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Directora General: CARMEN LIRA SAADE Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER Domingo 5 de septiembre de 2010 Num: 809 |
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Bazar de asombros Raúl Hellmer: antropología Monólogos compartidos El júbilo de la imaginación natural Voy a desafiar a la muerte La política social en Brasil María Mercedes Carranza: la muerte y la poeta El canto de las moscas Los secretos de un satélite joviano Columnas: |
Raúl Hellmer: antropología del ritmo
Emiliano Becerril Algunos creen en el amor a primera vista, otros en los horóscopos (cuando les conviene) y otros, por decir algo, en la psicología. Pero también hay los que creen en el amor a primer oído, aquellos que quedaron prendados al escuchar un par de compases musicales. Así le sucedió al musicólogo Raúl Hellmer cuando escuchó “La Sandunga”: escuchó el vaivén valeroso de la pieza oaxaqueña y en ese preciso momento decidió quedarse a vivir en México. No hizo falta ningún chile relleno ni ninguna Pirámide de la Luna, sino un sonido del Itsmo. Raúl vino gracias a una beca otorgada por la Sociedad Filosófica Americana, y ya una vez aquí se embelesó a través del oído. Cuando escuchó la marimba, el estadunidense sintió un oleaje con sabor africano y tuvo la certeza de que estaba en un lugar que tendría que desmenuzar musicalmente, o quizás lo hizo a través de la guitarra, cuando escuchó que el arpegio español le daba la mano a una voz secular. De cualquier forma, finalmente, y sin importar qué versión haya escuchado, con una pieza, un canto y un baile entendió la fuerza de un sentir mexicano que le sacaría raíces en este país. Originalmente venía por dos meses y se quedó el resto de su vida, cuando presenció algo poderoso que lo prendó a la cultura que lo abrazaría hasta su muerte. Así, pues, si puede decirse, mexicanizado a los pocos momentos por el coup de foudre de “La Sandunga”, Hellmer fue un melómano que se adentró en las entrañas de México en busca de los sonidos más profundos; fue un pionero en su área, un aventurero y un antropólogo del ritmo que grabó la música folclórica del país. Fue jefe de grabaciones del INBA y, en colaboración con Canal Once, recorrió el país recopilando un sinfín de piezas que ahora valen oro; eso sí, las que quedan, porque desgraciadamente pocas sobrevivieron al tiempo. Algunas grabaciones lograron ser publicadas por Vanguard, la disquera estadunidense que, por cierto, fue la primera en editar música folclórica mexicana. Otras grabaciones pertenecen a Radio Universidad (donde condujo su programa Folklore Mexicano por más de dos años), y otras se perdieron cuando, según cuenta, el Canal Once, falto de material para la producción de contenidos, decidió reciclar las cintas sobre las cuales Hellmer había realizado dichas grabaciones. A todas luces una tragedia en la cual se perdieron las voces de algunos rastros que probablemente ya no corren. Pero aquí lo importante es reconocer el legado de este solemne etnomusicólogo enamorado de México. Raúll Hellmer, que además estudió nahuatl, se entregó a una pasión y puso el lente sobre la música que se esconde en nuestro país. La música planeca de Michioacán; la chilena, que no es de Chile, sino de Guerrero, o los cantos cardenches del norte, que en una distracción podrían remitirnos a Medio oriente, son apenas algunos de los sonidos que Hellmer desentrañó. Sin duda alguna uno de los precursores más trascendentales de la etnomusicología en México, y su legado es crucial. Hoy, a treinta y nueve años años de su muerte, lo recordamos con cariño. |
