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Isabel Coixet presentó su cinta Aral: el mar perdido en el festival de San Sebastián

Con los documentales se aprende a respetar a la gente y a esperar

La leyenda Ava Gardner es la protagonista de La noche que no acaba, de Isaki Lacuesta

Muestra las tardes de toros, amantes y borracheras que la actriz vivió en la España franquista

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El realizador español Isaki Lacuesta durante una charla con la actriz Ariadna Gil, narradora de la cintaFoto Reuters
 
Periódico La Jornada
Miércoles 22 de septiembre de 2010, p. 8

San Sebastián, 21 de septiembre. La imagen de un barco oxidado varado en un mar de arena es el punto de partida de Aral: el mar perdido, nuevo documental de Isabel Coixet, que se estrenó hoy en la retrospectiva .doc–Nuevos caminos de la no ficción, del festival de San Sebastián.

La directora de Mapa de los sonidos de Tokio viaja en esta ocasión a Uzbekistán de la mano de la fundación We Are Water, para narrar el dramático proceso de desertización del mar de Aral, que hasta hace unas décadas era un enorme lago salado en el corazón de Asia central.

Tenía esta obsesión por Aral, porque, por mucho que viera fotografías y me contaran que se había convertido en un desierto, no lo podía creer, dijo Coixet durante la presentación del documental ante un pequeño grupo de medios.

No es para menos: la desertización del mar de Aral es uno de los grandes desastres ecológicos de los tiempos recientes, que convirtió al cuarto lago más grande del mundo en una superficie muerta y contaminada debido a la desviación del curso de los ríos Amu Daria y Sir Daria para regar cultivos de algodón, que ya nadie quiere.

No es la primera incursión de Coixet en este género, aunque confiesa que tiene mucho respeto por la realidad, y que en la ficción se siente mucho más libre. Pero con los documentales se aprende sobre todo a respetar a la gente, a saber sacarles cosas y a esperar, explicó la realizadora. En la ficción tengo mucha menos paciencia.

Cuando llegó a esa informe masa desértica donde apenas quedan atisbos de vida, lo primero que pensó fue que era “como el final de El planeta de los simios, cuando Charlton Heston descubre la Estatua de la Libertad cubierta de arena”.

Por eso, aunque se define como persona de naturaleza eséptica, que no cree que un grano de arena haga montañas, sí quiere al menos aportar el suyo. Y que catástrofes como las del mar de Aral, que según declaró podrían compararse –salvando las distancias– con la desaparición de las Tablas de Daimiel en España, no se repitan.

La personal voz de Ben Kingsley, quien trabajó con Coixet en Elegy, narra este documental, que huye explícitamente del preciosismo en favor de la claridad y el tono divulgativo. Está pensado como un documental didáctico, explicó la cineasta. No es una visión personal, lo que he intentado es ser lo más clara posible, añadió. Yo de esteticista tengo muy poco.

La cinta cuenta además con la colaboración de Tim Robbins, quien compuso uno de los temas de la banda sonora y también trabajó con Coixet en La vida secreta de las palabras.

En la jornada del martes del encuentro fílmico también se proyectó, fuera de competencia, el documental La noche que no acaba, que muestra las noches de flamenco, tardes de toros, juergas, amantes, borracheras y películas que la leyenda del cine Ava Gardner dejó a su paso por la España franquista de las décadas de 1950 y 1960, donde vivió largas temporadas.

Vivir en España le permitía escapar del sistema de Hollywood y de la vida en Estados Unidos, que despreciaba, sobre todo porque tenía mucha presión de la prensa, dijo en una entrevista Isaki Lacuesta, director de la película.

Lo que encuentra aquí que le fascina es no tener que llevar una doble vida. Aquí no distingue entre vida pública y vida privada, y prácticamente todo es muy extrovertido, muy espontáneo, contó.

El documental se basa en el libro Beberse la vida, de Marcos Ordóñez, y está concebido como un collage que rastrea en la biografía de Ava a través de sus filmes de ficción y del relato de algunos testigos de su intensa vida social española.

La película, producida por el canal de televisión TCM, sigue a Ava desde que llegó a Tossa de Mar, en 1950 para rodar Pandora and the Flying Dutchman, hasta que la actriz rodó también en España su última cinta, Harem.

De Sinatra a Dominguín

El filme habla de la vida personal de Ava, como su tempestuosa relación con Frank Sinatra, su idilio con el torero Luis Miguel Dominguín o su afición a la bebida, pero también aborda temas como el impacto de su llegada a la España de la posguerra o de los equipos estadunidenses que venían a rodar al país.

La camarera del hotel de Ava (en Tossa), que contaba que nunca había visto tomar zumo (jugo) de naranja para el desayuno, es un buen ejemplo de cómo las costumbres de aquí de repente empiezan a confrontarse con otras. El consumo de naranja es algo muy anecdótico, pero luego uno piensa en la vida sexual, en la forma de comportarse, explicó Lacuesta.

El documental habla también de las películas que rodó la actriz durante ese periodo, como La noche de la iguana, The Barefoot Contessa o 55 días en Pekín junto a un Charlton Heston a quien no soportaba.

Lacuesta ganó el año pasado con Los condenados, su debut en el cine de ficción, el Premio Fipresci de la crítica internacional en el festival de San Sebastián.