Opinión
Ver día anteriorSábado 14 de agosto de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Coro juvenil, chico pero bueno
L

a noche del jueves, en el salón de los Reyes del Casino Español, el Coro de Cámara Juvenil de México ofreció su concierto inaugural.

Al concluir la sesión, el público se mostró agradecido y generoso, pero no demostró, ni de lejos, el paroxismo celebratorio que suele acompañar este tipo de hechos musicales.

Créanme que ello habla muy bien del inteligente programa elegido por Gerardo Rábago, director de este ensamble vocal de una docena de voces, quien en lugar de la consabida retahíla de pedacería coral populachera y complaciente, armó una continuidad musical ambiciosa, exigente, variada y, por lo mismo, un tanto desconcertante para un público acostumbrado a repertorios más chabacanos.

De hecho, la lista de las piezas cantadas esa noche bien podría leerse como una especie de Manual de Resolución de Problemas, Retos y Asuntos Corales.

Una prueba, entre varias: la segunda parte del programa consistió en una serie de piezas populares de variada proveniencia geográfica y estilística, en la que fue posible hallar canciones infantiles, amorosas, rituales, espirituales y onomatopéyicas. Destacada aquí, por ejemplo, la versión del Coro de Cámara Juvenil de México al tango Uno, de Mariano Mores, realizado en un curioso estilo de tango-balada-retro con numerosos toques de ironía.

Igualmente, un bien resuelto arreglo para voces femeninas de Duerme negrito, de Atahualpa Yupanqui, orientado más hacia lo austero que hacia lo cursi. Buena concentración, también, en las ejecuciones de tres spirituals armonizados de manera compleja y abigarrada.

Antes, en una primera parte de corte clásico, el coro había demostrado ya algunas de sus cualidades. Por ejemplo, nitidez de emisión vocal en sendas piezas de Josquin Desprez y Guillaume Costeley, así como algunos intencionados apuntes de ornamentación barroca en Music for a while, de Henry Purcell.

Director y coro probaron con eficacia sus armas en la difícil tarea de ensamblar las voces para resolver las mórbidas armonías de las Tres canciones de Carlos de Orleans, de Claude Debussy.

Y hacia el final de esta parte del programa, dos espléndidas muestras de la creación coral contemporánea de la cuenca del Mar Báltico, del catálogo de dos grandes decanos, los patriarcas musicales de sus respectivas naciones: el finlandés Einojuhani Rautavaara y el estonio Veljo Tormis.

En el caso de la Suite de Lorca, de Rautavaara, el juvenil coro descifró con prestancia los complejos intervalos, de difícil estabilización, planteados por el gran compositor finlandés a través de un peculiar y muy actualizado madrigalismo, un tipo de word painting a la vez austero y eficaz.

En el caso de las Canciones de boda, de Tormis, los cantantes pusieron de relieve algunos elementos expresivos del antiguo folclor estonio utilizados por el compositor, a pesar de que los textos están en alemán.

Como síntesis del lo escuchado el jueves, puedo decir que ha nacido un buen coro, al que se le nota la mano rigurosa y disciplinada de Gerardo Rábago, un coro que está parado sobre una base musical sólida y que tiene hacia dónde crecer, y en cuyo trabajo hay algunas aristas que pulir como, por ejemplo, el refinamiento de la pronunciación de la lengua inglesa.

El auspicioso nacimiento del Coro de Cámara Juvenil de México invita desde luego a una pregunta obvia: ¿acaso el territorio nacional está, como debiera ser, tapizado de buenos coros?

El oficialismo oportunista respondería, sin duda: ¡Cómo no, si somos un país muy musical! Patrañas.

Países verdaderamente musicales son Finlandia, Venezuela, Alemania, Holanda, naciones que invierten con inteligencia en la educación artística de sus pueblos.

Seremos un país musical cuando nos libremos de la impresentable mafia que desde hace décadas maneja la educación de los mexicanos como un feudo de lucro y poder, una mafia que ha contribuido notablemente a la drástica reducción del IQ de nuestras generaciones recientes.

Ojalá que el Coro de Cámara Juvenil de México sea semilla de la cual germinen muchos otros. A este país le urge, entre muchas otras cosas, cantar de manera colectiva.