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Logró ser penalista pese a quedar sin extremidades por accidente

Se puede perder todo, menos la esperanza: Nicolás Hernández
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Es mentira que en México no se discrimine a quienes tenemos capacidades diferentes, como dice el discurso oficial, sostiene Nicolás Hernández, indígena chol que a pesar de haber perdido brazos y piernas logró estudiar derecho y una maestría en ciencias penalesFoto Elio Henríquez
Corresponsal
Periódico La Jornada
Lunes 6 de septiembre de 2010, p. 33

San Cristóbal de las Casas, Chis., 5 de septiembre. En 1976 una descarga eléctrica transformó la vida del indígena chol Nicolás Hernández Martínez: perdió brazos y piernas cuando tenía sólo 18 años; sin embargo, se puede perder todo, menos la esperanza, asegura.

Nicolás vio frustrado su sueño de estudiar medicina en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), pero se convirtió en abogado en esta entidad, obtuvo una maestría en ciencias penales y en esta carrera ha encontrado alicientes para seguir luchando por que la sociedad lo acepte.

Es mentira que en México no se discrimine a quienes por motivos diversos tenemos capacidades diferentes, como dice el discurso oficial, lamenta Hernández Martínez, maestro jubilado que durante años se desempeñó como agente del Ministerio Público del fuero común y visitador agrario en municipios de la selva Lacandona.

Dicen que todos tenemos los mismos derechos, pero es falso, pues yo me he topado con muchas cosas que dan tristeza, señaló.

Nicolás nació en Masojá Chico, municipio de Tila, en el norte de Chiapas, el 2 de noviembre de 1956. Su madre lo abandonó y fue criado por su abuela paterna y su padre, quien hace cuatro años fue asesinado en Campeche, adonde fue a vivir por falta de tierras en su localidad.

Narró que en su infancia y adolescencia padeció carencias pero era feliz, hasta que en julio de 1976, en el vecino municipio de Salto de Agua, donde estudió la secundaria, subió a una azotea para cambiar la antena de un televisor del antiguo Instituto Nacional Indigenista (INI), y el tubo que sujetaba chocó con un cable de alta tensión.

Me chamusqué todo. Es un milagro que sobreviviera, recuerda en su despacho, en esta ciudad. Su amigo Isaías Borges García, que trabajaba en el INI, facilitó su traslado a un hospital de la ciudad de México, donde le amputaron el brazo izquierdo y un día después el derecho.

“Los médicos me aconsejaron amputar las piernas también porque estaban muy dañadas, y dijeron que me adaptarían aparatos. Vas a quedar bien, vas a trabajar; olvida lo que pasó, lo importante es que te salves, recuerda que le dijeron. Días después le cortaron las piernas. En una semana me cortaron todo, pero me quedó la vida.

Después de más de un año de estar hospitalizado y de la rehabilitación, pidió su alta y retornó a Salto de Agua.

Regresó con prótesis, unos ganchos que funcionan como pinzas, tirados por una cuerda que le cruza por la espalda y con los cuales, asegura, puede sujetar cualquier cosa. Aprendí a valerme por mí mismo. Era difícil porque había perdido el equilibrio; era como un niño. Tuve que volver a aprender a caminar. Ni pararme podía. Era como si hubiera vuelto a nacer, aseguró.

–¿Qué se te dificulta?

–Nada. Tengo mi carro, lo sé manejar.

–¿Cómo has aprendido a hacer todo eso?

–Luchando. La necesidad nos impulsa a hacer las cosas.

A su regreso a Salto de Agua le dieron una plaza en el almacén del INI. Luego contrajo matrimonio y se mudó a esta ciudad, donde estudió la preparatoria y en 1989 egresó de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Chiapas, con sede en esta ciudad.

Después de trabajar de agente del Ministerio Público se dedicó a litigar. Tuvo seis hijos, uno de los cuales falleció. Los demás ya no viven con él porque son profesionistas o se casaron, y su esposa lo abandonó hace años. Vivo solo. Gracias a Dios que me ha dado la fuerza para seguir adelante, afirmó.