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Las ventajas de ser artista genial
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Roman Polanski, en el rodaje de El escritor fantasmaFoto cortesía Videocine
 
Periódico La Jornada
Viernes 10 de septiembre de 2010, p. a10

Ahora lo sabemos. Un hombre de 44 años puede drogar y cometer violación anal con una aterrada niña de 13 años que solloza no, no, no y suplica que le den su medicina contra el asma –según el testimonio jurado de la víctima–, y no recibir castigo alguno por ello. Sólo hay que reunir dos criterios: a) huir y permanecer lejos durante unas décadas y b) haber dirigido algunas buenas películas. En tal caso no sólo saldrá libre, sino que habrá una gran campaña para protegerlo de la cacería de brujas y acabará siendo aclamado como héroe.

Roman Polanski confesó su crimen antes de huir y, durante sus años de exilio, alardeaba de que cualquier hombre querría hacer lo que él. En 1979 comentó con mordacidad a un entrevistador: “Si hubiera matado a alguien, el caso no habría sido tan atractivo para la prensa. En cambio, coger… y con niñas. Los jueces quieren cogerse a niñas. Los jurados quieren cogerse a niñas. ¡Todo el mundo quiere cogerse a niñas!”

Eso no bastó para que el gobierno suizo lo devolviera a Estados Unidos a enfrentar a la justicia. Encontraron una laguna legal que le permitió irse, no sin reconocer que el interés nacional tuvo algo que ver. Tal vez fue una referencia a la presión de la vecina Francia para que liberaran a quien hoy es ciudadano suyo. Como ciudadano suizo que soy, creo poder decir sin ofender que todos recordamos las transacciones que han hecho los gobiernos suizos para preservar sus intereses nacionales. Es una larga tradición de ayudar a criminales; la llaman pragmatismo suizo.

La campaña para liberar a Polanski ha sacado a la luz actitudes que creí derrotadas desde hace una generación. Whoopi Goldberg dijo que no fue una violación violación. Otros insinuaron que la joven no era virgen. Entonces, si una chica de 13 años ya ha sufrido abuso antes, ¿eso da carta blanca a futuros violadores?

El filósofo francés Bernard Henri-Levi, quien encabezó la campaña, expresó que un poco de abuso de menores no era su problema cuando el Gran Arte corre peligro. ¿Que si me repele lo que hizo?, escribió. “Su conducta no es asunto mío. Me interesan sus películas. Me gustan El pianista y El bebé de Rosemary.” En otras palabras, drogar y violar a una niña carece de importancia en comparación con una película en la que Satanás fecunda a Mia Farrow.

El novelista Robert Harris, amigo de Polanski, declaró: Me parece un trato repulsivo. No hablaba de la violación, sino del intento de castigarla. Dijo que Polanski estaba en manos de una turba de linchadores. Pero, ¿cuál turba? Sólo son personas que pacientemente han sugerido que se aplique la ley y se le someta a un juicio justo y abierto. Es lo opuesto a un linchamiento: justicia sobria.

¿Sabrán lo que dicen estos defensores de Polanski? Harris tiene cuatro hijos. Si un gran director los droga y viola mañana, ¿llamará a la policía, o le parecerá repulsivo hacerlo? ¿Dirá que la policía y los fiscales que tratan de proteger a sus hijos son una turba de linchadores? Si el violador huyera, ¿diría que después de tres décadas de andar por ahí alardeando del crimen debe quedar libre?

Ahora la campaña ha triunfado. Felicitaciones a Whoopi, Bernard y Robert: el violador de una niña, que no se ha arrepentido y sigue alardeando, no llegará a juicio, en parte gracias a ellos. Diviértanse en la fiesta… pero tal vez prefieran dejar a sus hijas en casa.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya