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Ver día anteriorSábado 7 de agosto de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Un solitario de Ponzi
L

eer los periódicos puede ser una experiencia asombrosa. El 26 de julio de este año, los diarios estadunidenses publicaron dos notas bastante contradictorias. En el primer artículo noticioso, USA Today publicó su pronóstico trimestral de los economistas. El titular decía: Mengua el optimismo de los economistas. Parece que la combinación de desasosiego en Europa, el deslucido crecimiento económico, un mercado de viviendas débil y una desaceleración de la producción fabril hacen muy improbable que Estados Unidos pueda recuperar los 8.5 millones de empleos perdidos a un paso superior al glacial. Además, temen una inestabilidad financiera global.

Así que, con razón, no son optimistas. Uno podría decir que el optimismo congénito de los economistas en torno al mercado mundial finalmente golpeó en la dura roca de la realidad. Algunos de nosotros llegamos a esta conclusión bastante antes. Así que, ¿cómo es posible que, el mismo día, el New York Times publique un artículo de primera plana en torno al vertiginoso aumento de las ganancias de las industrias estadunidenses?

La respuesta, de nuevo, está en el encabezado: Las industrias hallan vertiginosas ganancias en hacer recortes más profundos. No es que las industrias estén vendiendo más productos. De hecho están vendiendo menos. Pero han estado reduciendo costos –es decir, han estado despidiendo trabajadores.

Han descubierto que, si despiden suficientes trabajadores y hacen que los que se quedan laboren más duro, pueden hacer que menores ventas les brinden mayores ganancias. Eso se llama triunfo de la productividad. Ethan Harris, economista en jefe del Bank of America Merryll Lynch, es bastante honesto acerca de esto: Las compañías están exprimiendo sus costos laborales para levantar más ganancias.

Sin embargo, como lo apunta el New York Times, el resultado es que los beneficios se están yendo a los accionistas y no a la economía más amplia. Y las industrias no intentan que esto sea una solución temporal. Porque aun si mejoran las ventas, no planean contratar más trabajadores. Por el contrario, según un ejecutivo en jefe de una gran firma, lo último que nos preocupa es cuándo vamos a añadir más capacidad. Más bien, estamos reconfigurando nuestro sistema operacional completo para darle mayor flexibilidad.

Así, ¿acaso las industrias estadunidenses (y otras industrias en otras partes del mundo) encontraron la bala mágica que les permita expandir sus ganancias para siempre en el futuro? Deben estar bromeando. En los años 20, Henry Ford era famoso por pagarle a sus empleados sueldos más altos que la norma porque, decía, quería que también fueran sus clientes. Sus sucesores en Ford ahora han reducido su fuerza laboral norteamericana en más de 50 por ciento en los últimos cinco años. Más ganancias –pero menos clientes.

Hay un pequeño problema del cual escribieron Keynes y Kalecki –la demanda efectiva. En cualquier cálculo de mediano plazo, si no hay los suficientes clientes, no habrá las suficientes ventas y muy pronto las ganancias se secarán. Las industrias que están incrementando sus ganancias al reducir sus obreros van a tener ganancias crecientes por un breve lapso y luego van a chocar con la dura pared de ladrillos de una deflación seria. Y se desfondarán.

¿No pueden ver esto? Claro, alguno sí lo ven, pero están operando con el principio hedonista de coman, beban y sean felices porque mañana habremos de morir. Podríamos llamarlo un solitario de Ponzi. En los esquemas ordinarios de Ponzi, el operador estafa a otras personas hasta que la casa de naipes se colapse, como le ocurrió a Bernie Madoff. En un solitario de Ponzi, uno se estafa así mismo hasta que se desfonda. Y al igual que los inversionistas de un esquema de Ponzi ordinario (las víctimas potenciales) esperan que el colapso venga sólo después de que hayan logrado ellos sus ganancias, así los jugadores de este solitario de Ponzi (los ejecutivos industriales) confían en que podrán escaparse con sus ganancias personales antes de que la industria completa se colapse. Pues ¡buena suerte!

Traducción: Ramón Vera Herrera

© Immanuel Wallerstein