18 de diciembre de 2010     Número 39

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Entrevista con Fernando Tudela de Semarnat

Avance de COP 16 en bosques
y fondo verde

  • Rechazo boliviano, porque quería reventar la reunión

Lourdes Edith Rudiño


FOTO: Lourdes Edith Rudiño

La 16 Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP 16) celebrada en Cancún, debe ser considerada como una de las tres o cuatro COP que hasta el momento han rendido frutos sustanciales –a la par de la celebrada en 1997, cuando se firmó el Protocolo de Kioto–, pues logró reencauzar el “tren descarrilado” en que estaba el proceso de negociaciones multilaterales, y además puso los cimientos para que empiecen a caminar acuerdos trascendentes, como los relativos a bosques y selvas y el Fondo Verde.

Así lo consideró Fernando Tudela Abad, subsecretario de Planeación y Política Ambiental de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), quien opinó que la disidencia de Bolivia en los acuerdos de la COP 16 se dio porque los representantes de este país “traían una línea de reventar Cancún y no venían con la línea de hacer lo posible, lo mejor que fuera negociable para resolver el cambio climático (...) Fue una posición política”. Además de que es inaceptable que Bolivia se erija como la voz de los pueblos o la representación de las naciones insulares. “Las representantes de la islas estaban allí diciendo que lo de Cancún es un avance y les interesa muchísimo”.

En entrevista, dijo que los acuerdos de Cancún deberán influir internamente en México para fortalecer los recursos públicos que se destinan a pagos de servicios ambientales e incorporar en ellos a la agricultura campesina y muy probablemente para desarrollar una reingeniería del presupuesto forestal –con miras más a preservar la riqueza vegetal que se tiene antes que inducir la reforestación– además de que hay condiciones propicias para que el sector privado mexicano comience a ver en el cambio climático no sólo amenazas sino oportunidades de negocio, lo cual, afirmó, “no es malo” y permitirá avanzar más rápido a México en su reducción de emisiones.

El funcionario atribuyó el éxito de la COP 16 al trabajo de la diplomacia mexicana y de la propia Semarnat, pues, contrario a lo que muchos pensaban, México “no cuchareó, ni tenía un documento secreto”; lo que hizo fue facilitar el proceso, permitió que se escucharan todas las voces, y asumió la estrategia de avanzar en lo posible, en lo realista, “pues antes de correr hay que caminar y antes de caminar gatear, y si ahora estamos en la fase de gatear, pues vamos a hacer eso”. La Declaración de los Pueblos, generada en la conferencia de cambio climático que se realizó en Cochabamba, Bolivia, en abril pasado, no fue referencia ni base para la COP 16, pues, dijo Tudela es cuestionable la condición democrática de los acuerdos que se obtienen en este tipo de conferencias, donde se pregunta en forma general “¿están de acuerdo?” y todos levantan la mano.

En Cancún, aclaró Tudela, no hubo conformismo, sino visiones realistas. El mantener la meta de no rebasar los dos grados Celsius de aumento de la temperatura “es ambiciosísimo, pues implicaría ir a concentraciones por debajo de 450 partes por millón de CO2, en momentos que estamos en 390. Llegar a un calentamiento debajo de los dos grados en estos momentos es extraordinariamente difícil y los primeros que se resistirían a tomar en serio una meta de un grado son buena parte del Grupo de los 77, que siguen exportando petróleo (…). No es una cuestión de votar por cuántos grados quiere uno, sino de entender las implicaciones políticas, técnicas, tecnológicas de lo que uno dice. Para ir más allá de lo que se ha planteado como ambición en Cancún tendríamos que empezar todos los países a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), sin distinciones para acomodar las necesidades de los que están en vías de desarrollo”.

Por otro lado, el no haber alcanzado acuerdos jurídicamente vinculantes, agregó, no puede verse como fracaso, pues en los hechos los países asumen igual sus compromisos de acuerdos voluntarios que los vinculantes. Allí está como ejemplo el incumplimiento de Canadá al Protocolo de Kioto.

Para Tudela, en Cancún resultó “un avance sustantivo” el que se determinara “que necesitamos movilizar recursos hacia la Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación de los Suelos (REDD), con el plus que implica la conservación de los ecosistemas forestales y el incremento del inventario de carbono”. Y en Cancún se estableció que se avanzará en un programa de trabajo al respecto y se estará poniendo sobre la mesa las implicaciones del cambio climático en los ecosistemas.

“Eso no se había dicho antes, porque los bosques no entraron en Kioto. Gracias a la COP de Cancún los bosques y las selvas están dentro del esquema de cambio climático” y no se negoció nada de mecanismos de mercado enlazados a REDD. Por eso, “las manifestaciones de repudio a REDD (expresadas por activistas en eventos paralelos a la COP 16) me resultan incomprensibles”.

También es destacable que en Cancún se haya tomado la decisión de establecer un Fondo Verde. Ello, no obstante que muchos países desarrollados querían que previamente se precisaran los mecanismos de gobernanza y operación. Ya establecido, “ningún país va a poder decir ‘veamos el diseño y luego veré si le entro o no’, y yo diría que todo el mundo está claro que si este fondo verde no empieza a operar a partir de Durban (de la COP 17) vamos a tener problemas. En un año podremos definir lo que falta por definir”. Por lo pronto está dicho ya cómo será el mecanismo de gobernanza –en los meses próximos se detallará su funcionalidad– y que el Banco Mundial (BM) se hará cargo interinamente, por tres años, de que vaya fluyendo el ejercicio de los recursos”. Este fondo financiará, con créditos o donaciones, la estrategia REED entre otras cosas.

Ante la reacción de algunos países como Bolivia por la injerencia del BM, afirmó que no se trata de que esta institución decida cómo se van a usar esos fondos, sino que los gestione nada más.

Tudela detalló respecto de REDD que para el caso de México, “ya comenzamos, junto con la Comisión Nacional Forestal (Conafor), la construcción de una estrategia nacional de REDD plus; es un trabajo no de funcionarios en un despacho, sino lo estamos haciendo con la sociedad civil, incluso con críticos del gobierno y nadie ha dicho ‘no, es horrible, mejor nada’, todos han participado. El producto se presentó en Cancún y en un año más tendremos una estrategia armada entre todos, y eso es exactamente lo que pide el acuerdo de Cancún que todos los países lo hagan”.

Pero los acuerdos de Cancún son sólo una plataforma, a partir de la cual “debemos trabajar como locos en una serie de direcciones que están apuntadas”, por ejemplo, hay que poner las bases para que los reportes de las emisiones de GEI sean generalizados, que los rindan tanto países desarrollados como en desarrollo, especialmente los grandes emisores y que haya mecanismos de verificación y consultas internacionales “Todo esto tiene que someterse a un trabajo de construcción de directrices, reglas”.

Consultado sobre qué cambiará en México a partir de la COP 16, dijo: “ya empezamos a cambiar, ya empezamos a tener una movilización de recursos fiscales hacia cambio climático”. Además “estamos a años luz” de lo que ocurría hace apenas unos dos o tres años, cuando, fuera de la Semarnat, el aparato público desconocía incluso los términos básicos del calentamiento global. “Nicholas Stern –quien emitió en 2006 un importante reporte sobre la economía del cambio climático–, vino aquí (…) y dijo (que los retos) no son una transformación pequeñita por aquí, un retoque por allá y una mejora acá, implican una transformación profunda, una nueva revolución industrial. Y ya nos empezó a caer el veinte. Tenemos una serie de proyectos y programas en el Programa Especial de Cambio Climático (PECC).

En lo relativo a la agricultura, aceptó que hay trabajo por hacer si bien es cierto que la COP 16 no generó ningún enfoque específico para el agro. “Estoy convencido de que un manejo prudente, a veces con modelos tradicionales es más benéfico (que la agricultura industrial, de grandes extensiones y monocultivos) y no sólo para la conservación de carbono en el suelo. Hay que buscar maneras de retribuir servicios ambientales que ellos están garantizando y que hasta ahora se les ha reconocido en nada o en pequeña medida (…) Hacia allá tenemos que ir. Hay muchos proyectos que ayudarán a movilizar también el sector agrícola en ese mismo sentido de mitigación y adaptación”.


El acuerdo mantuvo vivo el proceso,
falta que el proceso mantenga viva a la tierra

Raúl Benet

El inesperado resultado de Cancún abre una nueva polémica: ¿Triunfo para el clima? ¿Derrota para los pueblos? La valiente posición de Pablo Solón, representante de Bolivia, es ya asumida por muchos movimientos sociales como el lanzamiento de una campaña mundial contra el Convenio Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático (UNFCCC) por no lograr un compromiso con fechas y volúmenes, que obligue legalmente a los países desarrollados a reducir sus emisiones y aportar los recursos y la tecnología que hagan frente al cambio climático. Por su lado, la ONU y 193 de los 194 países presentes en la COP 16, así como académicos y organizaciones no gubernamentales consideran que este acuerdo, si bien insuficiente, fue un arte de diplomacia cuya virtud es revitalizar un proceso que parecía agonizante. La opción era la desaparición del UNFCC, del Protocolo de Kioto y de cualquier otro instrumento multilateral.

Al principio de la COP 16, Japón declaró que no asumiría un segundo periodo de compromisos del Protocolo de Kioto. Rusia y Canadá secundaron. Cada una de las partes, atrincherada en posiciones irreconciliables. El gobierno de México, a la mitad de la conferencia, metió por la puerta principal al Banco Mundial (BM), al signar un préstamo multimillonario para asuntos climáticos. Con ello enfrentó a muchos que no veían con buenos ojos que el BM manejara los fondos climáticos. Las filtraciones de Wikileaks, que mostraron a Estados Unidos comprando voluntades de los países más vulnerables y ejerciendo presión económica contra sus detractores (Bolivia, Ecuador y Venezuela), empeoraron el ambiente. No se veía posible entonces sacar adelante el proceso. Por eso, y pese a la indignación de ver aplastada la posición de Bolivia, es satisfactorio que el proceso de negociaciones siga en marcha. La delegación de Venezuela lo puso claro: No se ha salvado el clima, los acuerdos son magros, el trabajo está por hacerse, pero tenemos una estructura para seguir adelante.

Las organizaciones agrupadas en la Campaña Global Acción por el Clima (GCCA), conocida como TCKTKCTKC (Greenpeace, Oxfam, 350, Amnistía Internacional, Avaaz y otras 260 de todo el mundo), consideran que este acuerdo constituye el inicio de una carrera hacia el futuro, en que los ciudadanos están poniendo manos a la obra para enfrentar el cambio climático y exigir a sus gobiernos que de inmediato aterricen los acuerdos de Cancún en compromisos obligatorios que hagan explícitas las metas y las fechas de reducción de emisiones, y que dispongan de los fondos y la tecnología requeridos.



FOTO: Archivo UCIZONI

Cuando los lobos se
volvieron vegetarianos

Carlos Beas Torres

La grave crisis ambiental que afecta al planeta es resultado de un modelo que ha privilegiado la ganancia sobre el uso responsable de los recursos naturales afectando con ello la calidad de vida de la mayoría de la población mundial. La globalización del capital en las dos centurias recientes ha devastado regiones enteras, destruido economías locales y provocado verdaderas tragedias en beneficio de unos pocos.

Las grandes potencias económicas, causantes directas y beneficiarias del desastre, no han querido reconocer y menos asumir la responsabilidad que tienen en la catástrofe que hoy amenaza el futuro de la humanidad, prueba de ello es su falta de compromiso para atender las recomendaciones emanadas de los Protocolos de Kyoto y el sucesivo fracaso de las conferencias gubernamentales como ocurrió en la COP 15 realizada en Copenhague en diciembre de 2009. Durante muchos años las grandes empresas y los gobiernos que las representan han eludido su responsabilidad llegando al extremo burdo de negar la misma realidad al señalar que el llamado cambio climático era un mito.

Sin embargo en los años recientes, dada la magnitud y evidencia del desastre, las grandes corporaciones y los gobiernos tuvieron que cambiar su posición ante la crisis ambiental, y al reconocerla, vieron en ella la manera de hacer negocio por medio de iniciativas “amigables con el medio ambiente” que no son sino soluciones falsas a esta crisis y que, peor aún, la agudizan.

Las grandes trasnacionales se reconvirtieron y de pronto se asumieron ambientalmente responsables. Devastar selvas para producir biodiesel; implantar parques eólicos en áreas altamente productivas de alimentos o apoderarse de bosques comunitarios y de biodiversidad bajo el pretexto de la captura de bióxido de carbono, eran y son excelentes pretextos verdes para seguir enriqueciendo a unos cuantos.

Promotores de las falsas soluciones, las megacorporaciones y los organismos financieros internacionales con sus iniciativas sólo prolongan la agonía del planeta y atesoran capital a costa de una crisis que, se estima, dentro de 15 años provocará el desplazamiento de mil millones de refugiados ambientales.

Energías limpias, una solución falsa pero rentable. La emisión de gases con efecto invernadero ha sido considerada una de las principales causas del actual desastre ambiental. Ello le abrió la puerta a las grandes corporaciones generadoras de energía para hacer un negocio redondo. Impulsan proyectos aparentemente sustentables de generación de energía y reciben además fondos verdes del Banco Mundial. Si, negocio redondo, ¿a costa de qué?, ¿y a costa de quién?

En el Istmo de Tehuantepec, por ejemplo, recientemente la empresa española Acciona construyó el parque eoloeléctrico Eurus, el más grande de América Latina en su género, con una inversión de unos 550 millones de dólares. Establecido sobre tierras de regadío del ejido La Venta, próximo a la ciudad zapoteca de Juchitán, Oaxaca, cuenta con una capacidad instalada de 250 megavatios y con 167 aerogeneradores que pronto abastecerán de “energía limpia” a una de las empresas más sucias: la trasnacional mexicana del cemento, Cemex.

Los impulsores de este gigantesco parque presumen que con su operación se evitará generar unas 600 mil toneladas de CO2 anualmente; sin embargo omiten decir que el parque se construyó en mil 100 hectáreas de tierras de riego que dejaron de producir alimentos para abastecer a unas 45 mil personas y que cientos de campesinos perdieron sus tierras altamente productivas, su forma de vida y de trabajo. Ello sin mencionar la gran cantidad de vegetación nativa destruida en la construcción del parque, la mortandad de aves y la falta de un plan de manejo para los aceites y las grasas de deshecho. Como decimos en México, en La Venta salió más caro el caldo que las albóndigas.

Cambiar el clima o cambiar el sistema. Las salidas que impone el gran capital global a la crisis climática parten de una visión que ha convertido todo en mercancía, llegando al extremo de darle un valor monetario al aire. Hasta ahora el costo real de las “alternativas” a las crisis ambiental ha recaído principalmente sobre las espaldas de los países con bajo gasto de energía y por lo tanto con bajas emisiones de gases. Para variar, los pobres pagan el despilfarro de los ricos.

Es claro que los grandes intereses globales no están dispuestos a reducir el gasto enloquecido de energía ni frenar el ritmo de producción y consumo que les asegura sus niveles de ganancia. Es ingenuo entonces pensar que desde los poderosos surgirán alternativas reales que enfrenten de manera efectiva esta situación.

Las falsas salidas que impone el capital global no son la solución a la profunda crisis que vive el planeta, son simplemente una prolongación de la agonía. Es por ello que ante un futuro incierto y difícil se requiere avanzar en la construcción de alternativas “desde y para la gente”: la justicia c limática demanda ya un cambio de modelo, la vida de nosotros y de las próximas generaciones depende de ello.

UCIZONI-MAIZ

Exigen los indígenas el derecho a ser consultados

Emanuel Gómez y Claudia Barajas

En el marco de la Conferencia sobre Cambio Climático (COP 16), las organizaciones indígenas, civiles y campesinas de los cinco continentes manifestaron su rechazo a la mercantilización de los recursos naturales; exigieron que se respeten los derechos de los pueblos indígenas, los de la Madre Tierra y, sobre todo, el derecho al uso y la gestión comunitaria de los recursos naturales en los territorios ancestrales.

Cecilio Solís Librado, copresidente del Caucus Indígena, señaló que es inaceptable que embajadores, secretarios de Estado y gobernantes del mundo quieran seguir imponiendo el poder político, económico y social. En lugar de esto, exigió que se reconozca que los pueblos indígenas tienen derechos de decisión en sus territorios.

En la manifestación del siete de diciembre a las afueras de la COP 16, Solís Librado añadió que los derechos de los pueblos indígenas van más allá de la discusión de la COP 16. “Nosotros somos el pueblo, son nuestros territorios, somos indígenas que cada día vemos mermada la comida en nuestras casas; cada día nuestros pueblos tienen que lidiar, antes por un interés económico, ahora por un desplazamiento forzoso que es resultado del cambio climático”.


FOTO: Enrique Pérez S. / ANEC

El impacto climático “no es producido por los pueblos indígenas, sino por los países capitalistas y sus formas de desarrollo que han fracasado, a lo que no pueden seguir permitiendo que los Estados hablen por ellos, nunca más un mundo sin los pueblos indígenas y campesinos”, dijo.

El dirigente de la Coordinadora Andina de Organizaciones Indígenas (CAOI), Miguel Palacín Quispe, lamentó que la presidenta de la COP 16, la canciller mexicana Patricia Espinosa, haya evitado que los acuerdos de Cancún tengan un carácter jurídicamente vinculante.

Los indígenas, se sienten decepcionados debido a que una de sus principales demandas era que se incorporara el Acuerdo de Cochabamba en el texto resultante de Cancún.

Palacín Quispe señaló que los indígenas insistieron además en incluir en el acuerdo de Cancún los dos instrumentos internacionales que mencionan que los pueblos indígenas tienen derecho a ser consultados y dar el consentimiento libre, previo e informado en decisiones que los atañan: la Declaración de los Derechos de los Pueblos Indígenas y el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Desafortunadamente, manifestó, estos convenios son letra muerta en muchos países.


FOTO: Oxfam Internacional

El indígena peruano agregó que “en muchas luchas indígenas se está impulsando que el derecho a la consulta se cumpla y si no se cumple, realizaremos una auto consulta como una política de lucha”.

Miguel Palacín dijo también que antes de hablar de un mercado de carbono, los países desarrollados deben primero comprometerse a reducir las emisiones de gas de efecto invernadero.

Por último, indicó que los indígenas rechazan que se acepte un incremento de la temperatura de la Tierra de dos grados Celsius; debe ser sólo un grado y pidió que se cumpla el Protocolo de Kioto, además de que se reconozcan los conocimientos tradicionales de los pueblos indígenas para enfriar el planeta y que éstos tengan una participación plena y efectiva en esta tarea.