviene a ninguna de las partes en pugna. Al crimen organizado, desde luego que no: es su negocio. Pero policías de todas las clases, el Ejército –con presupuestos millonarios y crecientes–, la corrupción sin fin que al parecer existe en todas las instituciones del estado, el tráfico de armas y los business también millonarios con marabunta, deben tener, como prioridad número uno, el mantenimiento del asesinato y la extorsión. De eso viven como reyes, y reparten migajas más que bienvenidas por los jodidos, al grado que como ninis en el total desamparo, hacen fila para incorporarse a quienes van ganando la guerra. Si la obligación de los señores que nos gobiernan es preservar la paz y disminuir la criminalidad al mínimo, y ocurre lo contrario, no puede sino concluirse que uno u otros ejércitos de marabunta van ganando.

Van ganando, es decir, van arrasando con las instituciones, con las posibilidades de la convivencia social, con la posible conformación de las condiciones para el desarrollo. Marabunta arrasa y no se sacia.

En tanto, la sociedad, organizadamente, se expresa cada vez menos. De una parte, el río interminable de sangre de los asesinatos, que pasan como imágenes televisivas –en nanosegundos–, la va insensibilizando, y de otra, el miedo a ser tocado por el crimen siempre impune, la paraliza. Hablar –o escribir–, públicamente del tema, ya es un riesgo. El oficio del periodismo vive bajo amenaza continua, y los espacios en los cuales pudieran debatirse alternativas frente al derrumbe de las instituciones por marabunta, se vuelven invisibles o desaparecen.

La pirámide del Poder Judicial está podrida en proporción considerable y sólo con atención contemplativa mira el crecimiento de los crímenes impunes. Añada usted la corrupción que lo corroe. El Poder Legislativo que cogobierna con el Ejecutivo, sabe criticar al segundo, pero no sabe proponer salidas contundentes como las que serían necesarias.

¿Cómo esperan los partidos políticos ser votados, sin una propuesta para acabar con este estado de cosas, que no sea la propuesta de las mil mediaciones y del plazo largo, que es el desarrollo económico y social efectivos (por otra parte absolutamente imprescindible)?