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Forzado abrazo de Fox a Calderón con mensaje incluido al oído, que el Presidente ignoró

Son tiempos de cambio: Salinas
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La arenga independentista y el tañer de la campana de Dolores volvieron a escucharse la noche del 15 desde el balcón central de Palacio NacionalFoto José Antonio López
 
Periódico La Jornada
Viernes 17 de septiembre de 2010, p. 5

Aunque se ubicó en el balcón más distante del central, donde el presidente Felipe Calderón lanzó el tradicional Grito de Independencia, el regreso del ex presidente Carlos Salinas de Gortari a Palacio Nacional concentró la atención en la sede del poder. Colocado en el mismo espacio que el panista Vicente Fox Quesada, Salinas de Gortari guardó las formas no escritas que ordenan discreción: Vengo atendiendo la amable invitación del presidente Felipe Calderón, dijo imperturbable.

Desde ese balcón, muy cercano a Fox, contempló la detonación de los 800 kilos de pólvora con los que se concluía la verbena popular en el Zócalo, con el desfile previo y espectáculo de fuego montado en Palacio Nacional. Momentos antes escuchó la arenga independentista en voz de Calderón.

A las 23 horas en punto y teniendo como más cercanos asistentes a los centenares que participaron en el desfile, Calderón arrancó con el ineludible Mexicanos: vivan los hombres que nos dieron patria..., siguió con la galería de ilustres insurgentes y remató con la innovación obligada por los años de liberación: Viva el bicentenario de la Independencia, y se siguió con el Viva el centenario de la Revolución.

–¿Cómo ve al país? –se preguntó a Carlos Salinas concluido el ritual.

–Son tiempos de cambio. Me parece que han sido positivos y ahora, con la convocatoria del presidente Calderón a la unidad, todos debemos sumarnos, como ocurrió en septiembre de 1942; México tenía unos meses de haber entrado a la guerra y el presidente Manuel Ávila Camacho convocó a un gran acuerdo a los ex presidentes Plutarco Elías Calles, Lázaro Cárdenas, Adolfo de la Huerta y Emilio Portes Gil, y como lo dijo Ávila Camacho, estamos aquí los de ayer y los de hoy, pero todos unidos no habrá enemigos que nos puedan vencer –respondió el ex mandatario con parsimonia y en tono patriarcal.

Esta vez fue distinto. A los padecimientos de salud de Luis Echeverría y Miguel de la Madrid se añadió la ausencia de Ernesto Zedillo, quien se confrontó con Salinas en aquellos años de su transición sexenal. A todos se les invitó, fue la explicación de Los Pinos.

En cuanto a Fox, el saludo a Calderón pareció ser uno más de los que éste dio a algunos de los mil 500 invitados especiales a Palacio Nacional. Acompañado por su esposa, Marta Sahagún, y su impostada sonrisa, el guanajuatense estuvo junto a El Hijo del Santo y el boxeador Ricardo Finito López, a la hora de los saludos en los salones de Palacio Nacional.

No hubo deferencia más que el abrazo prolongado que el propio Fox prodigó a Calderón, al que susurró algo al oído sin mayor respuesta del Presidente.

Entre los invitados no se percibía un fervor desmedido por el bicentenario, más bien un entorno anticlimático que ni los acordes rítmicos de Celso Piña pudieron remover.

En el flanco externo, se combinaron el fracaso y el escasp poder de convocatoria de la cancillería mexicana, con el vacío internacional, signo de la distancia con América Latina; a la fiesta bicentenaria sólo acudió Laura Chinchilla, presidenta de Costa Rica, lo cual mereció que el vocero de seguridad –y el miércoles improvisado maestro de ceremonias–, Alejandro Poiré, interrumpiera la música de Piña para dar un agradecimiento especial a la mandataria por su presencia, la única, porque el resto de los presidentes que vinieron se regresaron antes.

Durante el desfile y toda la parafernalia que consumió gran parte de los casi 3 mil millones de pesos, en las gradas contiguas a Palacio Nacional se tomaron las previsiones para evitar gritos incómodos. Solo quienes acreditaron sus filias panistas las ocuparon para garantizar que las expresiones no fueran más allá de las tradicionales, y hasta ese espacio llegó la coordinadora de la diputación blanquiazul, Josefina Vázquez Mota, antes de regresar a Palacio Nacional.

Al que se le vio más relajado a medio festejo fue al secretario de Educación Pública, Alonso Lujambio Irazábal, el último de los responsables de informar sobre la organización del festejo bicentenario.

–¿Salió todo como se esperaba? –se le preguntó.

–Mejor –dijo casi con alivio el funcionario federal.