Opinión
Ver día anteriorDomingo 26 de diciembre de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Va mi espada en prenda, y voy por ella
U

no de los personajes relevantes de la gesta independentista y sin embargo poco reconocido fue José Miguel Ramón Adaucto Fernández y Félix, quien cambió su nombre por el de Guadalupe Victoria. Nacido en Durango en 1786, la mayor parte de su vida la pasó en Veracruz, de donde se trasladó a la ciudad de México a estudiar en el Colegio de San Ildefonso.

En 1811 dejó los estudios para incorporarse a los ejércitos insurgentes que comandaba el general José María Morelos. No obstante ser flaquito y desmedrado, según lo definen crónicas de la época, se destacó por su arrojo y valentía que le ganaron el respeto de la tropa y muy pronto obtuvo el grado de teniente coronel.

La frase que titula esta crónica se cuenta que la dijo en la toma de Oaxaca, en donde ante el inminente ataque insurgente a una guarnición realista, al advertir los titubeos de la tropa, con el fin de animarlos a entrar en combate arrojó su espada al campo enemigo y tras de exclamar la célebre frase, se lanzó a recuperarla y enfrentar a los realistas.

Llegó a desempeñar cargos de gran responsabilidad dentro de las fuerzas insurgentes, entre otras, el de intendente de Veracruz, en donde reconstituyó la autoridad. Construyó fortificaciones en sitios poco accesibles para los que no conocían el territorio. Logró la adhesión tanto de indios y negros de los pueblos de la región como de los comerciantes novohispanos, ingleses y estadunidenses.

Acosados los insurgentes durante años, finalmente las tropas de Victoria fueron atacadas por un numeroso contingente realista y se vieron obligados a refugiarse en las barrancas y estribaciones del Cofre de Perote y alrededores. Ahí permaneció viviendo en cuevas hasta fines de 1820, en que tomaron fuerza los pronunciamientos en contra de la constitución española y en favor de la Independencia y de la República como forma de gobierno.

Rehusó reconocer a Iturbide y el sistema monárquico que proponía el Plan de Iguala. Al imponerse finalmente la República,Victoria, ya general, fue elegido como primer presidente constitucional de México. Durante su presidencia vivió en Palacio Nacional a donde invitó a residir a fray Servando Teresa de Mier, de quien cuentan que se escondía cuando lo veía acercarse en los patios de palacio, ya que el insigne, pero verborreico dominico lo agobiaba con instrucciones sobre cómo debía gobernar.

De su vida privada se conoce poco, por lo que resulta de gran interés el artículo titulado La vida secreta del presidente Guadalupe Victoria que escribió el historiador Juan Ortiz Escamilla para el número más reciente de la revista Relatos e historias en México. La publicación nos acerca a la historia con todo el rigor, pero de manera ágil y amena, acompañando los textos con una excelente iconografía que nos revela el rostro de personajes, lugares y momentos, que hacen que cobre vida el relato.

Al pasear por Palacio Nacional y sus alrededores nos imaginamos al presidente caminando sumido en sus pensamientos. Sabemos que solía ir algunas tardes a la tertulia en casa de Miguel Domínguez y su esposa, la ya entonces reconocida como heroína, Josefa Ortiz. Dicen las crónicas que unos días después del saqueo de El Parián, el mercado que se encontraba en el Zócalo, en donde tenían tiendas los comerciantes españoles que vendían las lujosas mercancías que llegaban por la Nao de China, llegó de visita. Al entrar a la casa Josefa lo enfrentó y le pidió que se retirara, porque no era bienvenido quien había permitido semejante vandalismo que desprestigiaba al gobierno republicano.

Para conocer más sobre el enigmático personaje vale la pena leer también la novela de Eugenio Aguirre, titulada precisamente Victoria. Y para seguir con el glorioso nombre vamos a comer al Salón Victoria, situado en la esquina de López con la calle de... Victoria. La comida es muy sabrosa, particularmente el cabrito, acompañado de guacamole y tortillas de harina.