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Cien años de la UNAM

La OFUNAM realizará el estreno mundial de la cuarta sinfonía del compositor

Ibarra revisa la trascendencia y el progreso de la universidad

La obra Conmemorativa es un encargo para festejar el centenario de esa casa de estudios, informa

En México ya no es común que se comisionen piezas de grandes magnitudes como ésta, dice

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Federico Ibarra en su casa, durante la entrevista con La JornadaFoto José Antonio López
 
Periódico La Jornada
Martes 21 de septiembre de 2010, p. 4

Como parte de las conmemoraciones por el centenario de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el reconocido compositor Federico Ibarra recibió el encargo de crear una obra sinfónica.

El resultado es su cuarta sinfonía, titulada Conmemorativa, dedicada a la institución a la cual permanece ligado desde hace medio siglo.

Ya no es común que en el país se comisionen obras de grandes magnitudes orquestales.

La carga emotiva de esta obra es profunda, por las implicaciones e importancia que tiene la UNAM para el país y para mí. No es, sin embargo, una sinfonía programática, porque no intento describir nada concreto sobre esa institución, asevera el músico en vísperas del estreno mundial de esta sinfonía, el cual tendrá lugar mañana miércoles, a cargo de la Orquesta Filarmónica de la UNAM.

“He estado ligado desde hace 50 años a esta universidad y por ese motivo he podido conocer algo de su historia, por lo menos la mitad de su historia de autonomía. He visto cómo ha cambiado, cómo ha habido periodos buenos, excelentes y otros muy difíciles y hasta tristes.

Eso me ha dado material para pensar acerca de la trascendencia de este centro de estudios. Es importante que en este aniversario lo tomemos como una ocasión para revisar hasta dónde ha salido adelante una institución de esta importancia. No hay que festejar, sino conmemorar, porque ésta es una acción más encaminada a la reflexión.

Labor cultural y educativa

En entrevista, Federico Ibarra sostiene que para todos los mexicanos es muy importante que la UNAM continúe activa después de cien años, y pueda seguir haciendo cosas y formando gente, mantenerse viva, cuando en su historia ha tenido todas las vicisitudes que uno puede imaginarse.

Hace un recuento de diversos momentos históricos que han marcado el devenir de la máxima casa de estudios, entre ellos la defensa de su autonomía, en 1910, lo cual le dio vueltas a todo el aspecto político que ro-deaba a la universidad; luego su inclusión en el propósito de educación socialista impulsado por el presidente Lázaro Cárdenas, a finales de los años 30 del siglo pasado, con lo que comienza su labor cultural, no sólo educativa.

Menciona asimismo la construcción de Ciudad Universitaria, a mediados del siglo XX y, por supuesto, la etapa oscura del movimiento estudiantil de 1968. “En estos 100 años de autonomía –dice–, la universidad ha tenido enormes vuelcos, pero al fin y al cabo ha permanecido y sigue produciendo.”

Ya sobre la sinfonía conmemorativa, escrita para coro y orquesta, el compositor describe que se trata de un encargo que le fue muy grato, porque generalmente se comisionan obras de corta duración, como para salir del paso.

Dividida en cuatro movimientos, con duración de entre 30 y 35 minutos, se trata de una partitura que no se encuentra inscrita en los patrones tradicionales del género sinfónico, destaca el creador.

“Mis experimentaciones dentro de esta obra no están ceñidas a lo que se hizo durante el siglo XIX con la sinfonía, sino más tendiendo hacia ciertos compositores del siglo XX; por ejemplo, podrían ser –aunque no se parece la música, pero sí el pensamiento– (Carl) Nielsen o de (Leos) Janácek”, precisa.

Ellos hicieron sinfonías también, pero ya no estaban dentro del punto de vista decimonónico. Siempre he tenido, además, un amor muy particular hacia la música de (Alexander) Scriabin, con sus extraordinarias sinfonías.

Sobre el primer movimiento de su cuarta sinfonía, el autor comenta que se trata de una sonata en la que se presenta o anuncia el material que se desarrollará en los movimientos subsecuentes.

Del segundo, dice que es un scherzo “que de repente se vuelve muy dramático, para al final recobrar el carácter de scherzo”.

El tercero, en tanto, es una especie de marcha fúnebre en cuya parte final el músico se vale de un elemento que nunca había utilizado en su escritura: hacer la cita de la obra de otro autor; en este caso, un himno universitario medieval, el Gaudeamus igitur, utilizado por Brahms en la Obertura académica.

Y del cuarto movimiento, explica que en éste interviene un coro, con un poema de Justo Sierra en el que se habla de cómo mediante la educación y el libro el hombre se transforma.

Fue esta última parte la más complicada dentro del proceso de creación, narra Federico Ibarra, pues no logró encontrar un texto o poema que se refiriera en específico a la UNAM.

Fue una situación curiosa; creí que los poetas mexicanos habían cantado en algún momento a la universidad; pero no, o cuando menos no encontré algún texto que pudiera servir a mis propósitos, comenta.

Estuve a punto de abandonar el proyecto de que el último movimiento tuviera una parte coral; sin embargo, me encontré con el bello poema de Justo Sierra, que no se refiere a la universidad, sino a la educación. Se trata de un texto muy extenso, por lo que retomé sólo fragmentos.

El concierto conmemorativo de la OFUNAM, el cual se efectuará a las 18 horas en la Sala Nezahualcóyotl del Centro Cultural Universitario, no estará abierto al público, aunque será transmitido en vivo por Teve UNAM (canales 411 de Sky y 411 de Cablevisión) y Radio UNAM (en el 96.1 de FM y el 860 de AM).

Po otra parte, aunque aclara que no le agrada del todo, Ibarra debió sumarse a los festejos patrios luego de que un par de instituciones le encomendaron la escritura de igual número de obras.

La primera es la ópera Antonieta, basada en la vida de Antonieta Rivas Mercado, mecenas de las primeras décadas del siglo XX, cuya vida se vio malograda al suicidarse de un disparo en la catedral de Notre Dame, en París.

La creación de este título, que cuenta con libreto de Verónica Musalem, le fue comisionada por Enrique Barrios, titular del Sistema Nacional de Fomento Musical, para ser estrenada a finales de octubre.

La segunda le fue solicitada por la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN), para la cual escribió Duelo de siglos, cuyo estreno mundial sería en diciembre.

Integrada por un acto, en el que intervienen cinco solistas y un coro, Antonieta es la novena ópera escrita por el autor, quien confiesa que, en principio, éste era un proyecto que no le hacía mucha ilusión, porque mis óperas nunca han tratado de personajes reales y menos históricos.

Sin embargo, poco a poco se vio seducido por la idea al ver que podía hablar de la historia de México de otra manera, debido a que Antonieta Rivas Mercado “no es el personaje brillante, característico, ni loado, sino un ser muy oscuro y con un final terrorífico, que a los 31 años se suicidó.

La obra comienza como debería acabar, cuando ella se pega el balazo en Notre Dame. La historia se soluciona con la aparición de una serie de personajes alrededor de ella: su padre y tres alegorías: la política, el arte y el amor, que comienzan a increparla por qué se suicidó.

Sobre la partitura comisionada por la OSN, Ibarra destaca lo problemático que fue tratar de abordar en seis minutos lo que ha sucedido en los más recientes dos siglos de nuestra historia.

“Musicalmente lo resolví como una especie de lucha entre dos entidades. El título de la obra me lo sugirió un amigo y conlleva una doble perspectiva. Duelo de siglos puede significar la celebración de dos fechas emblemáticas, pero también el duelo en el sentido del pesar, del dolor, del lamento, por todo aquello que ha vivido el país; un duelo que durados siglos.”