Opinión
Ver día anteriorDomingo 8 de agosto de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Una comida oficial
E

n la recepción de la Embajada de Tal en México me tocó sentarme en la misma mesa y enfrente de un científico Premio Nobel extranjero. Vi cómo se hurgaba entre los dientes con un trozo de la tarjeta con su nombre. Ni siquiera cubría con la otra mano el espectáculo que daba. Me dio asco. Miré para otro lado.

Quise hacer las paces con una editora con la que, después de años de buen trato, tuve malentendidos. Le comenté que le sentaba el nuevo color de pelo. Mientras estuvimos en buenos términos, comimos juntas varias veces en un restaurante al que yo llamo Cosa Nostra. ¿Sigues operando en Cosa Nostra?, le pregunté. Ella sonrió, atendiendo, como yo esperaba, más a mi gesto de darnos la mano que al nombre que yo daba al lugar en el que en el pasado solíamos encontrarnos. Pero un escritor a su izquierda soltó una risa crítica dirigida a mí, y con un tono enfocado a que los otros creyeran que protegía, no que ridiculizaba, a una amiga y colega que acababa de cometer un faux pas, inclinándose un poco sobre la mesa, me corrigió, “Ay, querida; no; Cosa Nostra es la mafia”, dijo, convencido de que yo no sabía lo que estaba diciendo, a la vez que echaba una rápida mirada a su alrededor, deseoso de cerciorarse de que los demás hubieran tomado nota de la gentileza de su gesto. Y para aprovechar que contaba con nuestra atención, redondeó sus buenos oficios con no sé qué modismo en inglés, que pronunció mal pero que todos celebramos. No sé qué me contuvo de alzar la mano y corregirlo.

Y así habría llegado la hora de despedirnos de no haber sido porque, no recuerdo quién ni en relación con qué, mencionó a Pierre Loti. ¿Pierre Loti?, repitió una señora que resultó ser la encargada de negocios de otra embajada y que, tras la primera copa de vino, se sintió lo suficientemente incorporada al grupo de escritores, editores, Premios Nobel y artistas que integrábamos esa mesa de 10, para admitir sin rubor que ignoraba quién era Pierre Loti. Un escritor francés, le contestamos varios, mientras alguno lo situó a finales del siglo XIX y otro lo calificó también de marino y miembro de la Academia Francesa.

A mí me sonaba el nombre, pero no recordaba ninguno de sus títulos ni tampoco ningún detalle de su vida que para mí lo hiciera memorable. Lamentaba mi mala memoria, cuando el escritor que pronunciaba mal el inglés, pero que conocía mejor que yo el significado de Cosa Nostra, nos informó que Loti se había batido en duelo con Proust. Mientras ante el asombro de los oyentes él se lucía al abundar sobre el asunto, yo trataba de recordar el duelo en el que se había visto envuelto Proust, dato que me impresionó desde que lo conocí por primera vez y que, en adelante, gocé al rencontrarlo en biografías, anecdotarios y memorias aquí y allá. Pero en el momento en que habría podido enriquecer la charla de mi mesa al aportar algo especial acerca del duelo de Proust, en la cabeza no tenía más que bruma. Sabía muy bien que Proust se había batido en duelo, pero no con quién ni por qué.

De modo que al regresar a casa me puse a buscar los datos del duelo de Proust hasta dar con ellos en la biografía de Ghislain de Diesbach.

Como recordaba, Proust se batió en duelo, pero no con Pierre Loti; para nada con Pierre Loti, sino que fue con Jean Lorrain. Y con pistola, no con espada. Se debió a que Lorrain, crítico, había insultado a Proust por escrito. Y Proust había determinado defender su honor. Ninguno de los dos había albergado la intención de eliminar del todo al otro, así que dispararon una sola vez y a una distancia de 25 pasos el uno del otro, ante sus padrinos y algunos amigos, en la torre de Villebon, en el bosque de Meudon, junto a una casa del siglo XVIII que en otros tiempos perteneció a la familia de Víctor Hugo. El duelo tuvo lugar a mediodía, aun cuando la tradición fuera llevar a cabo estos asuntos al despuntar el alba, para despistar a la policía. Proust leía y admiraba a Loti, que era 20 años mayor que él y que murió un año después que Proust. Proust le envió su primer libro, Les plaisirs et les jours, al que sin embargo Loti no llegó ni siquiera a cortarle las páginas. Se trataba de la misma obra que Lorrain despreció, y cuya crítica ocasionó que Proust lo retara a duelo. Pierre Loti fue el seudónimo que usó Julien Viaud; loti en tahitiano significa rosa en español.