Sociedad y Justicia
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Se reúnen en Chiapas activistas y representantes de comunidades de cuatro estados

Revelan que violencia y sometimiento impiden el desarrollo de mujeres indígenas del sureste

Incremento de la crisis económica eleva número de feminicidios en la zona, afirman

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La violencia contra las indígenas y campesinas va desde la negativa a permitirles salir de sus casas, hasta las agresiones físicas y el homicidio, alertó Patricia Camacho Guevara, agente de Pastoral de la diócesis de San Cristóbal de las CasasFoto Víctor Camacho
Corresponsal
Periódico La Jornada
Domingo 29 de agosto de 2010, p. 33

Tuxtla Gutiérrez, Chis., 28 de agosto. Para las mujeres indígenas y campesinas del sureste de México, la violencia y el sometimiento por su situación de género sigue siendo el principal obstáculo para su desarrollo, revelaron activistas y representantes de diversas comunidades de los estados de Chiapas, Veracruz, Oaxaca y Yucatán.

Unas 400 mujeres indígenas y campesinas sostuvieron en la ciudad de San Cristóbal de las Casas un encuentro de análisis, intercambio de experiencias y propuestas encaminadas a construir lo que llamaron una vida digna.

Al término de la reunión de tres días –el cual realizan cada tres años desde 1980– las mujeres integrantes de la Coordinadora de Mujeres Campesinas e Indígenas del Sureste consideraron que con el incremento de la crisis económica que se vive en sus comunidades desde hace cinco años, se acrecentó también el índice de violencia y feminicidios.

En los intercambios de experiencias revelaron varios ejemplos de esta situación, los cuales tienen algunas variantes y un trasfondo común.

Patricia Camacho Guevara, agente de Pastoral de la diócesis de San Cristóbal de las Casas, explicó que aunque en México hay leyes para proteger los derechos de las mujeres, en la práctica los problemas derivados de la pobreza detonan la situación de violencia contra las mujeres, porque (ellos) consideran que pierden el control de quienes consideran les pertenecen, y no le permiten trabajar y participar en el fortalecimiento de la economía libremente.

En 2007 en la colonia Miguel Hidalgo, de Minatitlán, Veracruz, activistas de los derechos humanos de la mujer atendimos el caso de un matrimonio compuesto por un hombre de 35 años y una mujer de 25. El problema empezó cuando él perdió el trabajo y ella consiguió un empleo para hacerse cargo de los gastos de la casa. Ella, al salir del círculo de amas de casa, suscitó sentimientos negativos entre sus vecinas, quienes entonces la acusaron de adulterio. El esposo, sin decir ni preguntarle nada, la asesinó, explicó María de los Ángeles Prieto, una de las mujeres que investigaron este hecho.

A la precariedad económica se une el incremento en el índice del alcoholismo y drogadicción, en el que los hombres se sumergen derivado del manejo negativo de las crisis, analizó Camacho Guevara.

En el municipio indígena de Hitiupán, Chiapas, este año atendimos a una mujer cuyo esposo, alcoholizado, le cortó las manos porque ella no le dio de cenar un caldo de gallina. Ella no se lo dio porque no tenía dinero para comprarlo, refirió la activista que trabaja con mujeres de Chiapas en las zonas indígenas de los Altos y la Selva.

La violencia contra las indígenas y campesinas va desde la negativa a permitirles salir de sus casas, hasta las agresiones físicas y el homicidio, explicó.

En Oaxaca, entre mayo de 2006 y marzo de 2007, 112 mujeres fueron asesinadas por maridos, ex parejas y novios. En 2010 se llevan contabilizados 170 casos, explicó Victoria González Jiménez.

En Chiapas, durante el primer semestre de 2009, se contabilizaron 183 casos de mujeres muertas por sus cónyuges o compañeros, relató la abogada Martha Figueroa, del Colectivo de Mujeres de San Cristóbal.

En Yucatán, explicó la activista Rosalía Chay Tucuch, en los tres años recientes ocurrieron oficialmente 30 feminicidios, pero lo relevante del caso es que sólo en uno de ellos se sentenció con cárcel al culpable.

En el pronunciamiento final conjunto, las participantes señalaron: Habemos mujeres que queremos vivir de modo diferente. Hemos tomado conciencia de que la violencia y la opresión hacia las mujeres no es natural, sino producto de un sistema que nos somete y nos impide ser nosotras mismas, como mujeres y como ciudadanas.

Las mujeres que se reunieron pidieron que se respete su derecho para decidir en todos los ámbitos de la vida. Nos pronunciamos por poder seguir reuniéndonos para compartir nuestras experiencias y dar nuestras opiniones libremente; nos pronunciamos porque a las campesinas e indígenas se nos permita ejercer nuestro derecho a la tierra y al territorio, a la libre creencia religiosa, al idioma y a la organización.