Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 10 de octubre de 2010 Num: 814

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Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

El Hamlet de Nekrosius
JUAN MANUEL GARCÍA

70 con John Lennon,
30 sin la Morsa

ALONSO ARREOLA

No elegía
RICARDO YÁÑEZ

El hombre que veía rodar las ruedas
PABLO ESPINOSA

John Lennon: karma instantáneo
ANTONIO VALLE

Duhamel y la santidad cotidiana
RICARDO GUZMÁN WOLFFER

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Columnas:
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Andrius Mamontovas en una escena de Hamlet, bajo la dirección de Eimuntas Nekrosius.
Foto: Alexandra Griffoni

El Hamlet
de Nekrosius

Juan Manuel García

El Hamlet de la compañía Meno Fortas (que puede traducirse como La fortaleza del arte) es un lienzo donde acaso quepa la mayoría de las motivaciones humanas. El texto más representado de Shakespeare en manos de la compañía lituana resuena poderosamente.

Son tres horas y media de duración que se van como un suspiro. El director, Eimuntas Nekrosius, se apega a la versión más original del texto del inglés y entrega una puesta monumental, cuidando los excesos para que no se vacíe de contenido.

Otelo, presentado en México en el Festival Internacional Cervantino, maravilló a la audiencia y ahora, dos años después, luego de su cancelación en la edición anterior del FIC, Hamlet, que tuvo funciones en octubre pasado en Ciudad de México y Guanajuato, vuelve a hacer lo mismo. La espera para volver a ver a uno de los hacedores de teatro más destacados de Lituania valió la pena.

Un cantante de rock, ¡Abrase visto!, protagoniza al príncipe de Dinamarca. Andrius Mamontovas entrega entonces un Hamlet desaforado, casi siempre en sus límites emocionales, muy cercano en tono a Claudio (Vytautas Rumsas), aunque este último va desgajando sus sinsabores sin prisa, con rupturas más controladas.

Todo en el montaje emite a una película de Pasolini. El reino danés y sus espacios se construyen con sillas y estructuras de fierro oxidado, como si el mundo de Dinamarca o cualquier otro fuera un lugar miserable, avejentado, sin esperanza de renovación.

Hay una plástica deliciosa en su conjunto (creación de Nadezda Gultiajeva) que construye cuadros escénicos memorables, mientras los actores se desplazan de un sitio a otro y los textos detienen toda la animalidad que habita en su interior.

Tenemos entonces un Hamlet sumamente violento, con esa violencia contenida que hace apretar los puños y trabar la quijada. Gertrudis y Ofelia van catalizando esa violencia, cada una desde sus motivaciones: el engaño, el amor, la traición.

Se bebe en grandes copas, caricaturizadas al extremo, pues la celebración tiene que ser grandiosa. El dominio de un reino no es poca cosa.

Pero también se alude a las metáforas y el director, como acostumbra, acude a los elementos naturales. En Otelo fue el fuego y aquí se usa el hielo como idea de fragilidad y de resistencia. El hielo es manoseado o resquebrajado, cae desde lo alto o forma un candelabro extraño que refulge en la oscuridad.

También, en lo alto, el público observa permanentemente una enorme sierra oxidada que no se sabe si caerá en algún momento; esto no sucede, pues el artefacto sigue ahí, atestiguando las acciones de los personajes.

En la puesta, la música acentúa el desarrollo de la trama. Los momentos álgidos se “notan” musicalmente como en una orquesta.

El director lituano imprime a su montaje sordidez, sorna, con una atmósfera virulenta que va contagiando a quienes observan.

La magia del hecho teatral se consuma en cada uno de los 210 minutos de duración. Pese a ser un espectáculo de gran formato, pareciera que la compañía nos contó apenas un gajo de vida íntima, personal, por ello mismo universal.

EL AQUÍ Y AHORA DEL TEATRO EN LITUANIA

Con poco más de cuatro millones de habitantes, el teatro en Lituania tiene una vitalidad inusitada, acompañada de una tradición profunda. De esa región pueden recordarse algunos de los montajes más memorables que han pisado los festivales de Latinoamérica.

Por ejemplo, el Ricardo III, llevado a escena por el Teatro Nacional de Lituania, que tiene como director a Rimas Tuminas, que junto con Nekrosius han resignificado el oficio teatral.


Eimuntas Nekrosius

Justo, Nekrosius (Vilnius, 1952), que pugna por el trabajo físico de los actores y sus motivaciones sicológicas en el escenario, catapultó su popularidad, en 1985, con un singular montaje de Romeo y Julieta, trabajado como ópera rock, al que le siguió Tío Vania, en 1989.

Cuatro años después de esta puesta, el director europeo emerge consagrado al llevarse el Premio a las Nuevas Realidades Teatrales, concedido por la Unión de Teatros de Europa.

Allanado más su camino y con una estética reconocida que no concibe medias tintas, sino que da paso a la monumentalidad, Eimuntas Nekrosius pone en escena El cantar de los cantares (literalmente una lectura exaltada del amor profano),un ejercicio libérrimo inspirado en el libro del Antiguo Testamento que Fray Luis de León tradujo al castellano.

Con su Hamlet, que inicia la trilogía shakespeareana, la compañía se ha presentado desde hace trece años en la mayoría de los puntos del planeta y cuanto festival internacional se halle en posibilidad de pagar las costosas puestas.

En 2005, el Festival de Otoño de Madrid programó la trilogía completa que incluye a Otelo y Macbeth.

Andrius Mamontovas, el roquero que lleva interpretando al príncipe de Dinamarca más de una década, declaró en la rueda de prensa que dio en Guanajuato el año pasado, que su personaje es como un niño perdido.

 “Hamlet es más infantil y tiene emociones primarias en las cosas que realiza y no es responsable de ellas, porque está cegado por el amor hacia su padre y por la idea de venganza. Es como un niño perdido.”

Y agregó: “Me gusta el teatro de Nekrosius. Si me invitara a sostener una lámpara lo haría, porque es un artista sorprendente, un genio del teatro. Al verlo trabajar recibes mucho como artista y como ser humano.”

Pero antes, en una entrevista con El País, con respecto a su presentación en el Festival de Otoño, el director lituano afirmó que el proceso más difícil para concretar el montaje de Hamlet fueron los ensayos: “Cada día que ensayas se plantea la duda de qué hacer a continuación, de cómo trabajar mañana. Una duda hamletiana. ¿Encontrar algo nuevo o abandonarlo? Si un solo ensayo fuese vacío o inferior, la compañía se sentiría impotente frente al inmenso muro clásico y colgarían los guantes. Mantener el flujo creativo es el principal reto.”

En el primer trimestre de 2010, la compañía Meno Fortas estrenará El idiota, de Dostoievsky.