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Reapareció José Tomás con mariachis
 
Periódico La Jornada
Lunes 27 de septiembre de 2010, p. a46

En los días pasados, José Tomás hizo tres apariciones públicas acompañado de un grupo de mariachis de Aguascalientes, la ciudad donde en abril sufrió la cornada que lo mantiene fuera de los ruedos. Las crónicas relatan que el diestro se dejó ver por primera vez con sus músicos rascatripas en Almuñécar, provincia de Granada, donde entregó un premio a los médicos mexicanos que le salvaron la vida en la feria de San Marcos.

La segunda ocasión en que llegó rodeado de trompetas, violines y guitarras fue en Madrid, el pasado viernes, donde representando a la fundación que lleva su nombre colocó la primera piedra del Centro de Atención Integral para Adultos con Discapacidad, que construirá la Fundación Síndrome de Down, con recursos aportados por el diestro.

Allí, el mariachi tocó, y el matador cantó el pasodoble que le compuso Napoleón, y que fue estrenado el 24 de abril, precisamente, durante la corrida en que José Tomás fue herido de extrema gravedad. Ayer, en una placita de la periferia de Madrid, los filarmónicos del Bajío ocuparon las gradas contiguas al coleta número uno del mundo para amenizar los intermedios de una novillada.

La reaparición musical de José Tomás coincidió con la faena con que Serafín Marín indultó, ayer mismo, a un ejemplar de Jandila en la Monumental de Barcelona, donde la afición está que trina por la prohibición definitiva de las corridas recién decretada por el parlamento catalán.

Hace dos años, en ese coso, José Tomás hizo célebre a un noble castaño, llamado Idílico, que no tenía un pase por la izquierda pero que por la derecha era un portento. Luego de torearlo en redondo mucho más allá del tiempo reglamentario, ligándole tandas de hasta 10 muletazos, el artista escuchó un aviso del juez, lo que bastó para que la gente sacara los pañuelos y exigiera que la res fuera devuelta con vida a sus potreros.

Tanto la faena a Idílico como la curación que el castaño recibió en los corrales de la Monumental, y más tarde en la ganadería, donde metido en un estrecho pasillo le echaban agua en la cara con una manguera, para distraerlo mientras el veterinario le inyectaba antibióticos y le limpiaba los boquetes abiertos por la pica y los arponcillos de los rehiletes, se puede ver en Youtube. Ahí se revela el lado opuesto a la crueldad de la fiesta brava, la recompensa que el toro obtiene peleando cuando es bueno de veras, cosa que jamás ha sucedido, ni sucederá, en los rastros donde los matarifes convierten a los astados en apetitosos filetes.