Opinión
Ver día anteriorJueves 16 de diciembre de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Homenaje a la tierra sin ley
M

e pregunto si don Alejo vio alguna de esas malas versiones de La Diligencia, la clásica del western. Quizás así pudo haber imaginado que su puntería y la determinación de la defensa de su propiedad le iban a bastar para enfrentarse con éxito a la banda de militares ilegales que ya habían dado muestras de su poder de fuego en ataques contra militares y policías legales.

Si don Alejo Garza Tamez se mantenía informado acerca de la capacidad del crimen organizado, su decisión de enfrentarlo con una decena de rifles debe verse como un sesgo suicida. Si no estaba al tanto, la suya fue una acción ingenua, por un lado, e identificada con la tradición de los mexicanos machos por el otro.

En aquello que interesa al estado de derecho y a las convicciones ciudadanas, el señor Garza Tamez hizo lo que otros mexicanos: mandó al diablo las instituciones, pero no enriqueció la vida cívica.

Sus motivos son conjeturables. ¿La propiedad de bienes materiales es un valor más elevado que la vida? Porque lo que defendió Garza Tamez no fue su vida, sino un bien material. No defendió bienes comunes, no defendió la vida de otros seres humanos, no defendió derechos humanos atropellados –salvo el suyo de propiedad, amenazado de despojo–, no defendió valores patrióticos, familiares, sentimentales, intelectuales, artísticos. También cabe preguntarse: ¿no tenía intereses espirituales y humanos más valiosos que su rancho? Su edad era la de un abuelo y las notas han hablado de su familia. ¿No era preferible seguir compartiendo su afecto con sus familiares y sus amigos que, se dice, también los tenía? Un hombre que prefiere batirse y arriesgar su vida con desconocidos por defender una cosa y no seguir cultivando afectos y/o metas espirituales es un hombre profundamente ensimismado –y para colmo materialista– que identifica su ser con lo que tiene y no con lo que puede hacer con su cabeza, sus manos o su corazón.

Así que con corrido, que ya lo tiene, periodistas –de los profesionales, de los que lo parecían y de las promesas fósiles–, twitteros y admiradores con mentalidad de machos agresivos, no me parece que el señor Garza Tamez deba ser tratado ni mínimamente como héroe. Su gesto sólo ha evidenciado la descomposición social y fue un subrayado de la crisis valoral y la pobreza de la cultura ciudadana que la acompañan. Y también puso de manifiesto que los narcotraficantes son invencibles por la vía de las armas.

Numerosos medios e intelectuales adscritos a sus planas, cámaras o micrófonos, atentos al rating que no falla en la creación de glorias e infamias, convirtieron a don Alejo en un héroe. Un buen ejemplo fue la cobertura de Multimedios, que nos ofreció un tan prolijo como prescindible infoaudiovisual de cada medio metro de su casa.

En torno al triste episodio, algunas perlas. En su columna para el diario Milenio y bajo el título de Don Alejo es un héroe, Ciro Gómez Leyva escribió: Don Alejo Garza Tamez eligió cómo y cuándo morir. Quizá sin haberlo leído nunca, personificó al gran hombre de Séneca: aquel que no sólo se impone a la muerte, sino que sale a su encuentro. Y concluye señalando una posible derivación de la respuesta de Garza Tamez a los que llama malos: Hace tentadora la idea de la justicia por mano propia, que muchos Alejos parecen estar acariciando en el norte de la República. Ya encarrerado, el título de su columna del día siguiente fue Don Alejo es el único héroe del bicentenario. Cada línea es un toque de rebato a la violencia basada en la abundancia de agallas a partir de la lectura de numerosos clásicos de la sapiencia twittera. Estos argumentos hubiera querido Gómez Leyva ofrecérselos a Sandra Garza, la hija de don Alejo, para convencerla de que le diera una entrevista. Pero como ella se negó al capricho del rating aduciendo que no quería que su padre fuera un héroe, Gómez Leyva, en tono de cruel revancha, escribió: Lo lamento Sandra. Don Alejo ya no les pertenece sólo a ustedes. El poder mediático se lo ha apropiado y lo ha convertido en una leyenda instantánea.

Como de profunda manifestación del derecho de la fuerza sobre la fuerza del derecho calificó José Rubinstein la tragedia del rancho San José en un artículo titulado La lección de don Alejo, que publicó Excélsior. ¿Tomar justicia por mano propia es la fuerza del derecho?

Jaime Sánchez Susarrey, que también invoca la valentía de don Alejo (Don Alejo, publicado por El Norte) y su leyenda instantánea a fuerza de mensajes en las redes sociales propone tomar justicia por propia mano ante la incapacidad del Estado para defender a la población. Por lo mismo cita el artículo 10 vigente de la Constitución de 1857 (Todo hombre tiene derecho a poseer y portar armas para su seguridad y legítima defensa). Su conclusión es muy clara si se toma en cuenta el homenaje al western ya propuesto, o a la acordada porfiriana: Basta imaginar si don Alejo hubiese podido recurrir a vecinos y amigos para defender su rancho y su dignidad. No honraríamos hoy su memoria, sino celebraríamos su triunfo. Una versión de Los siete magníficos, una célula del Club del Rifle o un grupo de minutemen de este lado. Los rancheros, como antes lo hicieron los hacendados, se organizan para combatir a los malos y luego, de paso, reprimir a sus trabajadores o a grupos políticos o étnicos indeseables. Ahí están las redes sociales para probar que la larva existe y crece. Son reiterativos los mensajes llamando a organizarse, a conformar guardias blancas, a comprar metralletas, bazucas y todo tipo de armamento para combatir a los criminales.

Las armerías estadunidenses ya celebran. No es difícil imaginar lo que los adquirentes del símbolo don Alejo opinarían si quienes se armaran para defender sus derechos en contra de la explotación y los abusos, y además reclamaran un nuevo reparto de la riqueza, fuesen grupos con una ideología y una postura contraria a la del Estado que critican en sus efectos y defienden en su origen.