DIRECTORA GENERAL: CARMEN LIRA SAADE
DIRECTOR FUNDADOR: CARLOS PAYAN VELVER
SUPLEMENTO MENSUAL  DIRECTOR: IVAN RESTREPO  
EDICIÓN: LAURA ANGULO   4 DE OCTUBRE DE 2010 
NUMERO ESPECIAL


Portada

Presentación

El castor está de regreso en casa
Gerardo Carreón Arroyo

El jaguar en México
Carlos A. López González

Las alas de México
Juan Cornejo y Carolina Hartmann

La tortuga laúd, una viajera incansable
Débora García Muñoz y A. Laura Sarti Martínez

El aullido del lobo regresa a las tierras silvestres mexicanas
Óscar Moctezuma O.


Correo electrónico:

[email protected]

  

El jaguar en México


Jaguar Foto: Óscar Moctezuma O.
 

Carlos A. López González
Doctor en ciencias y profesor-investigador de la licenciatura de biología dentro de la Universidad Autónoma de Querétaro. Sus intereses son la conservación y el manejo de los carnívoros, así como la resolución de conflictos con el ser humano.
Correo electrónico: [email protected]

La piel del tigre (jaguar) es apreciada
por sobre todo debido a su gran belleza,
por lo tanto aquel que mate un tigre
es orgulloso y feliz

Ignaz Pfefferkorn (1795)

El jaguar (Panthera onca) ha sido siempre reconocido como una metáfora de poder y fuerza; tanto, que ha ocupado un lugar prominente en la religión y mitología de muchas culturas precolombinas (olmecas, zapotecas, toltecas, aztecas y mayas, entre otras). Es por ello que está ampliamente representado dentro de la iconografía de huicholes, tarascos y huastecos; pero la naturaleza simbólica del jaguar se perdió con la conquista española. La pérdida de este respeto por el felino más grande del continente americano, puede haber resultado en acciones de persecución y erradicación durante los últimos tres siglos, culminando en el siglo XX.

Debido a esta preocupante situación, a mediados de los años ochenta del siglo pasado un par de investigadores estadounidenses se dieron a la tarea de conocer el estado de conservación del jaguar a lo largo de su área de distribución. Concluyeron que las poblaciones de México se habían reducido en 65 por ciento, y únicamente quedaban poblaciones estables en los estados que conforman la península de Yucatán. Sin embargo, mucha de la información obtenida en ese reporte era de carácter anecdótico y más un sentimiento que una investigación formal.


La mejor forma de obtener registros confiables de jaguares es con cámaras que se disparan al detectar movimiento. La mayoría de las fotos así obtenidas son de animales fugaces, pero en ocasiones, se tiene la suerte de que un jaguar parezca “posar” frente a la cámara, como hizo este precioso animal en Sonora, dentro de la Reserva del Jaguar del Norte de Naturalia Foto: Northern Jaguar Project/Naturalia, AC

Durante 1999, la Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre (WCS por sus siglas en inglés) lleva a cabo un esfuerzo por congregar a investigadores de toda América Latina, con la finalidad de consolidar el disperso conocimiento sobre los jaguares. El resultado de esta reunión fue la publicación del libro Jaguares en el nuevo milenio (Medellín, et al., 2002), posteriormente WCS hace una petición para actualizar esta información al 2006, resultando en una publicación que identifica poblaciones viables a largo plazo y los corredores que las unen. La generación de información sobre el jaguar en México se ha incrementado; la idea de este artículo es dar un panorama general de lo que se está haciendo en México con los jaguares, así como ofrecer una serie de recomendaciones sobre líneas de investigación y conservación.

¿En dónde lo podemos encontrar?

Históricamente, la presencia de poblaciones de jaguar estaba documentada para las tierras bajas (menos de mil msnm) de ambas costas, incluyendo la depresión del río Balsas y la Península de Yucatán. Pero esta información siempre fue imprecisa; la razón fundamental es la dificultad que todas las expediciones han tenido para detectar la presencia de jaguares.
Durante los últimos 10 años, varios investigadores nos hemos dado a la labor de conocer el estado de las poblaciones de jaguar en varias regiones de México, a la cual se ha sumado una iniciativa apoyada económicamente por la Comisión Nacional de Áreas Naturales

Protegidas (Conanp) y otras ONG a fin de elaborar un censo nacional de jaguar. Comenzando por los estados del noreste, las áreas de la sierra de Tamaulipas y la sierra Plegada, en el estado de Tamaulipas, cuentan con datos de la presencia de la especie. Del mismo modo, hay registros que amplían el área de distribución al estado de Nuevo León encontrando, al parecer, una buena población de jaguares no muy lejos de la ciudad de Monterrey. Por otra parte, varios investigadores delimitamos la presencia de estos felinos en Sonora, encontrando poblaciones, al parecer en buen estado, a lo largo de las faldas de la sierra Madre Occidental. Y, recientemente, determinamos la distribución del jaguar en Sinaloa; ubicamos una buena población en la porción sur del estado. Desde hace poco colaboramos con varias ONG internacionales (p. ej. Panthera) para conocer el estado de la conexión del jaguar entre Sonora y Sinaloa.


Mapa de “Poblaciones importantes de jaguar” elaborado en Naturalia, AC, a partir del original generado por Carlos López

Por la falta de claridad en cuanto al área de distribución que ha tenido el jaguar en nuestro país, elaboramos un mapa con los registros aportados en la reunión de la WCS y los generados por varios estudios posteriores; se preparó además, una base de datos por medio del programa Algoritmo Genético para la Generación de Juegos de Reglas (GARP por sus siglas en inglés); este programa hace una representación gráfica de la características medioambientales bajo las cuales podría vivir el jaguar.

Una vez obtenido el mapa citado, lo combinamos con uno de la “huella humana” (ésta es una medida del impacto del ser humano en el ambiente y utiliza vegetación transformada, caminos y áreas urbanas, entre otros) y obtuvimos otro en el cual se pueden apreciar los sitios en donde el jaguar tiene probabilidad de sobrevivir a largo plazo.

En el mapa resultante se puede observar que las áreas más importantes por su tamaño y conectividad son, en orden de importancia, la parte media-baja de la península de Yucatán (Chiapas-Campeche-gran parte de Quintana Roo); en el Pacífico, la región serrana de Sinaloa y las faldas de la sierra Madre Occidental en el estado de Sonora; y por último, la región de los Chimalapas y la sierra de Tamaulipas. Las áreas de menor importancia, pero relevantes al poder ser eslabones en la creación de corredores, están en Nayarit, Michoacán y una parte en Guerrero. De las poblaciones mencionadas, las presentes en la península de Yucatán, APFF meseta de Cacaxtla (Sinaloa), APFF Álamos (Sonora), quedan parcialmente contenidas dentro de algun área protegida.

¿Quién dijo que sólo habitaba en las selvas?

Los ambientes donde puede habitar el jaguar han sido tradicionalmente confinados a sitios con vegetación netamente tropical; en nuestro país esta asociación ha sido especialmente relacionada con bosques tropicales lluviosos y secos, así como áreas pantanosas. Sin embargo, la imagen que tenemos en estos momentos es muy diferente y bastante más compleja.


Presas naturales del jaguar. Venado cola blanca, coatí y pecaríes de collar Fotos: Northern Jaguar Project/Naturalia, AC

Al hacer un análisis de los sitios donde se registra un gran número de jaguares, nos revela a una especie muy plástica, capaz de sobrevivir en una gran diversidad de ambientes, contrario a lo que se pensaba hacia finales del siglo pasado. Así, los jaguares habitan bosques de encino y de pino, hasta alturas que llegan a los 2 mil 500 metros, como es el caso de las poblaciones en la sierra Madre Oriental. En otras áreas, como en Sonora, además de bosques de encino se le ha encontrado asociado a matorrales xerófilos (sitios muy áridos).

Del mismo modo se documentó la presencia de algunos jaguares en sitios que presentan nevadas considerables durante el invierno, como es el caso de la sierra de San Luis, en Sonora, o la sierra del Nido, en Chihuahua. Y aunque sabemos que estos felinos han sido machos y con toda seguridad animales transeúntes, nos da una idea de la gran tolerancia que tiene esta especie a diversos ecosistemas, con sus climas y características ambientales particulares.

Por fin ¿qué comen?

El jaguar es el mayor depredador en las diversas regiones que habita, con más de 90 especies de presas; sin embargo, en México hay pocos estudios sobre su alimentación. Se sabe que en la región de Calakmul, Campeche, se alimenta de pecaríes, tanto de collar (Pecari tajacu) como de labios blancos (Tayassu pecari); en la costa de Jalisco, come venado cola blanca (Odocoileus virginianus).

Fuera de estas áreas protegidas, el jaguar consume ganado doméstico, constituyendo algunas veces hasta el 30 por ciento de su dieta, como es el caso del estado de Sonora; el resto de la alimentación lo componen principalmente venado cola blanca, pecaríes, coatíes (Nasua narica) y otras especies de menor talla. El problema de la depredación de ganado es un punto controvertido, ya que las razones por las cuales ocurre no son independientes. La transformación de hábitat, la sobreexplotación de sus presas, el intento de cacería de los jaguares dejándolos malheridos y, finalmente, el escaso control del ganado son las causas que se han enumerado en otros sitios.

Pero ninguna causa actúa por sí sola, sino que produce un efecto en cascada que la hace difícil de eliminar. Por ejemplo, en la Reserva de la Biosfera Sierra Gorda, Querétaro, se nos mostraron varias cabezas de ganado supuestamente depredadas por jaguar, pero a lo largo de nuestro trabajo de campo no se pudo verificar ningún incidente de este tipo, por lo que a nuestro parecer el problema es mínimo; sin embargo, durante el mismo periodo se perdieron muchas vacas por otras causas, entre ellas, la rabia.

En Sonora, a raíz de la compra del rancho “Los Pavos” y Zetásora, en alianza entre Naturalia, AC, y Northern Jaguar Project, y que actualmente es una reserva privada dedicada a proteger la especie (Reserva del Jaguar del Norte), así como por el abandono de otros ranchos al no haber podido sus dueños pagar la hipoteca que adeudaban, se creó un mosaico de ranchos con y sin ganado, que al parecer ha enriquecido las poblaciones de presas silvestres (venados y pecaríes) reduciendo la depredación de ganado de 30 por ciento en el 2002, a 19 por ciento en el 2004 y, más recientemente, a menos de 10 por ciento. Esto ha dado origen a una estrategia de manejo que, eventualmente, podría reducir la depredación a números insignificantes, o por lo menos, tolerables.

¿Quedan suficientes jaguares en México?

Las áreas de mayor tamaño donde persiste el jaguar deben corresponder también a poblaciones mayores; sin embargo, el tamaño de la población está dado por una gama de factores, como la productividad del sistema que se ve reflejada en la densidad de jaguares (expresada como número de individuos por 100 km2).

En México, los estudios que han calculado la densidad de jaguares están limitados a pocos sitios. Para la península de Yucatán se ha estimado una densidad de 6.7 jaguares por 100 km2, y utilizando los resultados del mapa, nos da un estimado de población de 4 mil 500 jaguares; estos números, aunque optimistas, nos dan una idea del estado de conservación de la península.


Reserva del Jaguar del Norte. En la aridez de la serranía de Sonora, los jaguares tienen ahora un santuario de 22 mil hectáreas, donde la presencia de presas naturales en relativa abundancia ha permitido que sobrevivan estos felinos Foto: Juan Carlos G. Bravo

Para Sonora, hemos calculado un densidad de 1.4 jaguares por 100 km2, calculándose en el estado una población de 150 jaguares. Para la costa de Jalisco se estima la presencia de 2.5 jaguares por 100 km2. Usando los datos que generamos en el APFF meseta de Cacaxtla con 2.5 jaguares por 100 km2, podemos estimar una población en Sinaloa de 390 jaguares.
 
¿Cuáles son las áreas importantes para el jaguar?

La combinación de diversos factores es lo que definirá el establecimiento de prioridades al momento de establecer las áreas de conservación del jaguar en México. Estos factores deben incluir áreas continuas de gran tamaño, densidad poblacional de jaguares, abundancia de las presas, número de seres humanos presentes y tendencia hacia el crecimiento o reducción de las poblaciones humanas en la región.

En este contexto, aunque es innegable la importancia de la península de Yucatán para la conservación del jaguar, tiene el inconveniente de que la densidad humana en este sitio no ha disminuido, sino que va en aumento. Un fenómeno opuesto está ocurriendo en Sonora y Sinaloa, donde grandes áreas de la sierra se están despoblando con relación a la década pasada. Estas son muy buenas noticias para los jaguares del norte.

Una de las tareas importantes a llevar a cabo es el establecimiento de corredores, sobre todo en el Pacífico mexicano, donde se está perdiendo la continuidad del hábitat del jaguar y, eventualmente, producirá el aislamiento de las poblaciones de Sinaloa y Sonora.
Son varias las iniciativas a nivel gubernamental como por parte de ONG, para conservar al jaguar en nuestro país; por nombrar algunas mencionaré el establecimiento de reservas, la compra de tierra, los programas de seguro ganadero, la compensación por depredación, y una mayor generación de conocimiento ecológico de la especie. Sin embargo, no sabemos cómo están funcionando estos programas.

En México, la gente que está trabajando con jaguares debería establecer prioridades para la especie que no tuvieran que ver con agendas personales, como ha sido el caso de reuniones cuyos resultados sólo han beneficiado a los proponentes y no a la especie.

El jaguar no está siendo protegido de manera efectiva. Debería ser nuestra responsabilidad como ciudadanos el participar con un granito de arena en la gran tarea de lograr que su presencia sea creciente en diversas partes del país.

Lecturas recomendadas

Borderland Jaguars: Tigres de la Frontera. Brown, D.E y López González, C.A University of UTA Press 2001.

El jaguar en el nuevo milenio. Medellín, R. A., Equihua, C., Chetkiewicz, C. L. B., Crawshaw, P. G., Rabinowitz, A., Redford, K. H., Robinson, J. G., Sandeson, E. y Taber A. (comp.). Fondo de Cultura Económica-Universidad Nacional Autónoma de México-Wildlife Conservation Society. México, 2002.

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