Cultura
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El concierto de la Orquesta Sinfónica del Ejército Alemán puso en ebullición el recinto

La música hizo sonreír a cientos de niños y adultos que salieron felices de la Sala Nezahualcóyotl
Foto
Integrantes de la agrupación alemana que realiza una gira por MéxicoFoto Dirección de Música/ UNAM
 
Periódico La Jornada
Martes 28 de septiembre de 2010, p. 5

La Orquesta Sinfónica del Ejército Alemán inició el fin de semana una extensa gira por México. Se presentará en Celaya, León, Toluca y Puebla, para culminar con un concierto multitudinario, al alimón con las bandas sinfónicas de las secretarías de la Defensa Nacional y Marina, el 3 de octubre a las 13 horas en el Zócalo de la ciudad de México.

El domingo por la tarde-noche puso a hervir, literalmente, la Sala Nezahualcóyotl, con el mismo programa que había presentado la tarde anterior en el Centro Nacional de las Artes pero ahora con una intensidad apoteósica. La calidad musical de estos músicos es de un nivel superior.

Partituras de vario linaje, tanto obras originales como arreglos de música de cine, desembocaron en un final de antología: un popurrí con temas de Carlos Santana (¡!) y varios encores, o piezas de regalo: la Marcha Zacatecas como nunca había sonado de tan bien y, como cortesía final, los músi-soldados alemanes tocaron, de pie, el Himno Nacional mexicano, con un desempeño interpretativo tan perfecto que hicieron lucir la partitura del catalán Jaime Nunó Roca como una obra maestra (el público cantó el texto, ese sí absurdo –Mexicanos al grito de guerra– pero de manera irónica, cruel, actual: alguien decidió que el país esté hoy día en guerra y mueran inocentes).

El público: familias enteras, ancianos, niños. En los momentos culminantes era digno de documentarse la constatación de algo tan simple como fundamental: la manera como la música hace felices a las personas. Un señor de aspecto fiero, corpulencia, estatura enorme, que infundiría miedo en una calle oscura, de plano se paró –en la semipenumbra de la sala de conciertos– a dirigir imaginariamente a la orquesta, idéntico a la niña de 10 años tres butacas adelante y al niño de siete una fila atrás, que dirigían a la orquesta con batuta imaginaria, en ese juego que todos jugamos cuando niños. Cientos sonreían, retornaron felices a sus casas. Diferentes.