Opinión
Ver día anteriorLunes 20 de septiembre de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Toros
Magia para pocos
O

yeme como quien oye llover; ni atenta, ni distraída; pasos leves, llovizna” y recordaba el verso de Octavio Paz que integraba lo externo y lo interno y la imaginación se volcaba a tardes de amores y toros y noches de juerga. Recuerdos que se albergaban ocultos en la vieja zona arqueológica de Malinalco. Ocultos como nidos de golondrinas y que infinito me parecía su mágico horizonte en los límites insaciables de la fantasía. Surgían los abundantes causes y los fértiles temazcales que el agua de su suelo regaba y le daba todo el sutil embrujo a su zona guerrera.

Fantaseaba en medio de la huerta malinalca cuando la lluvia se detuvo, el sol brilló y al abrigo de un tupido follaje de color verde intenso venía a mi mente todo el ambiente voluptuoso que vino de oriente a Granada o de oriente a México y dio toreros de pellizco como Pepe Luis Vázquez Pepelui, Curro Romero que se volvió el dueño de la Maestranza de Sevilla, Rafael de Paula conquistador de la de Jerez de la Frontera y actualmente Morante de la Puebla al que algo le falta todavía para pertenecer a tan selecto grupo. Del oriente a México surgieron también los mexicanos de pellizco, inimitables, sorpresivos, inesperados, Alfonso Ramírez El Calesero; Luis Procuna y en los últimos tiempos sin llegar a cuajar totalmente Rodolfo Rodríguez El Pana. Toreros que como las zonas arqueológicas prehispánicas estaban llenos de torres invertidas que se yerguen al cielo y se apartaban soberbias de la tierra batidos por los aires. Temazcales que recuerdan a su vez el agua quemada de Octavio Paz que baja de las mujeres y se pierde entre los muslos en busca de la virilidad. Hiedras que acarician y embellecen y trepadoras por los muros crecen cual mano masculina que por el talle femenino abraza ciñéndolo. Lo mismo que la morena de los ojos verdes pecado rendida al amor torero se entrega rumbosa sin exhibición, es entendida sutil de la danza y airosa en el decir y tiene temple agudo en el momento de la culminación intima estética, al saborear en el regocijo de la placita de tientas de la ganadería una media verónica chipen.